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| viernes noviembre 15, 2024

La vieja costumbre argentina del antisemitismo


 

images_1Las sugerencias sobre un complot judío contra la Argentina se convirtieron en una moda entre muchos militantes oficialistas y, también, entre los que se le oponen. Las referencias a un poder judío mundial a partir del “suicidio” del fiscal Alberto Nisman y la defensa del «Memorándum de Entendimiento» con la República Islámica de Irán, despertaron las alarmas de las agrupaciones comunitarias y de los grupos que ven en el antisemitismo un peligro constante. Aunque resulte extraño observar semejante despliegue de ideas intolerantes, esto mismo ya sucedió muchas veces en el pasado. Y lo que parece un momento particular por la virulencia de los discursos contra los judíos, no es otra cosa que una cuenta más en el rosario de hechos similares que pueblan la historia argentina.

images_2Es curioso que el fanatismo judeófobo esté presente en estas latitudes desde el momento mismo de la llegada de los conquistadores españoles. Poca gente sabe que para embarcar hacia América, la corona exigía al colono un certificado garantizando que no era moro o judío. Pero como el Río de la Plata era la parte más recóndita del imperio español en América, esos requisitos se relajaban y los certificados podían ser comprados sin que las autoridades hicieran demasiado esfuerzo por controlar esas maniobras.

Así Buenos Aires, como demostró Mario Sabán, se pobló de “criptojudíos”, nombre que recibían aquellos que habían jurado convertirse de la fe judía a la católica pero que en la intimidad seguían practicando los ritos mosaicos. Buenos Aires y otras ciudades del virreinato como Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero se convirtieron en ciudades sin sinagogas en donde una gran cantidad de hebreos vivieron su verdadera religión en secreto. El libro de Sabán “Judíos conversos: la influencia hebrea en los orígenes de las familias tradicionales argentinas” se presentan indicios que ligan a los apellidos patricios con la llegada de los criptojudíos.

Tal era la concentración de criptojudíos en la zona, que la sede de la Santa Inquisición en Lima recibió en 1620 una queja del comisario de Buenos Aires por las facilidades que se les daba para entrar y radicarse en la ciudad. Tan poco importaba el caserío costero que luego sería la capital argentina, que la Inquisición ni siquiera envió un solo torturador para averiguar si aquella denuncia era cierta.
images_3Desde la independencia hasta finales de siglo, casi no se produjeron expresiones antisemitas masivas. Hubo que esperar a la oleada inmigratoria de 1870 que trajo a un numeroso contingente de extranjeros a estas tierras, entre ellos a una gran cantidad de judíos desde Europa que huían de las matanzas ocurridas en Rusia y otros estados de la región. En coincidencia con ese arribo, en Europacomenzaba a gestarse el nacionalismo y, dentro de él, un nuevo movimiento antisemita que tuvo su epicentro en Francia y luego se desparramó al resto del viejo continente.

En 1881, el presidente Julio A Roca envió a José María Bustos a Europa para que facilitara la llegada de judíos perseguidos por el zar Nicolás I. El decreto firmado el 6 de agosto de ese año lo dio atribuciones para gestionar la migración de hasta 60.000 judíos. La decisión le valió una furiosa crítica del diario La Nación, que juzgó que la inmigración hebrea tenía “…elementos heterogéneos que ni asimilan a él y más bien pueden producir su descomposición o su envenenamiento”. Fue en esa época que ese diario publicó en varias entregas la serie “La Bolsa”, una historia de clichés antisemitas escrita por Julián Martel bajo el seudónimo de José María Miró.

Andinia-4Incluso Domingo Faustino Sarmiento, que en principio había defendido su llegada, escribió en 1886 que “…el pueblo judío, esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y acumulando millones, rechazando la patria en que nace por un ideal que se baña escasamente en el Jordán y a la que no piensa volver jamás…”.

