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| viernes noviembre 15, 2024

5 lecciones de la tragedia de París

Debemos comprometernos nuevamente con los valores que los terroristas desean destruir y tener la voluntad de derrotar a nuestros adversarios.


Nuevamente los terroristas han atacado, esta vez en París y con devastadoras consecuencias.

Las imágenes son descorazonadoras. Este ha sido el ataque más letal en Francia desde la Segunda Guerra Mundial, apenas diez meses después de que tres ataques terroristas en la capital francesa cobraran la vida de 17 personas.

Hoy el foco está en el duelo por las víctimas, en consolar a sus familias, en ayudar a los heridos, en calmar al agitado público, en fortalecer la seguridad y, a la vez, en asegurar que no haya más compatriotas terroristas esperando para desatar una nueva ola de violencia. Al mismo tiempo, las autoridades deben hacer calzar las piezas del puzzle para entender qué fue lo que sucedió exactamente: quiénes fueron los perpetradores; de dónde provenía su entrenamiento y armamento; y si la inteligencia francesa falló en leer las señales de lo que claramente era un plan sofisticado y no una acción espontánea.

Mañana, el foco tiene que estar en tomar en consideración 5 factores de largo plazo.

Primero, la solidaridad entre las naciones que tienen una forma de pensar similar debe ser permanente, no esporádica. El mundo civilizado se enfrenta a una amenaza transnacional. Los terroristas se mueven de un lugar a otro. Toman ventaja de la era digital, en la cual no hay fronteras. Crean redes formales e informales que podrían abarcar países, continentes y más.

Acordemente, la respuesta debe asegurar el máximo posible de reuniones, cooperación y coordinación entre los países que están en el mismo barco.

Segundo, es hora de que dejemos el lenguaje altamente evasivo utilizado para describir a los perpetradores de estos terribles crímenes, y es hora de que nos volvamos más específicos.

No se trata sólo de «extremistas violentos», aunque obviamente sí lo son. No se trata sólo de «terroristas», aunque obviamente también son aquello.

Se trata de islámicos radicales que están inspirados por su interpretación de la religión, sin importar cuán pervertida sea. Gritan «Allahu akhbar», ‘Alá es grande’, antes de matar. Creen en la jihad como una forma legítima de violencia. Aspiran a llegar a un lugar prometido en el cielo como «mártires», y con sus justas recompensas. Y creen que están cumpliendo con la voluntad de Dios.

Tercero, este es un desafío para Francia y, de hecho, para toda Europa; más les vale que no los pillen en falta, pues es demasiado lo que está en juego. Y para aquellos que desde fuera se burlan cínicamente de Europa o que relegan lo ocurrido al cajón del olvido de la historia, están cometiendo un error monumental.

Europa debe salir victoriosa de esta épica batalla. Si no lo logra, entonces todo el mundo —o al menos aquella parte que cree en los valores democráticos, en el poder de la ley, en el pluralismo y en la protección de la dignidad humana— saldrá perdiendo. Europa, junto con sus aliados, debe encontrar tanto la voluntad como la capacidad de pelear de vuelta, de defenderse y de triunfar.

No será fácil, y tampoco será rápido. Pero tener la falsa esperanza de que algún día el problema simplemente se desvanecerá no es una estrategia apropiada, así como tampoco lo es el atar de manos o reducirles el presupuesto a las fuerzas de la ley, de inteligencia y a las fuerzas militares, y así como tampoco lo es defender los derechos de privacidad a todo costo, como algunos puristas quieren hacer incluso si eso implica poner en riesgo la seguridad nacional y personal. Se deben hacer algunas sensatas reconciliaciones en las democracias modernas, ya que de no ser así, las consecuencias podrían ser catastróficas.

