Mandar mensajes en la red o enfrentar de verdad los ataques terroristas
Reaccionamos frente a los acontecimientos de manera diferente, a veces racional, a veces emocional, y otras de ambas formas. Reaccionamos solidarizandonos ante lo que pasa en el mundo con quienes consideramos afectados o víctimas. Francia acaba de soportar un impresionante ataque terrorista ramificado en varios atentados simultáneos.Inmediatamente aparecieron en la red los mensajes de apoyo, miles de personas cambiaron la foto de su perfil en facebook por la bandera francesa. En los espectáculos públicos se cantó la Marsellesa y se hicieron minutos de silencio. Los estadios se llenaron de aplausos según la nueva moda y costumbres. Se publicaron millones de mensajes en twitter, otros tantos en facebook y otras redes. Se volcaron ríos de tinta en editoriales, noticias, opiniones y explicaciones.
LAS REDES NO REACCIONARON IGUAL EN CASOS SIMILARES
No todos estuvieron de acuerdo con la idea. Muchas personas se sintieron discriminadas y empezó a circular en las redes sociales un reclamo al respecto. Por qué a Francia si y no con otros? Cual es la diferencia entre la vida de seres humanos franceses con la de otros sitios? Por qué Facebook no facilitó la bandera de Nigeria, Siria, Israel, Irak, o tantos otros países afectados por atentados terroristas? Por qué deberíamos solidarizarnos con Francia como no lo hicimos con otros países?. Es que todos creen que las cosas le pasan a los demás, hasta que al final llegan a su propia casa. Vemos que a algunos dirigentes, gobernantes y ciudadanos de ciertos países no les duele la muerte o el terror si lo ven como algo lejano. Ignoran el asesinato de familias israelíes y judías porque no son judíos, el de familias sirias porque no son sirios, y el de personas africanas porque no viven en África. Sienten que eso que está pasando no es para ellos. No se emocionan ante la barbarie en Nigeria ni en Mali todo eso está lejos de sus países. Pero Francia es considerado como un centro de la Democracia y del sistema de vida occidental. Los terroristas metieron el dedo en el ojo y mojaron la oreja en señal de reto para toda la civilización no islamista y la reacción no se hizo esperar. Millones de personas que estaban dormidas despertaron de repente de un largo y cómodo sueño para encontrarse con la realidad, esa que no querían ver y en la que aún no quieren creer del todo.
LA EMPATÍA CON LAS VÍCTIMAS
Las redes se llenan de frases de apoyo y condolencia y de quejas cuando nos toca el dolor de cerca y no las recibimos. Pero cambia en algo la situación este comportamiento social? Son palabras, solo palabras. Manifestaciones de buena voluntad sobre lo que no nos gustaría que sucediera. Pero la realidad es otra. Esas cosas suceden, están sucediendo ahora, lejos, cerca o aquí mismo, en el lugar donde usted se encuentra. El terrorismo se ha infiltrado de tal forma que no hay un solo lugar del planeta a salvo de recibir ataques mortales. Mientras nosotros intercambiamos mensajes de apoyo que a la postre resultan intrascendentes el problema continúa y crece en forma rápida y peligrosa. Los mensajes, las banderitas, yo soy Francia, y otras manifestaciones en la red pueden aliviar el alma pero en concreto no sirven casi para nada. La única verdad es la realidad.
LOS TERRORISTAS NO SE CONMUEVEN
Si los terroristas leyeran nuestros intercambios de mensajes se moriran de risa. A ellos no los conmueve, no les hace cambiar en nada su actitud, no dejaran de hacer un nuevo atentado ni de matar porque esa es su esencia. Quizás hasta les ayude a tener más valor porque entienden nuestros métodos de consolarnos como la debilidad de la sociedad que combaten. Que pueden hacer las banderitas en los perfiles para disminuir la realidad del fanatismo islámico? Creen ustedes que ellos van a cambiar porque una manifestación de repudio tenga mil o cien mil personas? Estamos minimizando el problema real y no estamos haciendo lo correcto. Miles de personas enganchadas en discusiones sobre quién tiene razón, quién es antisemita, quién es antiislámico, quien es comunista, quien de derecha,de izquierda, o quien es pacifista. Otros miles discutiendo si hay que solidarizarse con unas o con otras víctimas. Gobiernos desorientados sin saber cómo actuar porque no se han preparado para esto, reaccionando como el matón de barrio y yendo por la revancha a tientas y a ciegas matando muchas veces a miles de personas con tal de abatir a veinte o treinta terroristas de segunda línea. El terrorismo mata, destruye y muere con la misma naturalidad con la que nosotros ponemos un post en la red o nos entristecemos con los hechos sin atinar a enfrentarlos.
