Lobos no tan solitarios

Cuando el deseo de matar es superior al vivir, vivir como sea, una sociedad se encamina hacia el abismo. No es necesario que toda la manada ataque. Unos cuantos lobos cazan para los demás. Del mismo modo y en Alemania, en el período nazi, varios miles de asesinos fueron suficientes para emponzoñar el ánimo de una nación entera y conducirla al desastre, realidad que podría repetirse una vez más y en el futuro con los musulmanes si siguen llegando en masa a Occidente, donde pese a las delicadas y lacrimógenas voces de algunos , no son bienvenidos. La manada que vive de las supuestas heroicidades de los lobos palestinos festeja sus asesinatos, se llena la boca sobre las bondades del martirio e incluso ayuda a la familia de los criminales. No alcanza a ver, la manada silenciosa, que a cada nuevo golpe el clavo de acero israelí se hunde más en esa, su tierra ancestral, ni tampoco que el veneno que potencialmente fermenta en su seno hará que los cachorros sacrificados sean cada vez más jóvenes
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¿Quiénes se están beneficiando del terror en Israel, en el norte y ahora en el sur? Desde luego que no la población árabe, todo lo contrario. ¿Hamás? Si acaso se desata una nueva guerra es probable que no haya tanta contemplación con los gazatíes. ¿Hezbolá en el Líbano? Menos aún, los rusos los usarán y luego los devorarán, que es lo que suelen hacer desde siempre. ¿La Autoridad Palestina? Mucho menos aún. El único que se beneficia es el infierno, que ve llenarse sus candentes espacios de almas desesperadas a quienes la vida ha despojado de todo amor, compasión y tolerancia.

Es decir que nada de paraísos de huríes para esos asesinos de ancianos y niños israelíes, nada de jardines magníficos en donde Mahoma los espera como un presidente para darles la mano de bienvenida. Han sido engañados, los lobos solitarios, llevan décadas dando vueltas en la noria de la negación y el rechazo, y están tan desesperados que muerden al primero que pase, afilan de noche los cuchillos que esgrimirán de día y fabrican bombas caseras ciegos de ira. En lugar de festejar el día de la conciliación y el acuerdo, festejan el desprecio, la indignación, el odio, la animadversión, el rechazo a los hijos de Jacob.

Israel enfrenta, en estos momentos, y en su trastienda, la peor de las agresiones, llámese o no Intifada. Puede aparecer en cualquier lugar y en cualquier circunstancia. La manada cría sus lobos en la oscuridad del desencanto y de día, si puede, acude a trabajar donde los judíos, por jornales muchos mejores que los que tendría en Egipto o en el Líbano. Quiere, la manada, beneficios sin compromisos. Llegará un punto en que volverá al canibalismo, pues los lobos se comerán entre sí, eso si les quedan cuchillos para destazar a sus presas. La teoría de cuanto peor mejor es inválida en Israel, que conoce su propia desesperación y su inevitable desengaño.

¡Ahora sí que no hay con quien negociar! ¡Ahora sí que Occidente comienza a ver que el integrismo palestino es igual al integrismo islámico de todas partes! Que lo vea no quiere decir mucho, en verdad. Tardará un tiempo en comprender que lo que pasa allí, en Israel , se extenderá como un maremoto por los banlieux, ya lo ha hecho en el pasado y volverá a hacerlo en el futuro. Aún no han nacido, ni siquiera por mutación primaveral, los lobos vegetarianos. En cuanto a la manada, ulula ante la luna para que no le falten víctimas a sus lobeznos. Adquirió esa costumbre, la de subir a sus terrazas a festejar, cuando cayeron las torres en Nueva York o, peor aún, cuando Sadam Hussein lanzó sus misiles contra Israel, es decir contra ellos mismos. Si la muerte te interesa más que la vida, es que tienes una idea miserable de la vida.

Mario Satz