El decano de la medicina argentina, José Ramos Mejía, pasó a acusarlos de traer con ellos epidemias como la del tifus y por un tiempo los inmigrantes judíos tuvieron que pasar una cuarentena en la isla Martin García antes de ser autorizados a ingresar a Buenos Aires.
En esos días, comenzó a difundirse uno de los textos antisemitas por excelencia: Los protocolos de los sabios de Sion. Fue escrito y publicado a instancias de la policía secreta zarista hacía 1902 con el fin de justificar ideológicamente los pogromos. En los Protocolos se habla por primera vez de la tan famosa “conspiración judía internacional”, que se esgrimió tantas veces y sirvió a los fines más atroces.

Aunque el libro no tardó en revelarse como una inmensa fabulación, muchos antisemitas prefirieron darlo por cierto. Entre ellos, algunos integrantes de la derecha católica argentina que necesitaban darle un toque europeo a su furia contra los inmigrantes judíos.
Para el comienzo del siglo XX, el antisemitismo estaba asentado firmemente. El obispo de Buenos Aires, Miguel de Andrea, fue uno de los que le dio impulso a la idea de una conspiración judíacontra la argentina y la religión católica en su territorio. Las palabras del monseñor eran repetidas en los boletines parroquiales y en los textos escolares. La Editorial eclesiástica “Hermanos de la Escuelas Cristianas”, distribuyó libros a los alumnos de las escuelas católicas en los que se decía que los judíos eran “un elemento que encierra en si un verdadero peligro moral y económico”.

Tanta retórica antisemita iba a tener tarde o temprano una consecuencia violenta. El 14 de mayo de 1910 una huelga general se derivó en una incursión de grupos antisemitas al barrio porteño de Once, donde un grupo al mando de Antonio De Marchi destrozó la “Biblioteca Rusa”y el diario comunitario “Avangard”, luego de apalear a cuanto judío encontraran a su paso.

El asunto se volvió más dramático en 1919. En el contexto de la huelga obrera y la represión contra los ocupantes de la fábrica Vasena, los grupos antisemitas volvieron a atacar a los barrios judíos. La “Guardia Blanca”, formada por ciudadanos de la clase alta y media porteña, avanzó sobre los distritos de Once, Villa Crespo y Caballito donde se concentraba la comunidad judía. La policía, acordonó la zona y se dedicó a observar la masacre.

Ancianos arrastrados con sus barbas atadas a las monturas, antisemitas que saltaban sobre las piernas de los judíos hasta reducirles los huesos a astillas, violaciones masivas, robos, incendios y ejecuciones fueron parte del paisaje mientras la Guardia Blanca llevó adelante la matanza. En la esquina de Corrientes y Junín, mientras tanto, el sacerdote Dionisio Nespal arengaba a los atacantes al grito de “Los judíos son los únicos culpables”.

Al terminar el día los barrios judíos presentaban un paisaje desolador. Nunca hubo una cifra oficial de víctimas. El embajador norteamericano reportó 1.356 muertos y 5.000 heridos en un informe enviado a sus superiores en Washington. Su colega francés citó las palabras que le dijera un dirigente radical, el partido de gobierno, que se había jactado de haber matado 40 judíos antes de que terminara el pogrom.

Todo esto sucedía cuando aún faltaban años para que llegara la “Noche de los Cristales” en Alemania de 1938 y en tiempos en que todavía Hitler era un soldado desmovilizado de las trincheras de la Primera Guerra.

El antisemitismo llegó al gobierno a partir del golpe de 1930. El escritor judeófobo Gustavo Martínez Zuviría fue puesto al frente de al biblioteca nacional y el ministerio del interior fue dejado a Matías Sánchez Sorondo. Otros hombres de la derecha que venía atacando la existencia de judíos en la argentina aparecieron como interventores provinciales, decanos y asesores. Con su llegada, se inició el despido de maestros y empleados judíos de la administración nacional. La Legión Cívica, el grupo paramilitar del golpe que llegó a tener 34.000 integrantes, estaba comandado por el secretario de la presidencia, el general Juan Bautista Molina, que opinaba queen nuestro país los judíos suman 800.000. Verdadera máquina infernal destinada a establecer el más grosero materialismo, la tiranía del oro sobre el mundo” Y su periódico, el diario “Combatte”, repetía en sus ediciones el sutil slogan de “Guerra al judío. Odio al judío. Muerte al judío”.

