No nos gusta publicar ni artículos anónimos-ni siquiera los seudónimos nos entusiasman -y en general, tampoco dar información sin que la fuente esté clara. Pero cuando revelar la identidad de un entrevistado puede poner en riesgo su vida-y cuando claro está que no se trata de un criminal sino muy por el contrario, de alguien de actividad noble y digna- las reglas cambian.
Comenzamos con esta aclaración porque la persona central en la nota de hoy es una israelí que ha dedicado y continúa dedicando gran parte de su tiempo a ayudar a gente en peligro, lo cual la ha llevado nada más ni nada menos que a Siria, donde la catástrofe humanitaria comenzó mucho antes que el mundo se estremeciera con la foto del pequeño Alyan Kurdi muerto en el Mediterráneo.
Nuestra entrevistada y quienes trabajan con ella saben que lo terrible de la guerra puede llevarlos nuevamente a Siria , por lo cual prefieren que su identidad se mantenga en secreto. Pero se hicieron presentes donde era necesario prestar ayuda, cuando el mundo aún parecía no comprender lo que estaba pasando, o prefería mirar para otro lado.
Ahora, con el aluvión de refugiados sirios que buscan salvarse y empezar de nuevo en Europa, volvimos a comunicarnos con esta persona tan singular-llamémosla X- , quien nos dijo: «Europa no ayudó a la población siria cuando esta se hallaba en su propia casa, y ahora no tienen más remedio que ayudarlos cuando llegan a la propia Europa. Los sirios enseñaron a Europa una lección muy importante: lo que está pasando es el precio de la indiferencia».
A continuación, un resumen de la conversación con «X» sobre la ayuda a los civiles sirios.
¿De dónde viene la inspiración para hacer lo que usted hace, arriesgando su propia vida?
La inspiración viene del ADN judío, que santifica la vida. El judaísmo considera que la vida es sagrada, no sólo a de los judíos.
Eso no significa que sea lo más común arriesgar su propia vida para ir a un país enemigo a tratar de ayudar a otros…
Nuestra propia historia, por la cual cuando nació Israel teníamos de fondo el recuerdo muy fresco de la Shoa, me llevó a entender que mi «nunca más» no me permite callarme como el mundo se calló en aquel entonces. El mundo calló también en Darfur, cuando se proclamó que allí ocurría un genocidio.
¿Ustedes trabajan un poco como quijotes solos en el terreno o cuentan con ayuda del Estado, aunque extraoficialmente? Recordemos que oficialmente, Siria es país enemigo.
En el caso de Siria, tenemos el beneplácito del gobierno de Israel, para pasar heridos a través del aeropuerto internacional Ben Gurion en ciertos casos. Cuatro ministerios colaboran con nosotros, dejan la política de costado y actúan guiados por la compasión. Creo que es algo que me animo a decir que vemos casi exclusivamente en Israel.
¿Cuáles son sus conclusiones tras haber participado en distintas iniciativas de ayuda a los desplazados sirios?
Hay quienes dicen que su problema no es con judíos sino con israelíes. Pero hay un grupo cualitativo de sirios que comprende las cosas de otra forma, gente con la que hemos trabajado, que entiende que nuestra motivación es solamente ayudar, no conseguir nada para nosotros. Hoy en día son parte de nuestro equipo y son gente querida para mí. Entienden que quien dijo durante años que los cuida, es quien los está matando, y que cuando nosotros llegamos a prestar ayuda urgente, los estamos salvando. Me lo han dicho en forma muy directa.
Es que hasta ahora no tenían forma de saber sobre lo que nosotros hacemos, y no les resulta fácil comprender quiénes somos.
¿Quiénes son los voluntarios que trabajan con usted, qué tipo de gente es?
Los voluntarios son gente común, como tú y como yo. Es un microcosmos de Israel. Gente con hijos en casa que logra poner su vida de lado por dos o tres semanas, comprendiendo que la vida sigue igual y que ellos pueden dedicar ese tiempo a ayudar a otros , aunque ni los conocen.
Habrá quien diga que hay mucho por hacer también dentro de Israel, gente que necesita ayuda, aunque por cierto de otra índole…
En cuanto a ese concepto de que «la caridad comienza por casa», yo digo que el deber de ayudar a tu propio país, es un deber civil, ciudadano, una forma de vivir. No es cuestión de elección. Y mi forma de hacerlo, es ayudando afuera. Porque sé que puedo ayudar a quienes tienen menos suerte que nosotros, porque dentro de nuestras fronteras, tenemos quien nos cuida y vela por nosotros, algo que otros no tienen.
¿Cómo ve la situación de la lucha por la paz…o la continuación de la guerra entre Israel y algunos países árabes?
.Yo no soy ni extrema izquierda ni izquierda lunática. Tengo claro que si se firma la paz en algún momento, no será realmente paz sino, en el mejor de los casos, un buen alto el fuego.
Yo quiero comer humus en Damasco y poder pasar de un país a otro en esta región, como se pasa en Europa. Y nunca voy a disculparme porque Israel es fuerte en el barrio en el que vive. Y al mismo tiempo, creo que tenemos la obligación de tratar de llegar a la paz.
Me alegra saber que soy el lado fuerte. Veo lo que Bashar el Assad, Presidente de Siria, hace a sus hijos y entiendo qué haría a los nuestros si pudiera.
excelente entrevista, gracias por compartir Dori!!