Seguramente está de moda enfadarse con Israel. Lo hicieron el presidente español Zapatero en su momento, Obama y hasta Hollande. Total, una culpa más no hace mella en quien la señala, en este caso el dedo del inocente y corto de talla Abdullah II, que tiene que hacer su papel porque de lo contrario lo presionan los palestinos que viven en su reino y que no terminan de ser jordanos. Lo cierto es que mientras no exista una estado llamado Palestina le compete a él ocuparse de los lugares santos del Islam en Jerusalén, lo que significa poner un poco de orden entre sus gentes y llamar la atención de la enfadada juventud que sabe poco más que arrojar piedras y bombas Molotov. Es un milagro que Abdallah, el siervo de Alláh, aún subsista, que reine sobre sus beduinos y enfadados súbditos, tal vez gracias a la asistencia de Israel, el estado de los judíos que de uno u otro modo contribuye a la estabilidad de Jordania. Tarde o temprano tendrá que escoger y no le será fácil. Si corta del todo los lazos con Israel ¡sus enemigos se lo comerán vivo, o bien los refugiados sirios e iraquíes! Ilustrado y astuto como es, sin embargo es incapaz de decirle a los suyos que los israelíes también tienen sus derechos sobre el Monte del Templo, tal y como especifica la Biblia y por supuesto la Historia. Las mezquitas llegaron mucho después y Al Kuds, la Santa, es la tercera ciudad del Islam en orden de importancia, o sea que tienen otras dos para divertirse mientras que los judíos sólo tenemos una y eterna.
Pero la lógica del Islam no es la nuestra. Para sus fieles es todo o nada, sumisión o desprecio. Lo vemos en Siria, Libia y el Yemen. Una carnicería sin fin, el orgullo de matar o morir mártir. La soberbia de llenarse la boca con grandes palabras que ocultan pequeños hechos o ninguno de verdad significativo. La ingenua creencia de Golda Meir respecto de que los países árabes comenzarían a querernos cuando se educaran, tuvieran acceso a las universidades y conocieran un poco mejor la realidad de su entorno, resultó ser poco más que una quimera. Como la primavera árabe que tanto entusiasmo despertara en su momento, un fiasco total. El líder actual de Al Qaeda es médico, y muchos de los islamistas combatientes en Siria que proceden de Europa y América son universitarios altamente cualificados. Eso no los hace más tolerantes, por supuesto. Quizás todo lo contrario. Quizás leen lo que les sucede, a los islamistas, esa lluvia de bombas cotidiana bajo la que se hallan en Irak y alrededores, como el preámbulo de un triunfo indudable. El sadomasoquismo no tiene fronteras, la pereza mental sólo tiene una idea fija: los demás están equivocados dado que la razón la tengo yo. También Irán se arrima al fuego y se confiesa, por boca de uno de sus más altos militares, deseoso de una confrontación con Israel. ¡Pobrecito, no sabe lo que le espera!
Es extraño que los musulmanes no hayan sobresalido en el ámbito de la publicidad, ¡tienen en su seno grandes propagandistas cuya suerte es la ignorancia de quienes los escuchan! El enfado de nuestros ancestrales enemigos no es nada nuevo, se dirige doblemente a nosotros y a los suyos, no vaya a ser que consideren que Abdallah II es un tibio. Es bien caliente pero se contiene, está irritado pero en su justa medida, amenaza pero no del todo. Lo cual es comprensible considerando los difíciles equilibrios que debe hacer. Como descendiente de Mahoma, tiene una espada bajo la almohada. Ojalá no se le clave antes de tiempo.
ESTA ES LA FOTO CORRECTA…MIS DISCULPAS