El Día del Perdón es un día no sólo religioso, de balance personal para los judíos observantes, sino que es también una invitación a los no practicantes a detenerse en el tiempo, de la vorágine cotidiana para sumarse a la reflexión. Porque después de todo ¿qué es el balance, qué es perdonar y ser perdonado, qué significa reconocer lo bueno y lo malo de nuestra acciones? Ese día somos pequeños ante la incertidumbre. Somos vida pero no sabemos cuánto viviremos. El misterio de nuestro tiempo es, en el Eterno Tiempo, una incógnita y ante lo Superior somos sus súbditos que ignoramos nuestro final. Lo que sí sabemos es cómo nos hemos comportado porque somos conscientes de faltas y de bondades. Nadie mejor que uno mismo para ser el primer juez de nosotros mismos, pero ante el temor del futuro desconocido pedimos ser absueltos para poder recomenzar.
El hecho de quedarnos ese día sin los arreglos cotidianos que neutralizan nuestros humores y olores, de no tentarnos con la comida ni el placer sexual, de rezar para aquellos que lo hacen y de leer el Majzor para los que deciden acompañar las lecturas pertinentes; es toda una ceremonia que ayuda al encuentro con el yo.
Es tan bello ver los templos repletos de judíos que continúan con esa milenaria costumbre; es tan emocionante ser parte del silencio en el Izkor (Oración por la memoria de los difuntos); es maravilloso esperar, antes que se cierren los portones del cielo, que venga un año nuevo junto a la judeidad universal, bajo el sonar del shofar; es indescriptible lo que se siente en el abrazo familiar para desear que todos seamos inscriptos en el Libro de la Vida con la frase «Jatimá Tová», la misma que repetimos a cada encuentro en los días de Iamin Noraim a amigos y desconocidos.
Y cuando nuestros niños se van acercando a la Bimá (altar en el templo) con las velas, las lágrimas refractan hasta el infinito la iluminación espiritual colectiva hasta que en la oscuridad absoluta se estremecen las almas junto al resonar del shofar, momento en el que el llanto se transforma en canto y la alegría estalla por haber sido capaz, cada uno a su manera, de haber decidido ser mejor persona.
Y hasta el próximo Iom Kipur seguiremos siendo impe rfectos pero capaces de dedicar un día completo para perdonar y ser perdonados, aunque el único que perdona no está a la vista sino que ya está anotando falencias y virtudes para sopesarlos el próximo año.
Solo los nécios se muestran incapaces de reflexionar acerca de su condicion pecaminosa, y de hacer autocrítica al respecto … meditar en relacion a la orientacion y al contenido que comunmente le damos a nuestra existencia, es ademas necesario, saludable en términos absolutos … Reconocernos ante Di-s, infractores tantas veces de Su Voluntad, y del propósito que por medio de ella, estableció para cada uno de nosotros, equivale a fijar las bases sobre las cuales iniciar una nueva andadura, desde mejores premisas, y mas beneficiosos objetivos …
Hacer balance, ayuda a recomponer errores, reconocerse pecador, buscar el Perdon Divino, y otorgarlo consiguientemente a quienes nos hayan ofendido, es haber entendido la leccion que nos dicta la vida, y sacar provecho de su valiosa enseñanza …