Hace unos días, la presidenta Cristina Kirchner protagonizó un vergonzoso incidente. Ella visitó una escuela donde conversó con alumnos de primaria. Luego, a través de Twitter, contó: «Pregunté qué obra de Shakespeare estaban leyendo, me dijeron Romeo y Julieta. Les dije, tienen que leer El Mercader de Venecia para entender a los fondos buitres… La usura y los chupasangre ya fueron inmortalizados por la mejor literatura hace siglos».
Resulta un claro abuso que se sirva del más alto cargo para impulsar viejos estereotipos judeófobos. Su mala intención es evidente, pues hace unos meses, mientras transcurría la investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman y el proceso de admitir o no las denuncias que el occiso había adelantado sobre el encubrimiento a los iraníes, el gobierno de Kirchner, al más puro estilo de Goebbels, trató de involucrar al propio Nisman y a los dirigentes de la comunidad judía en la trama de los fondos buitres.
Pese a la genialidad de Shakespeare en reflejar una variedad de modelos psicológicos, en cuanto a la creación del personaje Shylock, el escritor manipuló un estereotipo ya instaurado en la sociedad: un hombre rencoroso y avaro, características adjudicadas a una perversa imagen del pueblo judío.
Sin embargo, un hecho histórico desmiente a Shakespeare en la ficción de Shylock: en 1290 Eduardo I expulsó a los judíos; tres siglos después, en 1656 se readmitió al judaísmo en suelo inglés. Shylock fue fruto de prejuicios, pues su autor vivió entre 1564 y 1616, en una época y en un país donde no había judíos, nutriéndose mediante mitos.
Recordemos que en la sociedad feudal, a los judíos se les marginó de numerosas actividades laborales, al punto que tan sólo se les permitió dedicarse a la usura, lo cual provocó el rechazo del resto de la población. Así, a partir de la Edad Media surgió la imagen del judío usurero y explotador, el estereotipo antisemita basado en nociones económicas.
De todos modos, la responsabilidad por los fondos buitres es enteramente de la administración gubernamental. Y vemos la enorme insensatez de la Presidenta al promover un arcaico estereotipo de odio contra un sector, tal vez por verse descubierta en el incumplimiento de su obligación nacional, por lo menos, en lo que se refiere al caso AMIA.
http://www.eluniversal.com/opinion/150709/cristina-y-su-shylock
Como argentina me da vergüenza y tristeza da, ver que la presidenta como tantos otros presidentes argentinos, son aliados de los enemigos de Israel, trayendo maldiciones a la nación de Argentina.