En la era conservadora, en lugar de matar a los judíos, los funcionarios argentinos se dedicaron a evitar salvarlos del exterminio. Durante la gestión del canciller Carlos Saavedra Lamas, curiosamente nuestro primer Nobel de la Paz, se negaron casi todos los pedidos de visas a judíos alemanes que pedían emigrar para no terminar en los campos de concentración. La política de ignorarlos se extendió en los años siguientes mientras los nazis avanzaban sobre Europa capturando judíos para asesinarlos.

Fue la época de oro de los pasquines antijudíos como “Clarinada”, que no escondían su propósito al imprimir tapas con la imagen de un monstruo con la Estrella de David amenazando a la Argentina y contenidos que llamaban a eliminar a los hebreos. “Azul y Blanco”, “Cabildo”, “Crisol”, “El Pampero” e incluso la revista de la curia “Criterio” llenaron sus páginas de odio antisemita. Que esas revistas tuvieran un público masivo – “El Pampero” llegó a tirar 70.000 ejemplares semanales – y que muchas de ellas fueran sostenidas con fondos de la embajada nazi en Buenos Aires, no eran una casualidad.

Por esos años que también se empezó a difundir la idea que los judíos querían apoderarse de la Patagonia Argentina. Se basaban en una propuesta real del Baron Hirsh de llevar a los judíos dispersos a esa región para alentar sus suposiciones. Pero, aunque luego esa idea fue descartada a favor de la radicación en Medio Oriente, a los antisemitas no les importó y siguieron adelante con sus elucubraciones conspirativas.

La idea, que muestra que esos delirios llegaron intactos al presente, se fundamentaba en la presencia de “extraños viajantes judíos en la zona”, como denunciaba Crisol en su edición de julio de 1935. Esa revista incluso llegó a publicar una nota en la que daba por cierto un plan judío liderado por un comerciante de Zapala de apellido Ortega – cuyo verdadero nombre era “Orteguinsky” para los trasnochados redactores de la nota – cuyo objetivo era apoderarse de la Patagonia argentina y declarar un estado independiente. Avancemos por un instante y recordemos que el 12 de septiembre de 2003 el entonces jefe del ejército argentino, el general Roberto Bendini, denunció la presencia de “mochileros israelíes” en la Patagonia para notar que aunque parezcan delirios provocados por la ingesta de LSD, tales historias no son para nada intrascendentes.

La influencia del antisemitismo se repitió en el golpe de 1943, cuando la flor y nata de los admiradores del nazismo llegaron al poder. El GOU, el grupo de oficiales que facilitó el golpe, estaba poblado por algunas figuras del antisemitismo y admiradores del régimen nazi que para ese momento era conocido por la matanza de millones de judíos. En las reuniones del GOU participaron Gustavo Martínez Zuviría y Juan Queraltó, el jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista, agrupación que solía tener como lema “Haga patria, mate a un judío”.

Con Juan Domingo Perón en el gobierno en los primeros días de 1946, el antisemitismo mutó en la bienvenida a lo peor de la inmigración de criminales de guerra. Nunca pudo probarse que Perón fuera antisemita, pero sí que se rodeó con la flor y nata del nazismo que representaba fielmente la peor cara de esas ideas. El grupo de asesores que formó para importar a cientos de asesinos de judíos provenientes de Europa estaba formada por hombres tales como el croata Branco Benzón, médico personal del presidente y ex embajador del régimen ustasha que asesinó al 94 por ciento de los judíos de Croacia, por el ex oficial de las SS Carlos Fuldner y el director de migraciones Pablo Diana que escribió libros justificando el exterminio de los judíos. Es cierto que Perón estuvo entre los primeros en reconocer la existencia de Israel, pero no menos cierto es que durante su gobierno el antisemitismo militante de los funcionarios que elegía impidió el ingreso legal de muchos hebreos que buscaban refugio en la Argentina mientras sus victimarios entraban en masa y eran recibidos con protección y contratos estatales.

