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| viernes noviembre 22, 2024

Guerras de religión


En su último discurso sobre el Estado de la Unión, Obama afirmó que los conflictos de Oriente Medio tienen milenios de duración. Como era de esperar, la afirmación suscitó un considerablerevuelo. Hay quien la ha interpretado como una forma de quitarse de encima la herencia de la colonización, y también ha sido interpretada como una forma de afirmar que los conflictos de Oriente Medio no tienen solución o, algo sólo aparentemente más sofisticado, que los conflictos de Oriente Medio son de una naturaleza ajena a quienes vivimos en democracias liberales. Más concretamente, que se trata de conflictos religiosos, de esa clase que en el mundo desarrollado ya no se dan hace siglos.

La idea traduce el convencimiento de que la historia tiene un sentido irremediable, y que ese sentido abraza el camino que lleva a la democracia liberal. Se puede aceptar, pero de esa premisa se debería deducir que las democracias liberales, habiendo alcanzado un grado superior de civilización y de cultura, estarían en la obligación de ayudar al resto de la humanidad a alcanzarlo a su vez. No parece haber sido esa la estrategia de la Presidencia de Obama. La frase de Obama daría a entender más bien que no conseguiremos nunca entender la naturaleza de esos conflictos, ajenos a cualquier racionalidad, es decir al sistema de valores propio de las democracias liberales.

En sí misma, la frase refleja también el convencimiento de que los conflictos religiosos, como los que sacuden ahora mismo Oriente Medio, son un hecho irremediablemente pasado. No es del todo así. En Europa se vivieron conflictos de raíz religiosa, o teñidos de religiosidad, hasta no hace mucho tiempo. En los Balcanes, hasta muy recientemente, casi al principio del siglo XXI. En España, la devastadora violencia anticatólica fue seguida de un intento de implantar una utopía nacionalcatólica que sólo se derrumbó en los años 60. Y resulta difícil comprender el exterminio de los judíos europeos sin tener en cuenta la perspectiva religiosa, en este caso el proyecto de acabar con Dios.

En lo que se refiere a los conflictos de Oriente Medio, el islamismo, que es el intento de fundar un Estado (islámico) basado en la sharía, la ley islámica, es una ideología nacida en los años treinta del siglo pasado. No hay islamismo moderado, porque el islamismo plantea la unidad indisoluble de la política con la religión, aunque sí que hay formas diversas de entender cómo se produce. Aquí es donde entran las diferentes formas de entender el islam, chiitas y sunitas. El pleito data del siglo VII, no mucho después de la muerte del Profeta, pero el enfrentamiento actual data de la revolución iraní, cuando Jomeini reivindicó la primacía de su islamismo, y fue respondido desde Irak.

La invasión de Irak en 2003 acabó de destruir el equilibrio entre poblaciones chiitas y sunitas establecido en muchos Estados de mayoría musulmana, cada uno con su reparto específico de mayorías y minorías (Irak, Siria, Baréin). La Primavera Árabe sacó a la luz la intensidad de las rivalidades y desde entonces el enfrentamiento religioso no ha hecho más que crecer y combinarse de forma cada vez más inextricable en las luchas de la zona, con la intervención cada vez mayor de Irán (chiita) en la política global de Oriente Medio y una respuesta siempre más dura de los regímenes de hegemonía sunita. Muchas cosas que antes no lo estaban están ahora impregnadas de religión. No para bien, sin duda alguna, porque la religión hace intratables los problemas políticos, pero en cualquier caso no como una manifestación de algo “milenario”. Todo esto es una historia muy moderna.

En el fondo de la reflexión de Obama hay también la idea de que la religión pertenece al pasado –o al menos así debería ser–, a menos que se reduzca a una esfera puramente privada, como si la secularización definiera la esencia misma de la modernidad. No es cuestión de simplificar en este punto, pero por seguir con el hilo del islam, es posible preguntarse si este planteamiento, que ha sido el propio de las democracias liberales, es el más correcto a la hora de encarar con sinceridad el problema suscitado por una población como la musulmana, con los mismos derechos políticos que el resto de los ciudadanos de los países europeos, pero que no está dispuesta a perder su identidad religiosa. Posiciones como las derivadas del laicismo o, en otro registro, excesos como los de la reciente portada de Charlie Hebdo en recuerdo de los ataques de hace un año, no contribuyen a entender ni a hacer comprensible una realidad cada vez más difícil de negar, como es la presencia de la religión y las religiones en las sociedades modernas.No se trata de prohibir nada, claro está: tampoco la posible blasfemia. De lo que se trata es de no prohibirnos a nosotros mismos la posibilidad de ver las cosas como tal vez sean o están llegando a ser.

