En el marco de las nada nuevas discusiones sobre las razones de cada estallido de violencia, las partes se acusan mutuamente. Casi de más está decirlo. Los palestinos sostienen que la culpa la tiene «la ocupación». El Primer Ministro israelí asegura que de fondo hay «un deseo de destruirnos». Se discute también sobre la importancia que tiene -o no-la ausencia de negociaciones de paz y por ende la falta de horizonte político, en la «desesperación» de los palestinos.
Podríamos recordar que hay mucha gente desesperada en el mundo, que no sale a acuchillar a nadie, pero ese es tema aparte.
Más allá de lo legítimo de considerar que tal o cual circunstancia política puede incidir en la situación y quizás mejorarla, hay un hecho indudable: los jóvenes que atacan en las últimas semanas, armados con cuchillos en la mayoría de los casos, llegan incitados a la violencia por su exposición a las redes sociales y a los medios de comunicación palestinos. Incitados, decimos, porque el mensaje que allí se transmite, de boca de las máximas figuras palestinas, falta a la verdad, inventa una realidad peligrosa y por ende, invita a los palestinos musulmanes creyentes a tomar medidas para defender lo que consideran sagrado, aunque el peligro por el cual advierten, en realidad, no existe.
MENTIRAS
En forma tajante, insistente y tergiversadora de la verdad, se afirma que Israel quiere destruir Al Aksa, en referencia por supuesto a la mezquita de dicho nombre, aunque en realidad el término es usado por los musulmanes para hablar de todo el complejo que incluye también al Domo de la Roca, de cúpula dorada, en lo que el Islam llama Haram al-Sharif, y los judíos, el Monte del Templo, o sea Har Habait. En el «mejor» de los casos, se dice que Israel quiere cambiar el «status quo» y dividir el lugar.
El así llamado «status quo» es la situación reinante desde la conquista de la Ciudad Vieja de Jerusalem en junio de 1967, cuando Israel, al repeler la agresión jordana en su frente oriental, decidió unir Jerusalem, liberando el Muro de los Lamentos y llegando al Monte del Templo. Se conquistó toda la Ciudad Vieja y pasó a la historia aquella famosa frase del entonces Jefe de los Paracaidistas Mota Gur gritando «El Monte del Templo está en nuestras manos».
Pero en la práctica…no tanto.
STATUS QUO
De acuerdo a lo decidido por el entonces Ministro de Defensa de Israel Moshe Dayan, los judíos podrán subir a visitar el lugar- al igual que otras religiones- pero ni ellos ni cristianos podrán orar allí. Los únicos que podrían rezar en el Monte del Templo, serían los musulmanes. Hubo una gran polémica. Dayan se mantuvo firme.
Se trata, cabe recordar, del lugar más sagrado para el pueblo judío, dado que allí se encontraban los dos Templos, el construido por Salomón y destruido en el 586 AC y el erigido por Herodes y destruido en el año 70 de nuestra era.
Las mezquitas que allí están hoy, fueron erigidas en el siglo VII, casi siete siglos después de la destrucción del templo judío (al nacer el Islam) ,justamente en el sitio en el que este se hallaba. Dado que no se puede determinar con exactitud dónde estaba ubicado el «Kodesh HaKodashim», el lugar del Arca Sagrada, la enorme mayoría de los rabinos prohíbe subir al Monte por temor a que éste sea profanado.
Pero hay ciertos grupos, apoyados inclusive por algunos políticos, que exigen cambiar el «status quo», permitir que los judíos oren en el Monte (no dentro de las mezquitas, pero sí en las explanadas). Sus visitas al Monte sagrado se han intensificado en los últimos tiempos y los palestinos sostienen que esto es una provocación.
Mucho podría decirse, claro está, sobre las reacciones de musulmanes radicales-no sólo en este caso sino en diferentes partes del mundo- cuando consideran que sus sentimientos fueron heridos. A menudo, dan a entender o dicen explícitamente, que ello justifica dar muerte a quien los «ofendió».
Aún si esas visitas fueron últimamente hoy más asiduas – y el hecho que hay israelíes que llaman a orar en el Monte preocupa realmente a los musulmanes palestinos- difícilmente concebimos que no presten atención ninguna a las muy reiteradas declaraciones al máximo nivel de toda la cúpula de gobierno de Israel, que recalca una y otra vez su oposición a cambio ninguno en el «status quo».
Lo ha dicho el Presidente Reuven Rivlin, también el Primer Ministro Benjamin Netanyahu, el ministro de Defensa Moshe Yaalon, y lo han asegurado diferentes autoridades de seguridad en el terreno: nadie piensa cambiar el «status quo». Pero tal como advirtió Rivlin, conocido por sus posturas siempre en búsqueda del acercamiento y el mutuo respeto: el status quo debe ser respetado por ambas partes.
La violencia de los últimos tiempos, es un intento de cambiar el status quo y de impedir que judíos suban al monte ni siquiera para visitarlo.
PROFANACIONES
Acumular piedras y botellas incendiarias dentro de las mezquitas, eso es profanarla. Y si de allí se ataca a los visitantes judíos, a los que oran abajo en el Muro de los Lamentos, no resulta sorprendente que luego, los policías irrumpen al lugar y tratan de frenar a los radicales junto a Al Aksa.