No menos llamativo es que se alentara y protegiera la presencia en Argentina de algunos nombres paradigmáticos de la masacre judía como Adolf Eichmann y Josef Mengele. Éste último, pese a su prontuario, llegó a comer con Perón, que nunca podría haber ignorado que se trataba del símbolo del nazismo prófugo.

En los años que siguieron al derrocamiento de Perón el antisemitismo no se quedó quieto. De tanto en tanto, los grupos antisemitas lanzaron ofensivas contra personas e instituciones de la comunidad judía local. En 1957 nació la agrupación Tacuara,formada por un grupo de jóvenes de la derecha eclesiástica argentina. De inmediato definieron entre sus adversarios a los judíos. Su jefe, Alberto Ezcurra Uriburu, dijo en un discurso que “…pretenden mandar en esta tierra los sucios judíos de Libertad y Villa Crespo, que ellos o sus padres vinieron de los infectos guetos y los infectos prostíbulos de Nivers y Paris. Los judíos se infiltraron en todas partes…”.

Los miembros de Tacuara comenzaron a vestirse con correaje militares y camisas pardas similares a las de los nazis. El saludo con el brazo extendido y la ceremonia de iniciación que usualmente consistía en atacar a los judíos, no dejaban duda sobre su calidad de herederos de los discursos judeófobos de décadas anteriores. Tacuara desapareció en 1964 cuando sus integrantes fueron asimilados por el peronismo o por grupo de la derecha e izquierda más radicalizada esparciendo aún más estas ideas antisemitas. Su despedida fue el 20 de noviembre de ese año, cuando tomaron el Cabildo porteño y desplegaron banderas nazis y de Tacuara mientras posaban con el saludo nazi ante las cámaras.

En los años siguientes el antisemitismo se vio en los atentados contra sinagogas y colegios judíos de las grandes ciudades argentinas.

En 1969 entró en escena Walter Beveraggi Allende, un profesor universitario que denunciaba – otra vez – una estrategia judía para apoderarse de la Patagonia denominado “Plan Andinia”. El libro es una verdadera joya del conspiracionismo de baja calidad. Pese a ello, muchos argentinos toman su contenido como cierto y en los días de la crisis del 2001, las páginas de internet se inundaron de referencias al Plan Andinia. Beveraggi Allende construyó un delirio de reuniones secretas, ejércitos judíos listos para tomar las ciudades del sur argentino e incluso locuras tales como el uso de la cordillera como heladera gigante para guardar alimentos y venderlos a precio vil. Incluso se arriesgaba a decir que Bahía Blanca sería la capital del futuro estado hebreo cuya protección sería responsabilidad de la ONU, los británicos y EEUU. Confrontado por el juez tucumano Lucio Vallejo que quiso saber si eran ciertas sus afirmaciones, el fabulador tuvo que admitir en mayo de 1972 que no contaba con pruebas de la conspiración. Aun así el libro sigue siendo una biblia para los antisemitas locales.

El antisemitismo volvió a organizarse en 1973, esta vez desde el estado. El Comisario Alberto Villar, rescatado del retiro por el presidente, fue la cara visible de los grupos paramilitares que formaban la Triple A. Villar no sólo era un confeso admirador del nazismo sino que además formó una plana mayor integrada por antisemitas convencidos como él. En los cursos políticos que dictaban a los policías y civiles que iban a integrarse a la Triple A, se regalaban llaveros con la esvástica como regalo de egreso, solo para dar un indicio de la ideología que los animaba.

Ese antisemitismo siguió cuando la Triple A pasó a integrarse en los grupos de Tareas de la dictadura militar que gobernó a la Argentina desde el 24 de marzo de 1976. Aunque la cúpula militar no expresaba antisemitismo – de hecho Israel tuvo una relación estrecha con ese gobierno – en las patotas, el odio a los judíos era tan usual como extendido. Abundaban historias de varios centros de detención clandestinos en donde los miembros de esa comunidad recibían el peor trato posible e incluso la existencia de murales con símbolos nazis.

La detención y desaparición del periodista Jacobo Timerman fue un ejemplo de ello. Su captor, el general Ramón Camps, lo interrogó largamente sobre el Plan Andinia, como si aquellas denuncias de Clarinada en 1935 y las posteriores de Beveraggi Allende hubieran tenido algo de cierto.

