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| lunes diciembre 23, 2024

Miketz-Janucá


 

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La prisión de Iosef termina cuando el Faraón sueña con siete vacas gordas que son tragadas por siete vacas flacas, y con siete espigas gordas tragadas por siete espigas delgadas. Iosef interpreta los sueños diciendo que significan que siete años de abundancia serán seguidos de siete años de hambruna, y aconseja al Faraón almacenar grano durante los siete años de abundancia. El Faraón nombra a Iosef como gobernador sobre Egipto. Iosef se casa con Asnat, hija de Potifar, y tiene dos hijos, Menashé y Efraím.

La hambruna se esparce por toda la región, y sólo se puede conseguir comida en Egipto. Diez de los hermanos de Iosef vienen a Egipto para comprar grano; el más joven, Biniamín, se queda en casa, porque Iaacov teme por su seguridad. Iosef reconoce a sus hermanos, pero éstos no lo reconocen a él; él los acusa de espías, insiste en que traigan a Biniamín para probar que ellos son quienes dicen ser, y pone prisionero a Shimón como rehén. Más tarde, los hermanos descubren que el dinero que pagaron por sus provisiones les fue misteriosamente devuelto.

Iaacov accede a enviar a Biniamín sólo después de que Iehuda asume una responsabilidad personal y eterna por el. Esta vez Iosef los recibe amablemente, libera a Shimón, y los invita a una elegante comida en su casa. Pero luego introduce su copa de oro, supuestamente imbuida de poderes mágicos, en la bolsa de Biniamín. Cuando los hermanos parten a la mañana siguiente hacia su casa, son perseguidos, revisados y arrestados cuando se descubre la copa. Iosef ofrece liberarlos y retener sólo a Biniamín como su esclavo.

 

¿PARA QUÉ EL EXILIO?

 

El exilio amargo y largo en el que se encuentra el pueblo de Israel despierta más de una vez un profundo asombro sobre su objetivo: ¿por qué y para qué este sufrimiento tan fuerte durante tantas generaciones?

Una respuesta a ello podemos encontrar en nuestra Parshá. Iosef llamó a su segundo hijo Efraim, explicando: «Pues Di-s me Ha hecho fructífero (hifrani) en la tierra de mi aflicción». Es justamente por medio del exilio «en la tierra de aflicción» que Iosef se hizo merecedor de alcanzar el «me Ha hecho fructífero»- a una vitalidad y fortaleza mucho mayor. Pues este es el objetivo del exilio: despertar fuerzas superiores y llegar a niveles más altos. El propio Iosef haTzadik, el piadoso, ya se encontraba previamente en un nivel espiritual muy elevado. Era superior a sus hermanos, y en cierto aspecto incluso a su padre, Iaakov. Sin embargo, para alcanzar el «me Ha hecho fructífero», debía pasar por un exilio «en la tierra de mi aflicción».

UNA LUZ ETERNA

Hace 2.200 años el Imperio de Alejandro era dividido entre sus generales a la muerte de éste. Seleuco queda con la parte de Siria, que abarcaba también la Tierra de Israel, fundando la dinastía de los Seléucidas. Sabemos que los griegos eran amantes de la filosofía y por este motivo admiraban la Torá, pero sólo como obra filosófica de alto contenido moral, despojándola de cualquier otro significado. Lamentablemente muchos judíos, los “helenistas”, adoptaron esta forma de pensar de los griegos y se asimilaron a su cultura. Pero no eran tan numerosos como los griegos deseaban, así que decidieron prohibir las prácticas religiosas judías. Profanaron el Sagrado Templo de Jerusalén, impurificando especialmente todas las vasijas de aceite para encender la Menorá que hallaron. ¿Por qué precisamente el aceite de la Menorá? Sabemos que el alma del judío es comparada a la luz de una luminaria que no sólo disipa las tinieblas, sino que tiende a elevarse. Los griegos buscaron que esa luz se apagara. Ellos no buscaron exterminar el cuerpo del pueblo judío, sino su alma. Pero no tuvieron éxito. El Templo volvió a ser consagrado y se encontró aceite puro para reencender la Menorá. Cada año nosotros encendemos las luminarias de Janucá en recuerdo de estos hechos. Sabemos que a pesar de los “helenistas” que surgen en todas las épocas, y los “griegos” de todos los tiempos que quieren transformar a nuestra Torá en una simple filosofía, despojándola de su contenido Divino, la luz de la janukiá se va incrementando día a día, hasta llegar al octavo día de Janucá, cuando brilla con todo su esplendor. Y así es el alma del pueblo judío. A pesar de las tinieblas que lo rodean, su luz se va haciendo más y más brillante, hasta que llegará a la plenitud, con la llegada de nuestro Justo Mashíaj, quien encenderá la Menorá en el Bet HaMikdash para iluminar al mundo entero y disipar las tinieblas del Exilio definitivamente.

