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| lunes diciembre 23, 2024

Parasha Devarim-Tisha Beav


El primero de Shvat (37 días antes de su fallecimiento), Moshé comienza su repetición de la Torá para toda la congregación de los Hijos de Israel, repasando los eventos ocurridos y las leyes entregadas en el transcurso del viaje de 40 años desde Egipto a Sinaí y a la Tierra Prometida, amonestando a la gente por sus fallos e iniquidades, y enlistándolos en el cumplimiento de la Torá y la observación de sus preceptos en la tierra que Di-s les está dando como herencia eterna, a la cual ingresarían luego de su muerte.

Moshé recuerda el nombramiento de jueces y magistrados para aliviar la carga de administrar justicia a la gente y enseñarles la palabra de Di-s; el viaje desde Sinaí a través del enorme y temible desierto; el envío de espías y el subsiguiente rechazo de la Tierra Prometida, de manera que Di-s decretó que toda generación del Éxodo debía perecer en el desierto. “También contra mí” dice Moshé “Di-s se enojó por causa de ustedes, diciendo: ‘Tú, tampoco, entrarás allí’”.

Moshé también recuerda algunos de los eventos más recientes: la negativa de las naciones de Moab y Amón de permitir al Pueblo Judío pasar por su tierra; la guerra contra los reyes Emoritas Sijón y Og, el asentamiento en sus tierras por las tribus de Reubén, Gad y media tribu de Menashé; y el mensaje de Moshé a su sucesor, Ieoshúa, que llevará al pueblo a la Tierra y los liderará en las batallas por su conquista; “No los teman, porque Di-s, tu Señor, luchará por ti”.

LIDER HASTA EL FIN

Que Moshé era el epítome del líder no es ningún secreto. Y eso está demostrado en el libro Devarim, el último de los Cinco Libros de la Torá. Durante 37 días Moshé no sólo recordó al pueblo todas sus faltas, sino que también reiteró las promesas hechas por Di-s, y, por sobre todas las cosas, designó un sucesor capaz de guiar al pueblo en la conquista de la Tierra Prometida.

En ningún momento pidió algo para sí o para sus hijos, porque para él primero estaba el Pueblo de Israel.

SOLO MADERA Y PIEDRAS

Cierto rey construyó para su único hijo un hermoso palacio, ordenando que se utilizara las más finas maderas y los mármoles más perfectos. Sólo flores muy perfumadas había en los jardines y los muebles eran todos artesanales de exquisita confección.

Pero el príncipe se desvió del buen camino. El rey enojado destruyó el palacio. Mientras todos sus ministros lloraban al ver como todo se convertía en ruinas, uno de los consejeros comenzó a cantar y danzar alegremente.

“¿Te has vuelto loco?” Le dijeron “¡El rey destruye este magnífico palacio y tú cantas y bailas!”

“Por eso mismo canto y bailo” respondió el hombre “si el rey hubiera derramado su cólera contra su hijo, lo habría matado. Pero como la descarga sobre maderas y piedras, se que la vida del hijo está a salvo”.

Este domingo recordamos la destrucción de los dos Templos. Pero debemos tener presente que la cólera de Di-s cayó sólo sobre maderas y piedras, pero la integridad del pueblo de Israel se mantiene intacta.

¡SEGUIMOS SIENDO LOS HIJOS DEL REY!

Oprimidos

Por Yanki Tauber

Tres semanas es mucho tiempo cuando estás esperando un e-mail. Pero toma todo el dolor y el tormento, todos los pecados y sufrimientos de una nación de 4.000 años y aprésalos en un espacio de tres semanas…y tres semanas son un espacio muy estrecho de hecho.

¿Cuándo “sucede” algo? Podemos decir que una guerra ocurre durante los años que ocupan un siglo en particular. Podemos decir que un cambio en la situación de una persona sucede en el curso de una generación o etapa. O, podemos ver las causas básicas de estos eventos y procesos.

Un momento único y traumático en la vida individual de uno, particularmente en la infancia de la persona o niñez, puede afectar numerosos sucesos “futuros”, pensamientos y sentimientos, y puede conformar el estado mental de la persona y las circunstancias de su vida durante muchas décadas. Lo mismo es cierto con nuestras vidas como personas. Los eventos de dos días terribles en nuestros años de formación encapsulan un gran pedazo de nuestra historia y marcan la trayectoria de nuestro recorrido en el próximo milenio.

