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Moshé enseña las leyes que gobiernan la anulación de promesas a los líderes de las tribus de Israel. Se lucha una guerra contra Midián por su rol en la destrucción moral de Israel, y la Torá da un recuento detallado del botín de la guerra y cómo fue distribuido entre la gente, los guerreros, los Levitas y el Sumo Sacerdote.
Las tribus de Reubén y Gad (más tarde acompañados por media tribu de Menashé) piden las tierras del este del Jordán como su porción de la Tierra Prometida, siendo estas tierras aptas para la cría de ganado. Moshé inicialmente se enoja con este pedido, pero más tarde concuerda con la condición de que ellos primero se unan y lideren a Israel en la conquista de las tierras al oeste del Jordán.
Los cuarenta y dos viajes y campamentos de Israel a través del desierto son listados, desde el Éxodo de Egipto hasta el establecimiento en las planicies de Moab, al otro lado del río, frente a la Tierra de Canaan. Los límites de la Tierra Prometida son enumerados y las ciudades de refugio designadas como lugares de exilio para asesinos involuntarios. Las hijas de Tzlafjád se casan dentro de su propia tribu de Menashé, de manera de que las propiedades que correspondían a su padre no pasen por herencia a otra tribu.
PROMESAS, PROMESAS
“Prometo que voy a dejar de fumar”
“Prometo que voy a hacer dieta”
“Prometo que te voy a pagar”
“Prometo que…”
“Prometo…”
¡Qué fácil es prometer! ¡Qué fácil es olvidar lo prometido!
Sin embargo las promesas son un tema delicado que no debe ser tomado a la ligera. Tan es así que en vísperas de Rosh HaShaná se acostumbra anular aquellas promesas que no cumplimos a lo largo del año frente a un minián o, por lo menos, ante tres judíos.
Está escrito que la lengua está guardada en un triple estuche: la boca, los dientes y los labios. Tratemos que este estuche se mantenga cerrado para no prometer en vano.
EL MES DE AV
«Cuando comienza Av, disminuimos [nuestra] alegría» (Talmud, Taanit 26 b).
El 1 de Av el período de duelo de las «Tres Semanas» por la destrucción del Santo Templo —que comenzó trece días antes el 17 de Tamuz —entra en una etapa más intensa. Durante los «Nueve Días» desde el 1 de Av al Nueve de Av, un grado más alto de duelo es observado, que incluye la abstención de carne, vino, música, bañarse por placer y otras actividades alegres y placenteras. (Las costumbres particulares de duelo varían de una comunidad a otra, por lo que se debe consultar a una autoridad halájica competente para los detalles).
El consumo de carne y vino está permitido en Shabat o en una Seudá Mitzvá (un banquete festivo obligatorio que celebra el cumplimiento de una mitzvá) como un Brit (circuncisión), o un «Sium» que celebra el fin de un curso de estudio de Torá (es decir un tratado completo del Talmud). El Lubavitcher Rebe inició la costumbre de conducir o participar en un Sium en cada uno de los Nueve Días (aun si uno no se beneficia del permiso de comer carne).
Citando el versículo (Isaías 1:27) «Sion será redimido con Mishpat (Torá) y retornará con Tzedaká» el Rebe urgió a que incrementemos el estudio de Torá (particularmente el estudio de las leyes del Santo Templo) y la caridad durante este período.
SI CUMPLES LO QUE DICES, LO QUE DICES SE CUMPLE
“Moshé habló a los jefes de las tribus de los hijos Israel, diciendo: ‘Esto es lo que Hashem ordenó: Si un hombre expresa un voto a Hashem o un juramento para obligarse a cumplir una prohibición, no profanará su palabra; conforme a lo que dijo, hará’” (Bamidbar 30:2-3).
Entendidos literalmente, estos versículos hablan acerca del mandamiento de cumplir las promesas y que está prohibido faltar a ellas. Además de este mandamiento de cumplir con lo que uno promete, la Torá enuncia una prohibición que Lo yajel debaró, que literalmente significa ‘No profanará su palabra’, lo cual implica, tal como Rashí lo señala, que no debemos traicionar nuestra palabra convirtiéndola en julín, en ‘algo profano’.
Si bien es cierto que en general uno debe cuidar el habla y mantener la pureza, el versículo señala que si uno no cumple con su palabra, la palabra se profana. Por supuesto que uno no debería utilizar el habla para pláticas banales y mucho menos para palabras prohibidas como chismes, ofensas u obscenidades, pero es específicamente cuando uno no cumple lo que promete que la palabra se vuelve julín. Si, por el contrario, la usa adecuadamente y cumple sus promesas, la santifica.
Hay individuos que poseen enorme poder en su palabra, a grado tal que muchos los buscan para pedirles bendiciones que, con frecuencia, se cumplen. Por eso encontramos largas filas de personas que piden una berajá a algún tzadik, ya sea para mejorar su situación económica o para curarse de alguna enfermedad o buscar algún shiduj. Muchas de esas personas acuden porque sus bendiciones se cumplen y por lo tanto van a pedir alguna bendición. ¿De qué depende que las bendiciones de esas personas se cumplan? ¿Por qué sus bendiciones sí dan frutos, mientras que las de otras personas no tanto?
Indudablemente el mérito de estas personas es importante y, al ser personas con un elevado nivel espiritual, es decir, por el gran mérito que tienen, Dios hace que se cumplan sus bendiciones. Los sabios afirman: “El tzadik decreta y el Santo, bendito sea, lo cumple”. Las palabras de una persona justa tienen un impacto en el Cielo; sus rezos son aceptados y sus bendiciones se cumplen. El habla de los tzadikim es especial porque todo lo que dicen da frutos, pues ha logrado conservar el gran poder que el habla tiene.
Este versículo nos dice que también el hecho de cumplir la palabra es lo que hace que su palabra sea sagrada y, al contrario, cuando uno falla su palabra, su hable se profana. El Séfer Jasidim señala que cuando una persona cumple lo que dice, lo que dice se cumple. Por eso las bendiciones de los tzadikim se cumplen: cuando ellos cumplen lo que dicen, Hashem hace que lo que ellos dicen se cumpla.
Debemos estar atentos a lo que decimos y cumplir con lo que prometemos. Ya sean votos, nedarim o promesas, debemos ser cuidadosos y cumplir con lo que decimos. De esa manera lograremos conservar la santidad que tiene la palabra y mantener así la fuerza que Dios le dio. Al fin y al cabo, Dios creó el universo con palabras: las palabras tienen el poder de crear y modificar la realidad física. (www.aishlatino.com)
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