Cómo luchar en contra de la aniquilación espiritual.

por Gary Fagen

La historia de Januca ocurrió durante la época del Segundo Templo cuando el régimen griego de Antíoco buscaba alejar a los judíos de su religión y herencia. Matityahu guió al ejército judío para intentar expulsar al enemigo. Después de tres años los macabeos pudieron —en contra de todas las probabilidades— tener éxito en expulsar a los extranjeros de su tierra. Cuando los judíos volvieron a entrar al sagrado Templo lo encontraron hecho un desastre y con ídolos dispersos por todos lados. Cuando llegó el momento de reencender y rededicar la santa Menorá, buscaron por todo el Templo, pero encontraron solamente un jarro de aceite puro que tenía el sello del Sumo Sacerdote. Ocurrió un increíble milagro ya que ese pequeño jarro de aceite duró por ocho días hasta que un nuevo suministro de aceite pudo elaborarse, de ahí el nombre Januca, que significa ‘dedicación’.

Muchos explican que Januca y Purim tienen fuertes conexiones, sin embargo, los objetivos de los enemigos en cada historia fueron muy diferentes. Durante el episodio de Purim, Hamán quería destruir físicamente a todo el pueblo judío. Sin embargo, en Januca, Antíoco quería asimilar e incorporar a los judíos a la cultura griega. Los griegos no tenían intención de asesinar a los judíos físicamente; era una campaña de aniquilación ideológica y psicológica. Esta es la razón por la cual en Januca celebramos espiritualmente, a través de encender velas que iluminan, mientras que en Purim el modo de celebración se enfoca mucho más en lo corporal.

La cultura griega elogiaba la belleza y la fuerza física. Una exagerada dieta de deporte (con poca ropa) y de guerra se convirtió en la esencia de la cultura griega, lo que buscaban difundir en todo el mundo. Como explica el Maharal de Praga, los tres hijos de Noaj representan las bases de toda la humanidad. Yefet, el tercer hijo de Noaj, representa la belleza física y estética y esto fue ansiosamente subrayado por los griegos. Yaván los descendientes de Yefet tomaron este concepto y lo utilizaron como la única realidad existente. Las tres letras de Yaván —yud, vav y nun— se ven como delgadas líneas singulares que no tienen base o profundidad para contener nada, representando una forma totalmente externa de ver el mundo; el placer físico desconectado de cualquier cosa más profunda. La religión judía se centra en el concepto de espiritualidad; y que la belleza física puede ser expresada y reflejada junto a la belleza espiritual. La belleza duradera es aquella que está conectada a la verdad, profundidad y sabiduría; las características físicas son simplemente la punta del iceberg. Por ejemplo Shabat es un día enfocado en el mundo espiritual, como dicen los Sabios es “como el Mundo Venidero”. Sin embargo en Shabat nos embellecemos a nosotros mismos, decoramos nuestras mesas y realzamos nuestra vida familiar y vida comunitaria. Los griegos prohibieron la observancia del día espiritual de Shabat debido a que representaba el alma interna del mundo físico. La mitzvá de Rosh Jódesh, santificar la luna nueva cada mes, también fue prohibida porque representaba la santidad interna de la facultad del tiempo. El Brit Milá fue prohibido porque representaba la santidad interna del cuerpo. No es ninguna casualidad que dentro de la fiesta de Januca se celebre un Shabat, Rosh Jódesh y además, la fiesta contenga el mismo número trascendental de días que el Brit Milá.

Cada palabra en hebreo tiene un profundo significado. En nuestra mano existe un total de 14 articulaciones que son la gematria (valor numérico) de la palabra en hebreo yad que significa ‘mano’. Cuando dos manos se unen se forma una unidad, y la combinación de poner ‘mano sobre mano’ (yad yad) forma la palabra en hebreo yedid, que significa amigos cercanos. Cuando dos manos se unen hay un total de 28 articulaciones. El número 28 escrito en hebreo es kaf jet, formando la palabra en hebreo koaj que significa ‘fuerza’. Los comentaristas afirman que una razón para la destrucción del Templo fue que los judíos peleaban los unos con los otros. La rededicación del Templo en Januca vio a los judíos reparar sus diferencias espirituales y reunirse alrededor del Templo. Cuando el pueblo judío se une, se hace más fuerte, como dos manos que se unen.

Esto también es una forma de belleza; el espectro completo del pueblo judío en unidad, expresando su calidad interior y sus naturalezas eternas trascendentales. (www.aishlatino.com)

 
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