Amigos… otra vez.
Terminó el noticiero, y otra vez las viñetas pintorescas van a tener que esperar, vamos a tener que ahorrarnos los inevitables nervios, los comentarios zumbones, las socarronerías contra los políticos de turno… estamos a pocos días de Yom Kippur, amigos lectores, el Día del Perdón, el Día de la Expiación de los pecados… ¿Expiación? ¿Perdón? Por estos días, los medios de comunicación, las redes telefónicas, celulares y virtuales se ven inundadas de mensajes, orales o escritos, de personas que se dirigen a otras personas… pidiendo perdón. Perdón… ¿Por qué? No importa, perdón por una ofensa, perdón por una agresión, perdón por un daño material, perdón por un daño físico… algunos piden perdón de corazón, «de onda» como nos manda la moda actual del slang, pero otros… no puedo entender a la gente que pide perdón por daños irreparables, así como tampoco puedo entender a la gente que por haber pedido perdón y haber ayunado durante veinticuatro horas, no importa la gravedad de sus negligencias, creen haber expiado sus pecados, creen haber vaciado su «alforja negativa», haber lavado la mugre de sus almas y todo está lindo y todo está bien… Resulta asombroso comprobar año tras año cuánta gente cree que el ayuno de Yom Kipur es la clave de la limpieza del alma, la redención de los pecados… cuando está clarito que el ayuno de Yom Kipur redime de todos los pecados… de todos los pecados que uno cometió contra Di-s, y pare de contar, che. Él… seguramente nos perdonará con un ayuno, seguramente nos perdonará si nos golpeamos el pecho… pero nuestros pecados con el prójimo… esos los tenemos que expiar, resolver o pedir perdón por ellos al prójimo mismo, y esos pecados no se arreglan ni ayunando, ni golpeándose el pecho, ni haciéndose ver en un templo rezando, vestido con las mejores galas, golpeándose el pecho o cantando liturgia, para recomenzar al otro día con nuestras mismas grandes y pequeñas negligencias diarias, donde las dejamos el día anterior… hasta el próximo día del Perdón.
Amigos queridos, no pretendo con esto ofender los sentimientos de quienes creen sinceramente y sienten la necesidad espiritual de cumplir con todos los preceptos, celebrar todos los rituales, emocionarse (como este humilde y un tanto hereje servidor) al escuchar la melancólica y a la vez solemne letanía del Kol Nidré… simplemente reitero que no comparto la necesidad de flagelarme físicamente durante 24 horas para expiar pecados que mejor no cometer desde el vamos antes que esperar a una vez por año para no comer y así lavar muestras almas, tampoco creo en la necesidad de comprar y pagar un lugar en un templo para poder ingresar en él en los así llamados Días Temibles… aclaro que hay templos (a los que me refiero los vi sólo aquí, en Israel) que no cobran por sentarse a compartir un Kol Nidré, así como tampoco, como ya lo mencioné más arriba, creo en el ayuno como método expiatorio de pecados. Si todos nos levantásemos todos los días con la sincera intención de racionalizar nuestra a veces justificada ira, pensar antes de hablar, contar hasta diez antes de dar rienda suelta a nuestra agresividad… prestar más atención cuando manejamos un vehículo, sería como que estaríamos haciendo miles de microscópicos ayunos, sería como que nos introducimos en el espíritu mismo del Día del Perdón, la esencia misma de la intención de esa fecha solemne, que más que expiar pecados ya cometidos y que a veces no tienen arreglo es hacer reflexionar a los seres humanos sobre la posibilidad de reducir al máximo ese número de pecados y negligencias cometidos durante el año que finaliza… entonces, sólo entonces, el verdadero espíritu del mensaje de Yom Kipur habrá anidado en nuestras almas.
GMAR JATIMA TOVA.
Marcelo Sneh (Beer Sheva, Israel)
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