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| domingo diciembre 22, 2024

Los hermanos muertos de Aylan, los culpables y las excepciones


 

Al estremecerse el mundo por el cuerpito sin vida de Aylan el-Kurdi de tan solo 3 años- el niño sirio hallado muerto en una costa de Turquía-pensamos en lo superficial de la compasión que ello despertó. No porque el pequeño Aylan no lo valiera y ni siquiera por dudar de los buenos sentimientos de quienes sintieron dolor al verlo allí, muerto y solo, sino por los tantos otros Aylan que perdieron la vida en los últimos años a raíz de la guerra en su país, y sobre los que nadie dijo nada demasiado serio. Como si la locura en Siria hubiera estallado recién ahora.
Las víctimas se cuentan desde hace mucho por centenares de miles, los refugiados como la familia de Aylan en millones y hasta ahora, casi nadie hizo nada.

El «casi» nos resulta importante, especialmente a nosotros, uruguayos y judíos. Uruguay recibió a 42 refugiados sirios, un gesto humanitario simbólico, de esos que no sólo muestran el alma de un país sino que también pueden servir de ejemplo a otros, aunque lejos estén de resolver el problema que numéricamente sobrepasa inclusive a países mucho más poderosos en recursos y población.
E Israel, prestó ayuda humanitaria a diversos niveles, destacándose el tratamiento brindado a aproximadamente 2.000 heridos sirios que llegaron a la frontera entre ambos países y que aún viniendo de territorio «enemigo», fueron introducidos al lado israelí por patrullas del ejército, atendidos en el lugar cuando era necesario y posible, o trasladados en la mayoría de los casos a hospitales, especialmente el Ziv de la ciudad de Safed y el de Naharía.

El mundo todo está debatiendo qué hay que hacer, cómo lidiar con el aluvión de refugiados que llegan a Europa. Claro está que no vienen solamente de Siria sino que llegan también de Irak, Afganistán, Africa del Norte..Donde avanza el oscurantismo y la violencia, aumenta también la desesperación.
Y esto nos lleva a una reflexión sobre los culpables de esta situación.
Más allá de la legítima discusión sobre cómo tiene que reaccionar Europa, cuánto puede y cuánto debe ayudar, creemos que el punto central es recordar por qué esa gente huye de su tierra. Claro está que hay casos en los que la gente se va para buscar mejores horizontes en el sentido económico y laboral. Pero es indudable que gran parte de aquellos que golpean hoy las puertas de Europa, no escapan de la pobreza sino de la muerte, del horror, del miedo constante.

Y los culpables no son sólo los protagonistas de la guerra en Siria, sino todos aquellos que sumen desde siempre a sus ciudadanos en la opresión y la oscuridad. El avance del Estado Islámico aterroriza, y con razón por cierto, porque la amenaza es inmediata, demente, sin tapujos. Pero el peligro no comenzó con esos fundamentalistas ni existe solamente donde ellos afianzan su influencia.

Hace algo más de dos años, cuando nadie hablaba del Estado Islámico , viajamos a la frontera entre Turquía y Siria a conocer de cerca la situación de los refugiados sirios que habían huido de la guerra. Recordamos la cautela de todos aquellos a los que nos acercábamos a conversar. Como un hombre que pidió no tomar fotos a sus hijos, lo cual por cierto respetamos, porque «uno nunca sabe». Estaba en Turquía, a salvo en principio, pero aún tenía miedo. Le preguntamos por qué, qué es lo que teme. Hizo un gesto como diciendo » todo» y tocando la pared detrás de él, llevándose luego la mano a las orejas, aseguró: «Las paredes escuchan».

Era hijo de una vida en la que el régimen no es el protector de sus ciudadanos sino su constante amenaza, una vida sin libertad.
Todos los regímenes que así tratan a sus pueblos, son los responsables de lo que está pasando ahora en Europa. Por más que también ciertas actitudes europeas de estos días merezcan críticas sin duda, el pecado original no está allí, sino en los países que no respetan a sus ciudadanos, que no les permiten vivir vidas dignas en libertad. Y que ahora, claro está, ni abren la boca…tampoco los multimillonarios países petroleros que podrían proporcionar de inmediato los fondos necesarios para crear, inclusive en sus propios territorios, en áreas totalmente vacías, ciudades enteras que den cobijo y salvación a los refugiados.

Ahí está el problema central. En todos aquellos países donde no impera la democracia, un sistema de vida en el que la votación en elecciones es un requisito imprescindible, pero lejos está de ser el único. En algunos estalla finalmente una guerra por diversas razones, como en Siria, donde comenzó por exigencias al régimen central de ciertas mejoras, y donde todo se complicó al convertirse el país en escenario de puja entre las diversas ramas del Islam y otros intereses llegados de afuera.

En otros, puede que el pueblo siga aguantando, que no se llegue a una conflagración de la envergadura de lo que ocurre en Siria desde hace más de cuatro años.

Pero en todos los países autoritarios , totalitarios, de regímenes opresores y opuestos a la libertad, está el germen de la tragedia. En todos hay muchos hermanos de Aylan, que no deberían morir.

 
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