El día 17 del mes de hebreo Tamuz, del año 2448 desde la Creación (1313 AEC), cuarenta días desde el Recibimiento de la Torá en el Monte Sinai, Moshé descendió de la montaña, y se encontró con que los Hijos de Israel estaban adorando a un becerro de oro. En sus manos, llevaba las Tablas de la Ley, inscriptas en ellas los Diez Mandamientos. Al ver la traición del pueblo al nuevo pacto con Di-s, Moshé “tiró las Tablas de sus manos y las rompió bajo la montaña”.

Di-s perdonó a Su pueblo, pero también dijo: “En el día de Mi contabilidad, Lo contaré”. Nuestros sabios explican: cada pecado de la historia judía contiene un poco del pecado del becerro de oro; cada catástrofe de la historia Judía contiene algo de la catástrofe de la partición de las Tablas.

Era un pueblo herido, pero en estado de recuperación cuando acamparon desde el Monte Sinai para volver a seguir su trayectoria hasta la Tierra Prometida. Y luego, en la víspera del día nueve del mes Hebreo de Av, un año y tres semanas después de la partición de las Tablas, la travesía de Israel se detuvo en seco.

Fue en esta trágica noche que nuestros ancestros, desanimados por el reporte negativo traído por los espías, que perdieron la fe en la Divina promesa de la Tierra. Al final, Moshé una vez más aseguró el perdón de Di-s y reanudaron viaje, pero una vez la naturaleza de la travesía fue profundamente alterada. Moshé y toda la generación que habían dejado Egipto y presenciaron la entrega de la Torá en el Sinai, murieron en el desierto. Sus hijos anduvieron en el desierto durante 40 años, marcando un patrón que se repetiría en los futuros exilios de Israel.

Cerca de 1.400 años más tarde, estos dos días de traición y desesperación otra vez dejaron su marca en la historia Judía, remarcando las infames “tres semanas” en las que se vio la destrucción de Jerusalem y su Templo Sagrado y el comienzo de nuestro más reciente, más largo y más amargo Galut (exilio).

El 17 de Tamuz del año 3829 desde la Creación (69 EC), el ejército Romano que se encontraba sitiando Jerusalém, irrumpió en la ciudad destruyendo las murallas. Durante tres semanas las batallas arrasaron en las calles de Jerusalem, hasta que toda la ciudad fue destruida y el Templo Sagrado, el corazón de la ciudad y del pueblo Judío, ardió en llamas el 9 de Av.

Otras numerosas tragedias en la historia Judía, (tanto antes como después de la destrucción del Templo), ocurrieron el 17 de Tamuz y el 9 de Av, y durante las tres semanas que hay entre estas dos fechas. Hasta el día de hoy, estos dos días son días de ayuno, y las “Tres semanas” marcan un período de duelo y arrepentimiento.

El profeta Jeremías, en sus Lamentaciones por la destrucción de Jerusalem, proclama sobre el pueblo de Israel: “Todos sus perseguidores los alcanzaron entre las escaleras estrechas”. Las “escaleras estrechas” explica el Midrash, son los “21 días entre el 17 de Tamuz y el 9 de Av”.

¿Qué sucede cuando tanto caos y fomento son apretados en un espacio tan estrecho?

Pregúntale a un jardinero qué sucede cuando pellizcas una manguera de jardín. Pregúntale a un ingeniero de láser qué sucede cuando un haz de luz es enfocado en un punto en particular. Pregúntale a un historiador qué sucede cuando las pasiones reprimidas de una persona se canalizan a través de la persona de un líder carismático.

Pregúntale a nuestros sabios: te dirán que el Mashiaj nació el 9 de Av. Te dirán que es la tarea de nuestra generación apretar cuatro mil años de anhelo y esfuerzo en la estrecha recta del Galut y llevar nuestro mundo a una órbita más alta: a un estado de bondad Divina y perfección prometida por los profetas de Israel. (www.es.chabad.org)

 

EN MEMORIA DE IOSEF BEN BARUJ HALEVI WINICKI Z´´L

 

 
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