Es bien sabido que no se debe hacer promesa alguna estando ebrio, ni actuar presa de la cólera. Desgraciadamente, tiende a olvidarse que tomar decisiones movido por el sentimentalismo tampoco es buena idea. Y eso es, precisamente, lo que está pasando en Europa, donde tras la imagen de un pobre niño de tres años ahogado en sus playas se ha desatado un verdadero ataque emocional.
Peor aún, los líderes políticos sienten que tienen que hacer algo para evitar ser vistos por sus conciudadanos como unos monstruos insensibles a la tragedia humana. De ahí que, dos años después de haber rechazado intervenir en Siria militarmente, los tambores de guerra se hayan puesto a resonar. Pero ¿cuáles son las opciones reales de hacer algo que cambie el destino de millones de sirios?
El ministro de Asuntos Exteriores, García-Margallo, ha dicho que España apoyaría una acción militar contra el Estado Islámico en Siria, con las debidas salvaguardas internacionales de siempre, y que apoya abrir una negociación con Bashar al Asad a fin de resolver la crisis de los refugiados.
Margallo, con el debido respeto, se equivoca. Y mucho.
Creer que bombardear al Estado Islámico aliviaría los flujos migratorios sobre Europa y beneficiaría a la población civil siria demuestra un grave desconocimiento del conflicto que se desató en ese país en marzo de 2011 y de las dinámicas de confrontación entre sunies y chiíes que sacuden todo el Oriente Medio.
El responsable de los millones de desplazados y de la muerte de más de un cuarto de millón de personas, incluidos mujeres y niños, no es otro que el dirigente de Damasco, Bashar al Asad. Quien sitia, somete a hambruna y bombardea con barriles explosivos a civiles no involucrados en acciones militares es él. De hecho, si el ministro escuchase las declaraciones de los refugiados que están llegando a Austria y Alemania, la cantinela es siempre la misma: «Acabad con la guerra, acabad con Asad».
De hecho, el Estado Islámico es el producto directo de la inacción occidental. El Gobierno español, como sus socios, de pensar algo en 2011 y 2012 fue algo como: «Dejad que se maten entre ellos, que igual pierden todos». Pero no es verdad que puedan perder todos los contendientes. Y ese realismo o pragmatismo mal entendido dio pie a que la oposición al régimen de Damasco se fuera radicalizando con cada nueva barbaridad cometida por las tropas y la policía secreta de Asad. Es más, con el ascenso de los grupos yihadistas sunies y, finalmente, del Frente Al Nusra, afiliado a Al Qaeda, la comunidad internacional, incluido nuestro Gobierno, miró para otro lado cuando el régimen de Damasco tuvo que ser rescatado por los milicianos del grupo terrorista libanés Hezbolá y por Irán, que además de asesores militares y combatientes invertía cientos de millones de dólares en sostener a su principal aliado en la región.
El Estado Islámico, que en ese momento apenas era nada en Irak, sólo tuvo que aprovechar el rechazo ciudadano a Asad, imponer el orden y, a través de su brutal sistema de gobierno, convencer a miles de sirios de que era un diablo mucho mejor que Asad y sus matones. Al fin y al cabo, cumpliendo con el islam rigorista que defienden los dirigentes del EI, los negocios podían abrirse, las escuelas funcionaban y el temor a perder la vida mientras se hacía la compra desparecía. El Estado Islámico no era un simple grupo terrorista, como nos gusta decir por aquí; era un aparato generador de seguridad y orden. De hecho, si se analizan las muertes causadas por el EI, son diez veces inferiores a las causadas por Asad, y la mayoría están directamente relacionadas con sus combates contra el régimen y contra otros grupos de la oposición, incluido el Frente Al Nusra.
No, el yihadismo no está detrás del éxodo de sirios a los países vecinos y ahora a Europa. Asad, sí. Por eso negociar con él una salida no sólo es moralmente aborrecible, sino políticamente imposible. ¿Acaso irá Margallo a arengar a las masas que huyen de Asad para que vuelvan a someterse a quien les ha gaseado con armas químicas, querido matarles de hambre y alentado las violaciones como arma de guerra? La reconciliación en Siria es imposible y el principal obstáculo se llama Bashar al Asad.
Además, negociar con Damasco sería un error estratégico de primera magnitud. Apuntalaría un régimen brutal y despiadado que durante décadas ha representado la mayor amenaza militar contra nuestro aliado Israel; dejaría que la Rusia de Putin, en medio de su escalada de fuerza en Europa, se instalara como un potente actor en la zona; alimentaría las ambiciones regionales iraníes, que tan perniciosas han sido en el Levante, y, por último, alentaría a que la oposición al régimen se radicalizara aún más y se echara en brazos de Al Qaeda y el Estado Islámico, aumentando la amenaza de ataques terroristas en nuestro propio suelo.
En lugar de negociar con, el Gobierno español debería apoyar que se bombardee a Asad. Para quienes afirman que no tenemos los medios necesarios: ni siquiera habría que acabar con él en primera instancia. Bastaría con destruir los principales aeródromos y bases de helicópteros para desarmar eficazmente a su régimen. Alterar el equilibrio de fuerzas en detrimento de Asad es viable. Sólo hay que proponérselo.
¿Se resolverían todos los problemas de la región? No. El verdadero cáncer está en Teherán, pero eso es algo que, en pleno despliegue de la diplomacia mercantilista española y europea, es algo impensable. Sólo que derrotando al Asad se inflige un duro golpe a los ayatolás iraníes. ¿Será por eso que no queremos hacerlo?
Por último, bombardear al Estado Islámico en Siria no es una operación sencilla. Difícil separar la población de su estructura, y su eliminación conllevaría no decenas sino miles de muertos, mujeres y niños incluidos. ¿Estamos dispuestos a ello? Para vencer al Estado Islámico, lo primero es derrotarlo en Irak y desposeerle de su imagen de vencedor. Pero a eso no estuvo dispuesto el Gobierno cuya contribución es la de formación y entrenamiento del Ejército iraquí. ¿Lo está ahora? Lo dudo mucho.
Suele decirse que cuando sólo se tiene un martillo, todos los problemas se ven como clavos. No sé que instrumentos posee la política española, cuando todo se reduce a mediar y negociar, de Cuba a Siria. Sin acritud, pero con pesar, sinceramente.
NO se mucho del comflicto: pero segun esta articulo matando al Asad, se soluciona el problema. Porque no se liquida al elemento y se acabo,yo creteo que es un poco simplista el razonamiento. El que escribe el articulo lo sabe y el problema no es ese. Si no esistieran ni petroleo ni ni gas ni el punto estrategico no esistiria nigun conflicto. Asi que por tanto menos arrimar el ascua a su sardina y menos de confundir a la gente con mentiras y falsa informaciones, y si se considera periodista ya sabe que no esta para defender sino para cirticar toda accion venga de donde venga, pero si esta pagado mejor dicho vendido por un miserable sueldo, mejor se dedica a otra cosa si en cambio es un señor que ha acumulado grandes capitales con el trabajo de los demas mejor sera que lo diga y asi nos ahorramos los comentarios.