Con la llegada de la democracia el antisemitismo no se replegó. Por el contario, logró institucionalizarse en el Partido Alerta Nacional, una escisión de una agrupación del Partido Justicialista liderada por Alejandro Biondini. Años antes, Biondini había sido designado dentro de la cúpula del peronismo porteño y entró en contacto con los grupos judeófobos que habían sido parte o alentado a la Triple A. Biondini y José María Rosa, quien había estado ligado a la embajada nazi durante la guerra, fundaron en 1980 la revista “Línea”, que entre artículos de análisis político deslizaba conceptos con “la sinagoga radical” para aludir a la presencia de funcionarios judíos en el gobierno del radical Raúl Alfonsín.

La persistencia del discurso antisemita volvió a expresarse en forma violenta el 17 de marzo de 1992 y el 18 de julio de 1994 cuando dos explosiones arrasaron la embajada de Israel y la sede de la entidad comunitaria AMIA en el centro porteño. Aunque aún no se tiene certeza de los autores del atentado, no existe ninguna duda que los ataques no podrían haber sido perpetrados sin la existencia de cómplices locales y, además, que el naturaleza antijudía de los actos descartaba que se trataba de grupos o personas que militaban en el antisemitismo.

Llegando al presente, comienza a quedar claro que el antisemitismo no es, como podía ser en el siglo pasado, un asunto de la derecha política. También la izquierda adoptó un discurso contra los judíos potenciados por el conflicto en Medio Oriente y la situación de los palestinos en Gaza.

El dirigente piquetero Luis D´Elía, es quizás quien expresa mejor esa postura. Amparado en la solidaridad con los palestinos, no esconde el nerviosismo que le provocan los judíos y expresa ese sentimiento amparándose en una presunta militancia contra el sionismo, tal como lo vienen haciendo generaciones sucesivas de antisemitas.

Fue durante una marcha en apoyo a los palestinos en agosto de 2005 que D´Elia le reclamó a los judíos argentinos que “le reclamaran a su gobierno”, haciendo referencia a una supuesta lealtad de los argentinos hebreos hacia el gobierno de Tel Aviv, una acusación que es una constante entre los antisemitas desde el nacimiento del Estado de Israel. Es el mismo dirigente que no dudó en calificar despectivamente como “paisanos” a los miembros de la comunidad judía, afirmación que le valió una demanda por discriminación.

La postura de D´Elía contra el judaísmo se reflejó también en otros actores políticos que usaron la causa palestina para expresar su antisemitismo como sucede con la agrupación Quebracho y otros grupos de dudoso origen y vínculos con los servicios de inteligencia. Si bien los reclamos por un territorio para las palestinos que se amontonan en Gaza o están exiliados en diversos puntos del planeta es totalmente racional, aquella demanda de los que dicen defender a un grupo nacional en apuros no se repite para otros pueblos similares como el kurdo o, si se prefiere, para las etnias de pueblos originarios que fueron desalojados de sus territorios en la argentina.

La muerte del fiscal del caso AMIA, Alberto Nisman, el 18 de enero de 2015, disparó una nueva ronda de aseveraciones cargadas de tensión hacia los judíos. Desde la presidente Cristina Kirchner que hizo una imprecisa alusión al texto de “El Mercader de Venecia” de Shakespeare – en donde aparece el estereotipo de judío usurero en la figura de Shylock – y la actividad de los “fondos buitres” liderados por miembros de esa comunidad, hasta la abierta acusación de algunos de sus subalternos sobre la posible existencia de un plan sionista ejecutado por el Mossad israelí detrás de la denuncia del fisal, la idea de que existe un poder hebreo secreto mundial que se opone a la existencia o el bienestar de los argentinos, volvió a demostrar su vigencia.

