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| lunes noviembre 18, 2024

Parasha Ki Tavó


 

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Moshe instruye al Pueblo de Israel: Cuando entres a la tierra que Di-s te está entregando como herencia eterna, y te establezcas y la cultives, trae las primeras frutas (bicurím) de tu huerta al Sagrado Templo, y declara tu gratitud por todo lo que Di-s ha hecho por ti.

Esta sección también incluye las leyes de los diezmos dados a los Leviím y a los pobres, las instrucciones detalladas de cómo proclamar las bendiciones y las maldiciones en los montes Grizím y Eival, como fue discutido al comienzo de la sección Ree.

Moshe recuerda a la gente que son el pueblo elegido por Di-s y que ellos, a su vez, han elegido a Di-s.

La última parte de Ki Tavó consiste en la Tojajá (reprimenda). Luego de listar las bendiciones con las cuales Di-s premiará a la gente cuando ellos sigan las leyes de la Torá, Moshe da una larga y dura lista de cosas malas, como enfermedad, hambruna, pobreza y exilio, que ocurrirán si ellos abandonan los preceptos de Di-s.

Moshe concluye diciendo al pueblo que sólo hoy, cuarenta años después de su nacimiento como pueblo, alcanzaron «un corazón para saber, ojos para ver y oídos para escuchar».

RAZÓN PARA ENTENDER Y OJOS PARA VER

La generación que creciera en el desierto estaba habituada a los milagros que diariamente ocurrían ahí: El maná, el agua brotando de la roca, las ropas que no se gastaban, las nubes protectoras.

Recién cuando llegaron a los límites de la Tierra Prometida, se dieron cuenta que lo que parecía normal para ellos, eran en verdad grandes milagros que Di-s había llevado a cabo para ellos.

Así también nosotros debemos comprender y ver los grandes milagros que día a día Di-s lleva a cabo para con nosotros. El simple hecho de despertarnos cada mañana es de por si un gran milagro.

Cuando lo malo es bueno

Por Rochel Holzkenner

Existe un relato jasídico muy famoso que cuenta lo siguiente:

El joven Dov Ber era hijo de Rabi Schneur Zalman de Liadi, el santo autor del Tanya. Un shabat, Dov Ber estaba tranquilo en la sinagoga escuchando la porción Ki Tavó de la Torá. Por lo general, su padre, el Rebe, solía ser quien leía la Torá, pero esa semana se encontraba de viaje; entonces, alguien más estaba llevando adelante la lectura. De pronto, Dov Ber comenzó a llorar. La porción que estaban leyendo era muy dura. Hablaba de castigos y tragedias. Incluso, una vez terminada la lectura, el joven siguió llorando. De hecho, estaba tan acongojado que se enfermó, y los doctores no estaban seguros de si podría ayunar en Iom Kipur, que tendría lugar solo en unas semanas. Los miembros de la comunidad estaban bastante confundidos con su reacción. “Dov Ber, tu escuchas estas palabras todos los años, ¿por qué has reaccionado así esta vez?”. Él respondió: “Cuando mi padre las lee, no me suenan a maldiciones”.

¿Qué es lo que escuchaba sino palabras duras? Las palabras eran leídas de la misma Torá, con la misma entonación y la misma cadencia. Pero Dov Ber podía percibir la sutileza de la voz de su padre, lo cual era imperceptible para el oído común. El joven, que creció y se convirtió en un gran rabino por mérito propio, percibía dichas palabras de desgracia como si fueran bendiciones.

El principio que yace detrás de esta inversión entre desgracia y bendición es el siguiente: Todo proviene de Di-s. Él es bueno y solamente dirige nuestras vidas de forma positiva y llenándolas de sentido. Aquellas cosas que parecen “malas” son simplemente cosas buenas que han devenido en miseria.

Entre aquellos que creen que todo lo que proviene de Di-s es bueno, existen dos niveles. Ilustraremos cada nivel con un breve relato.

  1. El gran Rabi Akiva llegó a un pueblo y buscó un lugar donde descansar. Pero desafortunadamente, no logró que nadie le proveyera hospedaje. Entonces, no tuvo más remedio que instalarse en un descampado fuera de la ciudad provisto únicamente de una vela y de la Torá. Junto a él se encontraban sus otras dos posesiones, un gallo para que lo despertara al amanecer y un burro para usar como medio de transporte. Desafortunadamente, un león apareció y se comió al burro. Como si eso no fuera suficientemente malo, un gato apareció y se comió al gallo. Para empeorar la situación, un viento muy fuerte apagó su vela. Pero en vez de enojarse, Rabi Akiva proclamó: “Todo aquello que Di-s hace es para nuestro bien”. A la mañana siguiente, Rabi Akiva encontró la ciudad en silencio. Un grupo de ladrones había saqueado la ciudad, tomado a los habitantes como prisioneros y se había llevado todas las posesiones como botín. Sí, definitivamente su pérdida había sido para bien. Se había quedado dormido y había escapado del peligro, ya que ni la vela ni el gallo ni el burro llamaron la atención de los ladrones hacia el lugar donde él se encontraba.
  2. Rabi Najum Ish Gamzu, maestro de Rabi Akiva, había sido elegido por los sabios de Israel como representante para llevar un tributo al rey de Roma. Najum debía llevar un cofre lleno de joyas hasta el palacio. En el camino, paró en una posada. Sin que se diera cuenta, el dueño de la posada entró en su habitación mientras dormía y le robó las joyas que traía; en su lugar, dejó solo arena. Cuando Rabi Najum se dio cuenta de lo que había ocurrido, exclamó “También, esto es para bien” y continuó su camino. Al llegar ante el rey, Najum le entregó la arena. El rey intentó mandarlo a prisión por haberle traído un regalo tan ofensivo. Pero fue advertido de que quizá se trataba de una arena milagrosa. Seguramente, podía utilizarse en batallas y transformarse en flechas, lo que le permitiría a su ejército triunfar ante sus enemigos. De hecho, el rey conservó durante más tiempo ese regalo que lo que hubiera estado con el cofre con joyas.

Existe una diferencia sutil pero significativa entre los protagonistas de estos relatos. Rabi Akiva vio la desgracia como un medio para llegar a un objetivo. Aquello que nos es dado, aunque sea malo, nos llevará a algo bueno. La filosofía de Rabi Najum era que todo lo malo es bueno, no como un medio para un fin, sino como un fin en sí mismo.

Así es como Rabi Schneur Zalman leía la Torá, y así es como el joven Dov Ber escuchaba el mensaje. Él no percibía el mal en las palabras de retribución. No se trataba de malas experiencias que llevaría a algo bueno. Para él, todo era bueno. (www.es.chabad.org)

 
Comentarios

Di-s no generar el mal, tan solo lo permite a efectos de garantizar nuestro libre albedrio, ése por medio de el cual ejercemos nuestras tómas de decisiones, y se substancian nuestras respectivas conductas …
Lo malo es intrisicamente malo, pero puede resultar «beneficioso» si nos mueve a reflexion, nos ayuda a discernir, y a optar finalmente por lo bueno …
recordemos la máxima talmudica, segun la cual; «El hombre elige su camino, y su camino es … elegir»

Donde escribi «camino» lean ustedes «destino» (por aquello de ser fieles al sentido original del texto talmudico referido)…

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