Durante la guerra entre Hamás e Israel de 2014, los funcionarios de la Administración Obama y sus homólogos europeos acusaron repetidas veces a Israel de un empleo abusivo de la fuerza por la destrucción “masiva” de instalaciones civiles en Gaza. Si a dichos funcionarios les queda una pizca de integridad intelectual, la reciente devastación de Ramadi en el transcurso de una operación conjunta occidental-iraquí para reconquistar la ciudad les deja solo dos opciones: o entregarse a la Corte Penal Internacional como sospechosos de crímenes de guerra o disculparse públicamente con Israel por todas las calumnias de que fue objeto a cuenta de unos daños de mucho menor alcance.
Como informaba el New York Times la semana pasada, la reconquista victoriosa de Ramadi de manos del Estado Islámico dejó la ciudad “en ruinas”. El reportero Ben Hubbard decía de uno de sus barrios: “Un panorama de escombros tan extenso que no se veía con claridad dónde se alzaban antes los edificios”. La ciudad no tiene electricidad ni agua corriente, y “muchas calles han desaparecido, están cubiertas de escombros o bloqueadas por trincheras usadas en la batalla”. Cuando Hubbard preguntó a un funcionario iraquí cuando podrían volver los habitantes a sus casas, éste respondió: “¿Casas? ¿Qué casas? No hay casas”.
De hecho, otro funcionario iraquí le dijo a Associated Press:
Más de la mitad de los edificios de la ciudad han quedado destruidos, entre ellos oficinas del Gobierno, mercados y casas.
Esta devastación es de una magnitud muy superior a la registrada en la Franja. Según las cifras de la ONU, 9.465 casas de Gaza quedaron completamente destrozadas, y otras 9.644 gravemente dañadas, de un total de aproximadamente 319.000 (esta última cifra la he calculado a partir de las estadísticas oficiales palestinas: si se divide la población total de Gaza, 1,82 millones, entre el tamaño medio de los hogares de 5,7 personas, da como resultado 319.000 hogares). Por lo tanto, incluso según la ONU, que tiene la costumbre de exagerar el número de muertes y daños palestinos, solo el 6 por ciento de las casas de Gaza quedaron destruidas o gravemente dañadas. Esto dista mucho de “más de la mitad de la ciudad” en Ramadi.
No obstante, los motivos de la destrucción en ambos lugares no son menos importantes que su dimensión. Uno, como señalaba Hubbard, es la dificultad intrínseca de “expulsar a un grupo que se adhiere al tejido urbano de las comunidades de las que se apodera ocupando casas, cavando túneles y colocando explosivos”. En Ramadi, contaba Hubbard, el Estado Islámico construyótúneles subterráneos en las calles y colocó explosivos en calzadas y edificios. De hecho, “áreas enteras se han considerado zonas de exclusión porque aún hay que rastrearlas en busca de trampas dejadas por los yihadistas”.
Estas son las mismas tácticas que Hamás utilizó en Gaza: túneles, trampas y reservas de armas en y bajo edificios civiles a escala masiva. Por ejemplo, el 30 de julio de 2014 tres soldados israelíes murieron por la “explosión de una bomba trampa en un ambulatorio de la UNRWA en el que se había hecho un túnel de entrada”, informó el Times of Israel. En la misma rueda de prensa donde se anunciaron las muertes, un agente israelí dijo que Hamás había detonado hasta esa fecha más de 1.000 bombas, destruyendo “miles de edificios” en Gaza. Como ejemplo, citó una calle que el Ejército había peinado la noche anterior, en la que había encontrado trampas en 19 edificios de 28.
En Gaza, tanto la Administración Obama como las autoridades europeas culparon a Israel de la subsiguiente destrucción. En Ramadi, en cambio, tanto las autoridades americanas como las iraquíes, con buen juicio, “culparon de la destrucción de la ciudad a los yihadistas, que habían horadado carreteras y edificios”.