Es evidente que, lamentablemente, la sociedad argentina parece ser permeable a los absurdos del antisemitismo. Una encuesta del 2011 para la DAIA del Instituto de Investigaciones “Gino Germani”–dependiente de la UBA-, mostró datos preocupantes. Según el sondeo: el 30 por ciento de los encuestados no quería tener vecinos judíos, el 82 por ciento creía que lo más importante para estos era hacer buenos negocios y ganar dinero y el 65 por ciento consideró que tenían demasiado poder en los mercados financieros internacionales. El 23 por ciento de los encuestados los culpaba de la muerte de Cristo. El 39 por ciento veía como algo negativo que los judíos desempeñen cargos políticos de importancia y el 45 por ciento afirmó que no se casaría con una persona de origen hebreo. El estudio fue elaborado a partir de encuestas a 1.510 personas de ambos sexos, entre los 18 y 65 años, incluyendo a todas las clases sociales, habitantes del Área Metropolitana bonaerense y de otras siete ciudades del país. Mendoza es la provincia con mayor percepción negativa de la población judía, ocupando Tucumán el segundo puesto del indocto podio.

Como señala Umberto Eco en su libro “El Cementerio de Praga” “es necesario un enemigo para dar al pueblo una esperanza” y en caso de que no exista se lo inventa o pueden atribuírsele pruebas falsas.Así, el pueblo judío cumplió el injusto papel de “chivo expiatorio” a lo largo de la historia, en el seno de diversas sociedades. La Argentina no es una excepción. Y lo que es quizás peor, en su afán de crear enemigos útiles a sus propósitos políticos, algunos grupos locales han incluido a los judíos dentro de un cóctel de adversarios de la patria junto a “buitres”, corporaciones imaginarias u otra clase de clichés. Y eso no es algo novedoso, sino que ya sucedió muchas veces y tuvo un enorme costo, que parece no haber servido para aprender hacia dónde condujo siempre el antisemitismo en nuestra historia.

http://www.eliminandovariables.com/2015/08/la-vieja-costumbre-argentina-del.html

 
Comentarios

Vaya, casi me caigo de la silla en ese lapsus de honestidad intelectual del autor del articulo cuando escribe…. «Aunque aún no se tiene certeza de los autores del atentado….» que no salió levantando el dedito acusador apuntando siempre en la misma dirección. Sobre la encuesta yo no hubiera quedado encasillado en los porcentajes, por ejemplo….. el 30% no quiere vecinos judíos, a mi no me molesta eso. En el 82% sobre hacer buenos negocios y ganar dinero , para mi es igual que cualquier otro capitalista egoista sea judio, cristiano o lo que sea. En el 65% que consideró que tenían demasiado poder en los mercados financieros internacionales estoy de acuerdo y eso es de sobra conocido, solo basta ver quienes son los mayores banqueros del mundo como por ejemplo Lloyd Blankfein que llegó a decir estar haciendo «el trabajo de Dios» , un demente con demasiado poder, o miremos los apellidos de los secretarios del tesoro de EEUU o presidentes de la FED. El 23% los culpaba de la muerte de Cristo, yo no creo ni que haya existido ese personaje. Sobre el 39% algo negativo que judíos desempeñen cargos políticos de importancia, a mi no me molesta si son eficientes y cualificados y por ultimo el 45% que no se casaría con una persona de origen hebreo, no tendría ningún ṕroblema con una chica que fuera judia si me gusta y hay feeling, lo unico que el tema religioso es algo personal de ella y no aceptaría que quisiera involucrarme.

Pinta de ISIS, cara cubierta de ISIS, SON terroristas, porque personas normales, no se esconden,

si lo dice un integrante de la entidad terrorista cuyos mercenarios vienen asaltando y profanando Al-Aqsa y agrediendo a los fieles que alli se encontraban durante el domingo, lunes y martes se debe considerar una «opinion calificada»…

¿Crees que la judeidad es un organismo monolítico?
Por patrañas como esa el terrorismo gana terreno.

