Cuando tratan de explicar el porqué de la violencia de los fanáticos, los musulmanes pacíficos rechazan que los terroristas sean creyentes y aseguran que no siguen el Corán.
“Islam es paz”, repiten, mientras en nombre de esa religión hay personas matando y matándose incansablemente 1436 años desde la Hégira.
El Corán habla de paz, y es parcialmente cierto, aunque sus 6226 aleyas-versículos, que forman sus 114 shuras-capítulos, contienen 109 que sí llaman a la violencia.
Pero el islam es más que el Corán que, aunque deba seguirse textualmente, contiene aleyas que pueden neutralizar las violentas, lo que justificaría en parte a quienes hablan de libro de paz.
El islam es, sobre todo, la Sharía, la violenta ley que rige, marca la forma de vida, la cultura, organización y pensamiento del musulmán.
La Sharía suma el Corán, los hadizes, o dichos y hechos de Mahoma, aparte de la tradición e historia que crean las distintas sectas, los criterios de los jueces y la yihad espiritual.
Aunque hay distintas escuelas que señalan la aplicación de la sharía, lo que la inmensa mayoría de los musulmanes creen es que es la única ley que debe regirnos a todos, como en las repúblicas islámicas, incluyendo a los no creyentes.
Y la Sharía está plagada de llamadas a la yihad.
El Pew Research Center, el “think tank” más prestigioso del mundo en investigaciones religiosas, acaba de divulgar una encuesta descubriendo los alarmantes porcentajes de musulmanes que desean imponer la Sharía, base de todas las violencias, en 38 países y áreas de influencia islámica.
Cerca de España nadie baja del 56% de Túnez. En Marruecos es del 83% y, llamativo, en los territorios palestinos, del 89%, lo que señala la falsedad del proclamado laicismo entre ese pueblo.