Los atentados perpetrados por el Estado Islámico en París y el Sinaí han tenido como respuesta la intensificación de los bombardeos sobre los territorios que el califato terrorista controla en Siria.
A pesar de que están recibiendo golpes de envergadura, los terroristas del EI siguen siendo la amenaza más grave no sólo para la estabilidad regional, también para la seguridad de Occidente.
El oscuro Abu Baker al Bagdadi se proclamó el año pasado califa, y su objetivo declarado es regir los destinos de todos los musulmanes desde la Península Ibérica hasta la frontera occidental del subcontinente indio. Su cabeza tiene precio: 10 millones de dólares.
¿Quién es Abu Baker al Bagdadi?
Aunque los datos biográficos disponibles son confusos, parece claro que Auad Ibrahim Alí al Badri –este es su nombre real– nació en 1971 en el seno de una familia suní de Samarra, uno de los feudos del chiismo iraquí. Badri cursó estudios religiosos en la Universidad Islámica de Bagdad y, bajo el régimen de Sadam Husein, llegó a ejercer de clérigo en la provincia de Diyala. La operación militar internacional que derrocó al dictador iraquí en 2003 le llevó a formar parte de la insurgencia y, finalmente (2005), a prisión.
Fue encerrado en Camp Bucca, el mayor centro de internamiento de yihadistas establecido por EEUU en suelo iraquí. Allí habría radicalizado su visión del islam, hasta el punto de que bien puede decirse que el embrión del actual Estado se encuentra en los muros de ese presidio: no en vano casi una decena de líderes del grupo yihadista pasaron por sus celdas.
Badri adquiere notoriedad tras su ascenso al liderazgo de la franquicia iraquí de Al Qaeda, en 2010, después de que el Ejército norteamericano acabara con sus tres antecesores: Abu Omar al Bagdadi, Abu Hamza al Muhayir y Abu Ayub al Masri. El propio Ben Laden habría designado a Badri como responsable del grupo terrorista.
La muerte del fundador de Al Qaeda a manos de soldados estadounidenses en su refugio de Pakistán volvió a sacar a la luz las divergencias entre Bagdadi y la organización central de Al Qaeda, a partir de entonces en manos del médico egipcio Aymán al Zawahiri. Mientras que Zawahiri es partidario de seguir la estrategia tradicional de Al Qaeda, basada en atacar intereses occidentales y a los regímenes musulmanes cercanos a Occidente, Bagdadi defiende la necesidad de limpiar primero de infieles las tierras del islam, lo que implica acabar con el chiismo, históricamente enfrentado con la ortodoxia suní. El chií Irán y la suní Al Qaeda colaboran cuando las circunstancias lo requieren, mientras que el Estado Islámico y Teherán son enemigos irreconciliables que se hacen la guerra allí donde tienen ocasión, como ocurre en estos momentos en suelo iraquí.
Zawahiri acabó expulsando de Al Qaeda a Badri por su negativa a retirarse de Siria y dejar el mando de las operaciones en ese país al Frente Al Nusra, la franquicia oficial de la red terrorista. Lejos de arredrarse, Badri proclamó en junio de 2014 el califato y se nombró califa. Desde entonces, su organización se ha caracterizado por la práctica de un terro despiadado en las zonas que han caído bajo su control, para lo que se ha valido de la interpretación más radical de la sharia. Ahí están las decapitaciones de prisioneros, la esclavitud y las vejaciones a que someten a las mujeres infieles que caen en sus manos. También son de destacar sus formidables campañas mediáticas.
Los ataques terroristas contra el Airbus ruso en el Sinaí y la matanza de París han dado un giro a la estrategia que el Estado Islámico venía empleando hasta ahora, basada primordialmente en asegurar sus posiciones en Oriente Medio y acabar con los regímenes locales apóstatas. La inteligencia iraquí fue la primera en avisar de que los terroristas de Bagdadi pretendían atentar en suelo occidental, principalmente en Francia y Estados Unidos. Los servicios de espionaje estadounidenses confirmaron, a su vez, que el propio califa había ordenado la creación de un grupo preparado para atacar en el exterior, en particular en Europa Occidental y EEUU. Por su parte, los británicos aseguran haber detectado un vínculo entre estos dos atentados y el que también recientemente se cobró la vida de 41 personas en el sur de Beirut, bastión de Hezbolá, la organización terrorista chií de obediencia iraní que estgá luchando en Siria en defensa del dictador Bashar al Asad.
Según la inteligencia iraquí, el grupo que actuó en París estaba integrado por 24 terroristas, 19 de los cuales habrían sido adiestrados en Raqa, capital del califato en Siria. Los otros cinco serían responsables de la logística de la operación. Todos ellos estarían cumpliendo las órdenes delcalifa, al que se creyó muerto o gravemente herido a comienzos de este año en un ataque aéreo de la aviación aliada en la provincia iraquí de Anbar.
valiente hijo de puta!!!!!!!!