Se inició en el 2001. En Durban, África del Sur, allí se convocó a una conferencia de las Naciones Unidas. Había representantes de estados y representantes de los “grupos de derechos”. Se supone que sería una “conferencia contra el racismo”. Ella se convirtió en un festival de odio racista y de incitación contra Israel. No que no había odio antes. Claro que había. Sin embargo, esa conferencia se ha convertido en un punto de inflexión.
El panorama se ha vuelto cada vez más preocupante. En 2005 se inició la campaña BDS, que intensificó el problema. Académicos, activistas y periodistas son participes de una campaña que va en aumento, una campaña de mentiras que se ha transformado en más y más preocupante. No se trata de críticas, se tratan de mentiras. Lo que antes era el “campo de la paz en Israel” va desapareciendo, y van siendo sustituidos, cada vez más, por “Organizaciones de derechos humanos”. La lucha por la paz ha quedado al margen. El síndrome de Durban y el BDS se ha convertido en un fenómeno global.
Los activistas de la izquierda sionista, los herederos del proyecto sionista, deberían cuidar el muro de separación que separa la crítica justificada, incluso conmovedora, que toda sociedad democrática necesita, y la demonización, sobre todo la negación del derecho a la existencia de Israel. Pero el muro se derrumba para ellos. El lenguaje de Durban y el BDS alcanzaron el discurso de los “derechos”.
“La izquierda israelí”, escribió el Dr. Tzvia Greenfield, “se ha convertido, en gran medida, en un factor que implícita o explícitamente ya no cree más en el legítimo derecho de un estado judío a existir”. Ella justamente no se ubica en el bando derechista. Ella era una diputada de la Knesset de Meretz y miembro del Consejo Ejecutivo de “Betzelem”.
Amos Oz es uno de los prominentes intelectuales de la izquierda. Representa el deseo justificado de la izquierda sionista: el fin del control sobre los palestinos con el fin de evitar una catástrofe de un estado binacional. Hace tan sólo unas semanas escribí que en dos conferencias pronunciadas el año pasado “Oz representó lo que podría ser la izquierda sionista: Sobrio, recto, sionista. Especialmente, una alternativa a lo que nos lleva a un solo país, que no será binacional, según Oz, sino árabe”.
Esta es precisamente la tragedia. Debido a que el mismo Oz, un pensador sobria, sionista, es un miembro del Consejo Ejécutivo de “Betzelem”, una organización que parte de sus líderes apoyan el “derecho al retorno”, y uno de los miembros del consejo cree que Israel es un monstruo nazi al que se debe pisar la cabeza. Oz también le impuso un boicot a las embajadas israelíes de todo el mundo. ¿Qué es esto, si no viento de cola para los del BDS? Es una tragedia, porque el sentido común de Oz se torna inútil cuando él también borra el muro que debería separar entre la izquierda cuarda y el síndrome de Durban.
El periodista Nahum Barnea publicó un artículo ayer, en estas páginas, mostrándose furioso por la campaña que dirijo. Me agrega un “Averguenzate” y “McArtismo”. Suena familiar. En los últimos años he oído tales apodos huecos desde la extrema izquierda. Toda exposición se convierte en “persecución”. Me he acostumbrado. Barnea insistió en demostrar mis argumentos: Parte de la izquierda que se suponía debería estar cuerda reivindica el lenguaje de la izquierda demente. Esto no le sucede solamente a Oz. También le pasa a Barnea.
No le sucede a todos en la izquierda. Amnón Rubinstein, Ruth Gavison, Eljanan Iekira, Aharon Megged, Shlomo Avineri, Alex Jacobson, Gady Taub, y otros, expresan y argumentan sus duras críticas hacia el deterioro de partes de la izquierda. El camino de ellos es mi camino.
La crítica de Barnea nos plantea más dudas. De acuerdo con su lógica, la exposición de la relación entre “Rompiendo el Silencio” (Shovrim Shtika) con el BDS es una excavación en la suciedad. El no quiere que se exponga, él la que quiere silenciar. Para su atención, sus apodos no me detendrán. No tengo planes de callarme.
Esa cosa llamada “izquierda” ha tomado las banderas nazis. Y esos “judíos de izquierda” tienen vocación de jabón. Jabón hecho con grasa judía en algún campo de concentración nazi.