Cuarto, mientras el Medio Oriente y el Norte de África sigan inestables, los desafíos geopolíticos continuarán siendo inmensos. No, no hay una solución obvia a esto. Estados Unidos aprendió eso en terreno al tratar de construir una nación en Irak, lo cual no resultó, y luego al intentar buscar una estrategia de salida de Irak, lo cual tampoco resultó según lo planeado. Y también lo han aprendido en Siria, donde simplemente no había buenas opciones entre las cuales elegir, sino que sólo había alternativas malas y alternativas peores.

Sin embargo, habiendo dicho esto, Estados Unidos y Europa no pueden darse el lujo de mantenerse a la distancia, rezando para no verse afectados. Lo eventos recientes son una prueba más del error de esa estrategia.

Europa está inundada de inmigrantes de naciones fallidas, y esto no pareciera tener fin. Sin importar cuáles sean las nobles intenciones europeas, los desafíos son inmensos: intentar determinar quiénes son realmente estas personas, desarrollar estrategias de corto plazo para su cuidado y hospedaje, planear su integración y acomodación a la cultura local, sabiendo cuán difícil ha resultado por lo general absorber a las generaciones anteriores provenientes de dichas regiones, y buscar identificar la presencia de individuos peligrosos que se podrían volver en contra de sus nuevos países.

En otras palabras, si no van al Medio Oriente (y a África del Norte), entonces el Medio Oriente irá donde ellos, y lo hará en formas que podrían ser perjudiciales, por no decir letales.

Y finalmente, ¿cuándo despertará Europa y se dará cuenta de que el democrático Israel es parte de la solución, y no del problema?

Al fin y al cabo, el terrorismo al que se enfrenta Francia —o Bélgica, Dinamarca, Alemania, España, el Reino Unido, etc.— es un primo cercano de aquel que enfrenta Israel. Algunos líderes europeos hacen todo lo posible para negar esa obvia verdad, buscando en lugar de ello hacer distinciones que son en realidad inexistentes, o sugiriendo que Israel de alguna forma «se merece» lo que tiene, implicando que Europa no.

Seamos realistas.

Los autores de los atentados del 11 de septiembre odiaban a Estados Unidos. No les importaba cuál era el partido político que estuviera en el poder, porque atacaron las Torres Gemelas cuando Clinton era presidente y lo hicieron nuevamente cuando lo era Bush.

Y lo mismo es cierto para Europa. El objetivo es el sistema valórico de Europa: su democracia, su apertura de mente, su libertad y su secularismo.

Y sí, lo mismo es cierto para Israel. Los terroristas de Hamás (con quienes la Autoridad Palestina hizo un pacto), Hezbolá (que es apoyado por Irán), la Jihad Islámica e ISIS no quieren que Israel exista. Punto final. No les interesa quién está en el poder en Jerusalem o cómo obtener un acuerdo de dos estados, sino que lo que buscan es establecer su dominio sobre toda la tierra.

Entonces, ¿cómo podemos hacer para asegurarnos que esta tragedia de París no sea rápidamente olvidada o que sea simplemente agregada a la creciente lista de atentados terroristas?

Básicamente si buscamos cumplir con dos estrategias simultáneamente: Consagrándonos nuevamente a los valores que los terroristas buscan destruir y parándonos firmes y mostrando nuestra voluntad de vencer a nuestros adversarios.

Ellos tienen su mundo, un mundo —como hemos visto— de terroristas suicidas, decapitaciones, intolerancia, represión de las mujeres y doctrinas religiosas sofocantes.

Y nosotros tenemos nuestro mundo, un mundo que aspira a los derechos humanos, a la igualdad, a la libertad de credo y al respeto mutuo.

Los trágicos eventos de París son otro llamado urgente a que despertemos, ya sea que vivamos en Francia o en otro lugar, pues nuestro mundo nos necesita y vale la pena defenderlo.

 
Comentarios

Bien David. Nosotros, cristianos de estirpe sefardí te endentemos, aplaudimos y defendemos. Tu verdad es nuestra verdad. JEV

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