Jacobo Enrique Churba

Soy judio y orgulloso de mi pueblo y de los aportes maravillosos que muchos han legado a la humanidad. Soy Argentino y orgulloso de mi pueblo y de los aportes que con su talento muchos han legado a la humanidad. Quiero expresar mi disgusto al ver como en esta nota generalizan de antisemitas a mi pueblo Argentino No es verdad y aun cuando evidencias sobran en la historia Argentina de actos antisemitas vivo en una sociedad que me permitió crecer libremente de acuerdo a mis creencias hemos perdido a un familiar en el atentado a la Amia y participo de una agrupación que Activa la Memoria tengo BH» una hermosa Familia y vivimos dignamente en este País deploro que esta nota solo remarque lo peor imagino que intenta defender de algún modo decisiones erradas del actual gobierno de Israel nada se dice de como se viven nuestras fiestas en templos y escuelas y de su libertad para la practica religiosa este país antisemita según su parecer no es ni la sombra de lo que se padece en Francia o la culta Europa y mucho menos de lo que nos pasa en la misma Tierra santa de Israel se viven días difíciles en el mundo como para propagar solo lo malo y lo peor que se encuentra en el ,por el contrario hay mucho de bueno y bello para resaltar .

El que escribe con el nombre de Adrian Roux tiene un tufo de extremista de izquierdas que hiede, no nos olvidemos que los extremos se tocan, los nazis y los comunistas fueron socios en el pasado y lo siguen siendo en el presente, agregando tambien a los nuevos socios islamofachistas

y vos tenes un tufo de haber estadio entre la banda de gangsters que comandaba Uri Ariel el domingo y que inició la provocación que derivó en los problemas de los ultimos días en Al-Aqsa….

Nada mas lejos de ello, eminente politologo e historiador de extrema izquierda Adrian Roux, ni soy religioso ni lo fui jamas ni me atrae para nada Uri Ariel ni su partido politico. Los incidentes en la mezquita de El Aqsa no son algo aislado, ya lo han hecho y lo volveran a hacer, especialmente cuando la mirada de la prensa mundial esta enfocada en la invasion islamista de Europa y no en los «pobrecitos palestinos» cosa que los llena de desesperacion.

Otra vez Adrian : tengo un amigo judio pero que los odio lo odio…… te tenemos identificado nos descubrieron venimos a conquistar el mundo somos los judios imperialistas tene cuidado

Raul como dijo una vez un insigne general : …si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla !!!!

Me gusta el comentario de Jacobo, me parece ponderado. No es bueno remover y remover lo negativo. Las historias pueden ser contadas de formas diferentes haciendo hincapié en el sesgo que se quiera dar, lo mismo sucede con los datos, con la estadística. Es bueno «normalizar», en la historia ha habido muchos «chivos expiatorios» y pueblos tratados injustamente pero que tal si cambiamos el punto de vista para sentirnos simples (grande es llegar a esto…) seres humanos como nuestros congeneres que comparten un mundo donde los «verdaderos poderes» movilizan corrientes que se les suelen escapar de las manos.
Se exponen tantos datos y las conclusiones son tan negativas…

Los judios somos el 0,02 % de la humanidad. Si ese número maneja las finanzas, la política, la ciencia, etc. etc del mundo lo merecemos porque el resto de la humanidad son los monos que dicen somo nosotros, así que nos tienen que honrar y obedecer.
¡ Cuanto odio y estupidez e ignorancia puebla la Tierra!

Pues esto va dedicado a ti, A.R. Entiendo por tu vocabulario, que eres argentino. Pues, qué “pelotudo” eres, A.R. Yo creí que eras un alucinado, que repites proclamas idiotas provenientes de otros interesados en presentarse como víctimas cuando son ellos los victimarios. Conducta propia de psicópatas acostumbrados a aprovecharse de minorías que no están en condiciones de defenderse de violaciones de mujeres indefensas ó asesinatos por degüello de bebés. Te he dicho en cruces anteriores que luego de 2000 años de aceptar sin respuesta las matanzas indiscriminadas e inmotivadas de judíos por parte de grupos cristianos y musulmanes, los judíos hemos aprendido a defendernos por nosotros mismos de las hordas zoológicas que pretenden derramar sangre judía sin castigo. Entonces, pedazo de “tarado mental” (otro argentinismo), dile a tus mandantes que si siguen atacando a los judíos desde Al-Aqsa, pues serán reprimidos. Israel no ataca a quien no la ataca. Cuando se defiende, lo hace seriamente, como para que al atacante no le queden ganas de seguir cometiendo atropellos. Por consiguiente, tal como la madre de Boabdil le dijo a su hijo cuando éste perdió el Reino de Granada en 1492, NO LLORES COMO MUJER LO QUE NO SUPISTE DEFENDER COMO HOMBRE.