UN TERRORISMO SIN LEY NO SE PUEDE ENFRENTAR CON LA LEY
Los grupos de asesinos que andan por el mundo no obedecen las leyes de ningún país ni las normas de ninguna organización mundial a las que no pertenecen, actúan impunemente fuera del circuito legal. Sin embargo usan esas leyes para ampararse y para recorrer el camino que los lleve a sus objetivos. Pasaportes, permisos, documentos, exigencia de derechos, abogados, impunidad de diplomáticos y embajadas cómplices, todo es valido como instrumentos que les permita matar lo más posible. Tenemos que decidir si seguimos mandando mensajitos en la red o enfrentamos de verdad el grave ataque del que somos objeto. Primero que nada hay que reconocer que tenemos un problema muy serio, porque de lo contrario seguiremos jugando al gato y el ratón como si se tratara de un dibujo animado del cine y la televisión.
LLEGÓ EL MOMENTO DE DAR LA BATALLA
El tiempo de consolarnos ha terminado, no queda otro remedio que atacar con todos los medios disponibles a quienes amenazan nuestra vida. Eso no significa tirar bombas por doquier y matar de paso a todos quienes estén cerca. Dejemos de lado las leyes internacionales para defendernos. Debemos actuar sin las manos atadas por normas que fueron creadas para ciudadanos que las respetan y en otras circunstancias. Hay que determinar claramente cuales son los grupos que nos atacan, quienes los dirigen y cómo lo hacen, cómo se financian y quienes colaboran con ellos. Quienes compran su petróleo ilegal, donde se abastecen de comida, quien les vende sus armas, donde compran sus autos. Determinar el poderío real que tienen y en qué territorios están asentados. Nuestros ejércitos deben ir en su busca, combatirlos con sus propios métodos y aun peores, no con los nuestros. Ellos no son personas, son monstruos, no dudan en cortarnos la cabeza, hacernos sufrir todo lo que se pueda antes de quedarse con nuestro último suspiro de vida. Esto puede ser tan impactante para ustedes como lo es para mi. Contradice todo lo que aprendimos sobre cómo actuar con las personas aun en la discrepancia. Pero los terroristas dejaron de ser personas p seres humanos racionales. Es un caso extremo, son ellos o nosotros, son ellos o nuestros hijos y nietos, son ellos o nuestras creencias, son ellos o nuestra forma de vida. No hay mucho tiempo. Llegó el momento de ser o no ser, esa es la cuestión.
«Hay que determinar claramente cuales son los grupos que nos atacan, quienes los dirigen y cómo lo hacen, cómo se financian y quienes colaboran con ellos. Quienes compran su petróleo ilegal, donde se abastecen de comida, quien les vende sus armas, donde compran sus autos»…..
Casi todas esas preguntas ya están respondidas. Que se mire para otro lado y se escondan las respuestas debajo de las alfombras de Washington,París, Bruselas, Ankara, Doha, Tel-Aviv y Ryad es otra cosa. La unica verdad es la realidad y la realidad es que por más que haya muchos incentivados yihadistas deseosos de matar y morir antes de empezar necesitan armas, explosivos, municiones, vehiculos, etc, etc, y para todo eso primero hace falta dinero. Lo primero es cortar las redes de financiación, por ejemplo la venta de petróleo robado. Pero los mismos que se golpean el pecho y reclaman acabar con el terrorismo son los que lo financian comprando ese petróleo robado. Por ejemplo el petróleo robado por Daesh que se carga en tanqueros en los puertos turcos de Mersin, Dortyol y Ceyhan y luego lo descargan en Ashdod para refinarlo y revenderlo a otros. Una operatoria de contrabando manejada por judíos entre otros cómplices partícipes necesarios.