Pero el mensaje que se transmite al público palestino, nutriendo más y más la hoguera de la violencia, de boca del máximo liderazgo, es peligroso. El Presidente Abbas ha formulado numerosas declaraciones explosivas, con lo cual ha jugado un rol nefasto en la violencia actual. Ha dicho frases como «no permitiremos que los judíos profanen con sus pies sucios los lugares sagrados», «los santuarios son nuestros y no permitiremos que nos los quiten», o «apoyamos a nuestros hermanos que protegen Al Aksa», esto último supuestamente en referencia a los jóvenes violentos que provocan disturbios en el santuario, o a los que matan en su nombre.
TERRORISMO
Lo más grave es cuando todo esto se conecta directamente con los terroristas responsables de la muerte de israelíes en atentados.
Son demasiado numerosos los ejemplos. Nos limitaremos a uno de los últimos días.
Al darse sepultura a Muhannad Halabi, que asesinó recientemente en la Ciudad Vieja de Jerusalem a dos israelíes, hiriendo a la esposa y uno de los hijos de uno de ellos, el movimiento Al Fatah del Presidente Abbas colocó en su tumba «tierra de Al Aksa», explicando quienes manejan su cuenta de Twitter, que ello es «para que el cuerpo muerto del mártir pueda abrazar la tierra por la que murió».
Terrible forma de honrar su fe…
Además, el Ministerio de Educación en la Autoridad Palestina, anunció la plantación de árboles de olivo para «honrar a los mártires del levantamiento popular».
Debemos reconocer que cuesta escribir estas líneas.
Son tantos los ejemplos de este tipo, de la glorificación de asesinos y honor a terroristas, que cuesta pensar con quién Israel puede hablar. No estamos refiriéndose a Hamas o Jihad Islámico, que en nada nunca sorprenden. Estamos hablando de Fatah, de la Autoridad Palestina, que se muestran al mundo como moderados y deseosos de paz.
No creemos que el Presidente Abbas considere que la situación mejorará con una continua violencia contra Israel. Ni que crea que eso es lo ideal. Pero si su pecado es que por no poder controlar el terreno e irradiar la confianza necesaria a su pueblo, se deja llevar por los radicales y ajusta a ellos su discurso, pues no es digno de estar donde está, y por cierto tampoco de ser visto por el mundo como el interlocutor moderado que merece representar a los palestinos.
Y si la explicación es que realmente cree todo lo que está diciendo, es no menos grave.
PROPAGANDA PELIGROSA
Lo más grave de todo lo que está pasando, a nuestro juicio, es la nueva etapa en la propaganda, aquella que se desata a raíz de los atentados, y que se usa para alimentar más aún el odio.
En varios de los ataques contra Israel, los terroristas eran menores. Fueron baleados luego de atacar. Algunos, mortalmente. A otros solamente se les hirió.
Pero la Autoridad Palestina declara , transmite, edita y miente, que Israel «mata a sangre fría a menores palestinos», que «colonos los atacan y matan» y que los acuchillamientos son una invención de Israel.
El martes por la tarde, dos adolescentes palestinos, primos entre sí, de apellido Manasra, Ahmed de 13 años y su primo de 15, atacaron civiles en Pisgat Zeev en Jerusalem, acuchillando a un jovencito como ellos de 13 cuando salía de un negocio de comprar golosinas, y a otro joven de 21. El mayor de los primos murió luego abatido por las fuerzas de seguridad, mientras que Ahmed, el menor, resultó gravemente herido. Su imagen sangrando, en la acerca, fue reproducida en las redes y medios palestinos, presentándolo como «el segundo Muhamad a-Durra», aquel niño palestino que murió en un tiroteo entre soldados israelíes y policías palestinos al comienzo de la segunda intifada, acurrucado junto a su padre, y que quedó como un símbolo para siempre.
El propio portavoz del presidente Abbas dijo que «es el nuevo Muhammad a-Durra» y acusó a Israel de matarlo a sangre fría. ¿Alguien puede imaginar que un palestino promedio oiga eso de sus autoridades, de la televisión oficial palestina, y no le arda la sangre?
El pequeño detalle que no dijeron, ni los líderes ni los medios, fue que antes de resultar él baleado, había acuchillado a un niño judío de su misma edad. Y más aún: que no está muerto sino internado en el hospital Hadassah de Jerusalem, con heridas de mediana entidad, consciente.
Su padre declaró al canal 2 de la televisión israelí que «mi hijo no sabe ni cómo empuñar un cuchillo, no pudo haber atacado a nadie, es un niño que sólo compró una golosina». Anoche, la policía israelí publicó varios videos captados por cámaras de seguridad emplazadas en varios negocios que se encuentran justamente en lo que fue el recorrido de los primos Manasra. Se los ve claramente en una de las filmaciones, caminando lento, al parecer buscando víctimas. Luego, en otra, persiguiendo a un judío religioso, con los cuchillos en sus manos. En una tercera, se los ve también corriendo, y es clarísimo que empuñan cuchillos. Y en otra, es el niño judío el que sale de comprar golosinas, sube a su bicicleta, y ellos lo atacan.
¿Tendrán ahora los líderes palestinos algo que corregir?
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