Si mister Marucho, soy argentino y muy feliz y orgulloso de serlo y mis abuelos eran franceses. Tal vez usted haya sido uno que nació aca pero nunca fue argentino sino solo un judío que eventualmente nació aca que no es lo mismo. Yo no tengo ni tuve ni tendría nunca «mandantes» , solo expreso mis ideas y opiniones libremente y sin una falsa correción politica ni pelos en la lengua sobre cosas que veo y que suceden aqui o en en el mundo y que considero reprochables y siento deseos de expresarlo. Sobre especificamente lo que sucedió estos ultimos 3 días en Al-Aqsa y aunque no es la primera vez tampoco, comenzó igual que otras veces, con judíos que fueron con la intención manifiesta de provocar a los fieles palestinos reunidos allí sabiendo cual iba a ser el resuitado de esa acción (método Sharon) para luego tener la excusa para enviar a 200 mercenarios o mas del régimen de ocupación a reprimir a quienes fueron provocados y se defendieron. No venga a querer poner el carro delante del caballo mister Marucho.

Si hubo un plan concreto para fundar una colonia Judía en tierras Americanas, a partir del «Congreso Sionista», pero aquí se lo está exagerando. A partir de los pogroms de Rusia y luego con la inminente llegada de la revolución bolchevique, que ya C.Marx planteba que con la «asunción del comunismo», el judaísmo se «perdería» de las páginas de la historia, tomó fuerza la idea de formar seriamente un estado Judío. No con la intención de quitarle a nadie su tierra, sino de preservar la «Nación de Israel», que es un concepto totalmente distinto.

A lo cual se comienzan a adquirir tierras en Argentina, principalmente en Santa Fé, se funda «Moises Ville», con los auspicios del Barón Hirsh, y otras mas pequeñas, de las cuales sus habitantes ya gran parte han emigrado a Israel pero continúan existiendo.
Las historias de «pogroms» en Argentina, no tienen nada que envidiarle a los de Rusia del siglo XIX y tampoco su literatura, pero no debe sorprender, ya que fué la segunda colectividad Judía de América y donde hay judíos hay antisemitismo invariablemente y este es mas fuerte cuanto mas importante és. En el artículo faltó las cortadas de rostro de los años 60`s por los «tacuara» y otras malas yerbas.

Fué con la llegada de Israel que comienza a moderar-se, pero se intensifica con la aparición de la OLP y toda su parafernalia terrorista y vuelve a intensificar-se con el integrismo islámico, se podría decir que el estado de Israel, está totalmente justificado y su fortalecimiento es directamente-proporcional al fenómeno del hoy «antisionismo» en auge.

No hay que sorprender-se que aparezcan elementos desestabilizadores y contestatarios empedernidos en la-contra, pues debemos dar gracias de tener la oportunidad de debatir, el mejor camino de esclarecimiento (hasbará) , por lo que hay que estar ilustrado al respecto.
Y la inquisición esxiste en América desde la conquista, recomiendo leer «La Gesta del Marrano» de Marcos Aguinis.

Aunque hay que reconocer que el «Plan Andina» no está mal !!!, el único inconveniente es la sequía, ya que la cordillera no permite cruzar los vientos del oeste-Pacífico, pero bueno, se puede estudiar la forma de solucionar el problema.-

Que se yo, yo no entiendo nada, y solo creo lo que veo dia a dia, la gran mayoria de mis amigos son judios, yo soy de madre decendiente judia y amo la nacion de Israel, me llevo muy bien con mis amigos, son las personas mas respetuosas que ahi, no son para nada egoistas, pues hasta me invitaron a viajar para año nuevo, y siempre lo que pueden dan, son muy alegres y aman la vida. Eso es lo que yo veo, lo demas no vi, cada uno con su tema y debe respetarse. Shalom!

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