 
Comentarios

Las actuales «guerras de religion» son aquellas que propaga el islam contra los que no participan de su credo, o contra aquellos que en el seno de él, disienten en su interpretacion (vease chiitas y sunitas) hablar de cruzados, de inquisicion, o de conquistas coloniales por medio de la cruz, equivale a situarse en un pasado remoto, recogido ya tan solo en los libros de historia ….
El islam, se alza hoy como triste y único protagonista de este tipo de conflictos, al que lleva arrastrando a sus «fieles» en detrimento de Occidente, desde el surgimiento mismo del imperior otomano, o si nos remontamos aún mas allá en el tiempo, desde su propia aparicion en escena … su nula capacidad para respetar y convivir, para aceptar otras formas que aquellas de las que se dice portador, le convierten en un problema irresoluble, latente y creciente, cuyo efectos venimos padeciendo, y sufren tambien aquellos que por proximidad geografica, se ven abocados a someterse a la imposicion mayoritaria de sus muláhs …

Es una conveniente simplificación para algunos plantear las guerras en Oriente Medio como «guerras de religión». La realidad es mucho mas compleja y las raíces y motivaciones de la actual situación proviene de luchas políticas, sociales y económicas que devienen en bandos que se agrupan confesionalmente y movilizan esas pertenencias sectarias. Como en el Islam la religión y la política van juntas no hay soluciones políticas para las divisiones confesionales.

La humanidad ha sufrido un retroceso importante al incluir mediante la globalización al mundo musulmán de medio oriente, sin perjuicio de aprevechar un legado histórico milenario de guerras y disputas religiosas, y la importancia estratégica de la zona. A nadie le interesa lo de la superficie, si despareciera para siempre el mundo se ahorraría la molestia que representa y los problemas que trae asociados, es el subsuelo lo que les pone nerviosos y que no pueden dejar que inescrupulosos lo manejen a sus anchas.

Lo aprovechen porque lo necesitan o solo les compita a su producción, será un atractivo que justificará grandes inversiones en guerras e invasiones como lo que estamos viendo hoy día. Las consecuencias directas, muertes, desplazamientos, éxodos y otras catástrofes no serán tenidas en cuenta, como estamos viendo, por cuanto solo son consecuencias que no influyen mayormente en la ecuación.

Hay que separar, salvo lo imposible, la política de la religión y la economía, de otra forma la fórmula será desastroza, y el balance al día de hoy, indica la regla nefasta de obviar lo material sobre lo humano, ahí están los resultados a la vista, y son «innegables». Pero parece que el papel de policía del mundo que EE.UU ha desempeñado hasta ahora, y lo que le dió su éxito, solo será restituído si las próximas elecciones le dan el «tono» a Trump, sionista convencido e inteligente además de decidido.

En un siglo desde la emancipación del mundo árabe contra la dominación «otomana», el mundo ha evolucionado «al cuadrado» en lo que a tecnología y desasrrollo se refiere, pero ha esquivado lo humano, como se pudo apreciar en las dos guerras del siglo XX y lo estamos viendo hoy en los países árabes, desangrándose alevosamente en el siglo XXI.

A la conclusión que hay que llegar, aún a un alto costo, es que algo tiene que cambiar para bien en el futuro, deben desaparecer las amenazas y quienes las profesan o en su defecto, impedir su desarrollo, lamentablemente eso solo lo puede lograr la fuerza.

Educar en valores de tolerancia y respeto a los musulmanes, parece condenado al fracaso, si nos atenemos a los escasos réditos dignos de ser reseñados, que han supuesto los esfuerzos acometidos por los paises occidentales en esa materia, respecto a las comunidades islamicas asentadas en su territorio … Los intentos de integracion llevados a cabo en materia social y educativa, han percutado con el rechazo implicito manifestado por los musulmanes a «ser integrados» en el tejido social del pais en el que viven, asociando este proceso, en clave de deslegitimacion de su «credo» y «cultura autóctona» en lugar de ver en él, la ocasion para participar activamente desde el respeto a los valores civicos y de convivencia, en el devenir mismo del pais de acogida o nacimiento, sin renunciar por ello a sus convicciones … Se trata pues de una causa perdida, un esfuerzo váno e infructuoso, que lleva abocando a Europa a una situacion de enfrentamiento permanente y sin visos de ser reconducido …

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