El centenario conflicto entre árabes y judíos, uno de los tantos existentes en el Medio Oriente, evolucionó en las últimas décadas para convertirse en un conflicto que enfrenta a palestinos e israelíes.
Cada bando esgrime los que consideran son sus derechos históricos, nacionales y religiosos. Sin embargo, cuando irrumpe el fundamentalismo, las pasiones sobreponen a la razón y pone a prueba a lideres, sociedades y a los ciudadanos del mundo que somos testigos de nuevas conflagraciones donde una chispa pudiera transformarse en una hecatombe universal de proporciones desconocidas.
Hablamos de dos pueblos con raíces milenarias, pero con valores antagónicos. Los israelíes viven bajo la cultura occidental, democrática, incluyente, pluralista, progresista, exitosa en el plano social, científico y tecnológico, donde la preservación de la vida, propia y ajena, es el valor supremo a defender, en donde la voz crítica de sus ciudadanos y la libertad de expresión constituyen elementos fundamentales para la existencia nacional.
La contraparte palestina, en cambio, vive en la frustración, rehén de un pasado cuyas aspiraciones nacionales han conocido fracaso tras fracaso, tanto por decisiones erradas de sus dirigentes como por las acciones de sus rivales. Una y otra vez optaron por el terrorismo y fueron derrotados por los israelíes o por los ejércitos de sus hermanos árabes que, estos últimos y por miles, los asesinaron cuando se levantaron contra sus gobernantes. Hoy viven engañados, manipulados, traicionados y enceguecidos por un odio hacia todo aquel que les habla de soluciones a largo plazo. Incapaces de reconciliarse con sus enemigos, incluyendo a los internos, no aceptan las fórmulas que se les presentan. Viven empobrecidos por su corrupto liderazgo que se ha enriquecido con su sufrimiento, situación que los ha llevado a un callejón sin salida, muchas veces, víctimas de las circunstancias por ellos mismos creadas.
Optan por la solución utópica de borrar a Israel del mapa, traducido en atentados en contra de civiles judíos, induciendo a sus hijos e hijas para que sean mártires bajo promesas de sus líderes religiosos de alcanzar así la vida eterna que les asegure la entrada al paraíso escapando del infierno en el que viven. La actual ola de asesinatos perpetrado por palestinos responde a la propagación de la noticia infundada que los judíos buscan alterar el status quo en Monte del Templo, pretexto utilizado por los fanáticos musulmanes para darle nuevo oxigeno a un conflicto casi ignorado en la reciente Asamblea General de la ONU donde se vio desplazado a un segundo plano de interés mundial ante la gravedad de la crisis siria.
Aquellos días no tan lejanos en que los judíos caían víctimas de las masacres no volverán. Buscar la convivencia pacífica jamás debe confundirse con pasividad ante los asesinatos. Israel negocia, con determinación y voluntad para ejercer la defensa, aun asumiendo dolorosas concesiones territoriales ofrecidas y cumplidas en el pasado, pero está obligada a defenderse de los ataques en el que la seguridad de sus ciudadanos está en peligro. La vida es el valor supremo a ser respetado por ambos liderazgos que deben pronunciarse con mensajes contundentes de convivencia y respeto a la existencia del rival.
Del lado israelí hemos visto manifestaciones públicas de ciudadanos insatisfechos exigiéndole a sus líderes cambios en su política que conlleve al apaciguamiento de la situación. Hemos visto también el arresto de fundamentalistas judíos que tomaron la justicia en sus manos incendiando mezquitas y casas palestinas, elementos que están al margen de la ley y que hoy enfrentan cargos criminales en los tribunales israelíes. Lamentablemente del lado palestino no se han oído las mismas voces críticas hacia sus líderes. No se han visto mensajes de palestinos valientes que llamen a la calma y al cese de la incitación al odio, por el contrario, solo oímos llamados a repotenciar el conflicto y a seguir asesinando judíos, recibiendo los victimarios o sus deudos compensaciones económicas de la Autoridad Palestina, Hamás, Irán y Qatar.
Este es un punto de inflexión sobre el cual se desarrolla la dinámica diaria en aquella atribulada región. Israel extiende la rama de olivo a sus vecinos palestinos con los que desea vivir en paz bajo la fórmula de dos Estados para dos pueblos. Es de titanes buscar la paz, un anhelo racional y realizable, ya que la paz, por más difícil que cueste creerlo, esta a la vuelta de la esquina. Esta en usted y nosotros encontrarla.
POR CADA ATOMO QUE EXISTE EN EL UNIVERSO SEA BENDECIDO EL PUEBLO DE ISRAEL Y QUE DIOS DE LE LA VICTORIA POR SIEMPRE.