El otro factor en la destrucción de Ramadi fueron los ataques aéreos de la coalición liderada por EEUU. Como informó AP, estos ataques “dejaron grandes partes de la ciudad reducidas a escombros”. Es lógico: cuando un objetivo está repleto de trampas, incluso los ataques aéreos calculados provocan daños mayores de lo previsto, porque la fuerza atacante no sabe a qué edificios se han conectado explosivos, y si se alcanza uno de estos edificios se desencadenarán múltiples explosiones secundarias. Sin embargo, los ataques aéreos son inevitables cuando se combate contra militantes atrincherados en un mar de túneles y de edificios con explosivos, porque utilizar únicamente tropas terrestres supondría un coste en vidas humanas inasumible para la fuerza atacante.
En consecuencia, un portavoz del Pentágono culpó correctamente al Estado Islámico (también conocido como ISIS o ISIL) de la destrucción de Ramadi: “El ISIL es completamente responsable de esto, porque nadie habría lanzado ninguna bomba si el ISIL no hubiese ido allí”, le dijo a Hubbard el coronel Steven H. Warren.
En Gaza, sin embargo, tanto la Administración Obama como las autoridades europeas arrojaron la mayor parte de la culpa sobre Israel en vez de sobre Hamás, a pesar de que los motivos de los israelíes para utilizar ataques aéreos fuesen exactamente los mismos, causando a veces más daños por los mismos exactos motivos, y de que nunca los habrían lanzado si Hamás, para empezar, no hubiese atacado a Israel. De hecho, los ataques aéreos israelíes estaban demostrablemente más justificados que los americanos: el Estado Islámico no estaba disparando misiles contra América desde Ramadi, ni cavando túneles ofensivos en territorio americano desde Ramadi. En cambio, Hamás había disparado miles de misiles contra Israel desde Gaza durante la década anterior, y cavado decenas de túneles ofensivos en la frontera, entre ellos el que daba tristemente a un jardín de infancia.
Se da la casualidad de que Ramadi no es, ni mucho menos, el único ejemplo de cómo la Administración Obama y Europa aplican una doble moral respecto a Israel. El lunes, el blog Elder of Ziyon resaltaba otro: según el Herald Scotland, “el Gobierno británico se niega a aceptar las evidencias de las muertes de civiles por los ataques aéreos del Reino Unido que han presentado varios grupos de derechos civiles que están haciendo un seguimiento de los resultados de los bombardeos” en Siria e Irak; en su lugar, se basa exclusivamente “en las evidencias de su propia vigilancia interna”. Pero el mismo Gobierno aceptó acríticamente los informes de las ONG que decían que casi el 70 por ciento de las víctimas mortales palestinas en Gaza eran civiles, aunque Israel hubiese investigado escrupulosamente esos informes y descubriera que, en realidad, alrededor de la mitad de las víctimas fuesen miembros conocidos del brazo militar de Hamás o de otras organizaciones terroristas menores, como la Yihad Islámica.
Ciertamente, no espero que ningún funcionario de la Administración Obama o europeo admita que ha estado criticando injustamente a Israel durante la guerra de Gaza. Pero cualquier persona con sentido de la justicia que compare la devastación de Ramadi con la de Gaza llegaría a la misma conclusión que un grupo de expertos militares occidentales de alto rango en un exhaustivo informe publicado el mes pasado: que durante la guerra de Gaza Israel “se había ajustado a los estándares, a veces superándolos, que establecemos para nuestros propios ejércitos nacionales”.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
Israel esta sola en el mundo. Como bien dice el articulo, con Israel se aplica doble moral. Siempre fue asi, hoy es asi y tambien lo sera en el futuro. No existe en el mundo entero unas fuerzas armadas mas humanas que tzahal. El mundo lo sabe, pero no lo puede expresar abiertamente. Existen intereses que se lo impiden….