[Rachel Elkayam con su familia en el Aeropuerto Ben Gurion, diciembre de 2015 (captura de pantalla de Canal 2)]
POR PERSONAL DE TIMES OF ISRAEL 11 de diciembre de 2015
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Sesenta y ocho años después de que viera por última vez a su familia, una bisabuela judía de 85 años de edad, de cabello plateado, esta semana volvió a casa a Haifa en el norte de Israel – después de haber pasado toda su vida adulta como una mujer árabe en el vecino estado enemigo de Siria.
Rachel Elkayam, la tercera de 10 hijos, era una niña de 16 años que vivía en la ciudad mixta judeo-árabe de Haifa en 1947, cuando sus padres trasladaron a la familia a Tel Aviv. El conflicto entre el pre-estado de Israel y el mundo árabe aumentaba, antes de la declaración de independencia de Israel y de la guerra a gran escala, que entró en erupción al año siguiente, y los Elkayam creyeron que estarían más seguros en el centro de Israel que en el norte. Pero Rachel, una niña rebelde, se había enamorado de uno de sus vecinos árabes, Fuad, y estaba embarazada de su hijo. «Yo lo amaba, y él me amaba» le dijo Rachel Elkayam al Canal 2 de noticias de Israel, en un informe sobre la notable historia de su vida, emitida el viernes a la noche.
La familia de Fuad fue a Tel Aviv para encontrarla, y ella volvió a Haifa con ellos, y se casó con su joven amor en una ceremonia que mantuvo secreta de sus padres. De hecho, desde el día en que desapareció en Tel Aviv, la familia nunca supo qué le había sucedido, y siempre supuso que estaba muerta.
Lo que en realidad sucedió fue complicado, desgarrador, y casi increíble. No mucho después de su matrimonio secreto, Fuad fue baleado en las calles de Haifa por un francotirador – «Nunca más lo vi», dijo Rachel – y murió en un hospital local. Sus padres políticos decidieron huir de Israel, a Siria, e insistieron en que fuera con ellos; después de todo, llevaba a su nieto en su vientre. «Yo no quería ir», recordó Elkayam entre lágrimas, en la mezcla de árabe y vacilante hebreo con el que habló durante todo el informe.
[La joven Rachel Elkayam (captura de pantalla de Canal 2)]
Más tarde, en Siria, la familia de Fuad le dijo que podía irse si quería, pero sin su hijo. «No podía hacer eso», dijo. «Amaba al niño.»
Y así se quedó en Siria – una madre judía, con su niño judío, como parte de su nueva familia árabe. Entonces la familia la casó con uno de los hermanos de Fuad, y tuvo ocho hijos en total, a lo largo de los años. Cuando ella y su segundo marido peleaban, contó alegremente en la entrevista de TV, «lo maldecía en hebreo. ‘Bésame el culo»». También llamaba a otros miembros de la familia «un montón de zapatos viejos» en hebreo, dijo. Era un pequeño placer, sonrió, para poder insultarlos en un idioma que no podían entender.
Elkayam dijo «siempre quise volver, pero no pude», y que había intentado, al menos, establecer contacto con su familia en Israel – una tarea difícil debido a las incesantes hostilidades entre los dos países. Una vez le dio a un visitante de Alemania, quien dijo que eventualmente viajaría a Israel, una nota para sus padres asegurándoles que estaba viva y bien, pero al parecer nunca fue entregada. Sus padres fallecieron asumiendo que había muerto, sin saber que se había convertido en madre, abuela y bisabuela y que estaba a sólo unas pocas horas de distancia, imposible de recorrer – del otro lado de la frontera norte.
Cuando estallaron las grandes guerras – sobre todo en 1967 y 1973, dijo que escuchaba secretamente Radio Israel en una radio a transistor, rezando por no oír el nombre «Elkayam» entre los muertos. Como un pequeño acto de desafío, también conservaba su agenda telefónica personal actualizada en hebreo.
[Tres de las hermanas de Rachel Elkayam (captura de pantalla de Canal 2)]
Si no fuera por las acciones de uno de sus nietos, habría muerto en Siria y su historia no habría sido conocida por su familia en Israel. En Londres, el año pasado, su nieto fue a la Embajada de Israel y le dijo a un miembro del personal que su abuela en Siria le había dicho que era, en realidad, una judía israelí de Haifa. Y así fue que Geula Elkayam, una de las hermanas de Rachel, recibió una llamada telefónica de Londres preguntándole si tenía una hermana llamada Rachel.
[Rachel Elkayam con su familia, besando la bandera israelí, en el aeropuerto Ben Gurion, diciembre de 2015 (captura de pantalla de Canal 2)]
El pasado martes, 8 de diciembre, Rachel Elkayam, ahora de 85 años, fue trasladada al aeropuerto Ben Gurion de Israel, a través de un tercer país y por medio de un proceso diplomático, sin duda, muy complejo y sensible. Esperando en la terminal de llegadas estaban miembros de su familia, a algunos de los cuales no había visto desde hacía 68 años, otros a los que nunca había visto en absoluto. Lloraban mientras era empujada hacia ellos en una silla de ruedas, y la envolvieron en una bandera israelí, a la que besó.
Después se dirigieron a su casa a Haifa, donde su hermano Amnon, de 71 años, un niño cuando desapareció, la llevó a un pequeño recorrido por el barrio y la ciudad. Visitó las tumbas de sus padres, y la llevaron a ver lo que dijo que era lo que más quería ver, la costa mediterránea – con Siria, donde había pasado su vida, hacia el norte.
El informe de la TV terminó con una escena de Rachel y su vieja-nueva familia juntos en Haifa celebrando esta semana de Jánuca – la festividad judía de las luces, una festividad también resonante con cuentos de triunfo por sobre las probabilidades. Elkayam planea viajar pronto a Europa, donde viven algunos de sus hijos, nietos y bisnietos.
El informe, como es comprensible, no especificó donde había vivido en Siria, bajo qué nombre, o si alguno de sus hijos y descendientes aún viven allí. Tampoco detalló cómo había llegado a Israel, más allá de reconocer la ayuda de la municipalidad de Haifa, del Ministerio del Interior de Israel y de la Agencia Judía cuasi-gubernamental, que está implicada centralmente en las relaciones de Israel con los judíos de la diáspora.
Rachel Elkayam, según el informe, ya ha vuelto a registrarse como una ciudadana israelí y se le entregó su nuevo documento de identidad israelí. El empleado del Ministerio del Interior había supuesto, hablándole, que era musulmana, según el informe. Ella demostró que era judía recitando las primeras palabras del Shema, la oración central judía: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno».