Quienes están organizando las elecciones admiten -indirectamente- que lo que se ofrece no serán unas elecciones en el sentido normal del término, y ello es una visión compartida por muchos de los candidatos opositores que se presentaran a competir en ellas.
La razón es que las elecciones iraníes, que se celebran cada cuatro años por la Asamblea Consultiva Islámica y cada ocho años para la Asamblea de Expertos, representan una ingeniería cuidadosamente diseñada para mantener y consolidar el poder en manos de una élite política-religiosa en el contexto de un sistema de partido único.
Aun así, y a pesar de sus condicionamientos las elecciones iraníes serán de interés para el mundo al menos dos razones. La primera es que, como las elecciones en la ex Unión Soviética, proporcionaran una foto instantánea de la relación de fuerzas dentro del régimen, lo que indica el aumento o la disminución de las diversas facciones que compiten por el poder dentro del marco del poder oficial.
En segundo lugar, la elección ofrecerá una visión del estado de ánimo político de la sociedad en general. Una participación masiva de votantes podría indicar un mayor grado de tolerancia para el régimen, mientras que una baja participación mostraría un grado de disconformidad popular mayor con el gobierno.
Por caso, en las últimas elecciones de 2013, en la que Hassan Rouhani ganó la presidencia, se produjo la participación más baja en la historia de la República Islámica, lo que indico el descontento con «el sistema político» dejado por el saliente presidente Mahmoud Ahmadinejad.
Así, vemos que sobre las próximas elecciones, previstas para el próximo 26 de febrero, el Ministerio del Interior, como encargado de organizarlas bajo la supervisión del Consejo de los Guardianes de la Revolución, ha proporcionado en enero la cifra de 51 millones de votantes, 7 millones menos que en las elecciones de 2013, lo que lleva a la especulación de que las autoridades están preocupadas por una baja en la participación.
Otra anomalía se dio el martes pasado, cuando el viceministro del Interior, Hussein-Ali Amiriagregó más dudas al declarar a la prensa que dos autoridades diferentes estaban trabajando para establecer cuántas bancas estarán en juego y agregó que aun no podía ofrecer ninguna cifra sobre los cargos elegibles.
EL CONSEJO DE GUARDIANES ES QUIEN DEBE APROBAR CADA CANDIDATURA
El Consejo de Guardianes es quien debe aprobar cada candidatura y hasta el jueves fueron rechazados el 49 por ciento de los solicitantes a presentarse para una banca en el Majlis(Parlamento) y lo mismo para casi el 80 por ciento de aquellos que buscan un asiento en la Asamblea de Expertos.
Según la agencia Fars, se especula que no habrá más de 21 candidatos para cada uno de los 290 escaños del Majlis. En tanto que en la Asamblea de Expertos, cada uno de los 88 escaños se disputarán en un promedio de dos candidatos. Sin embargo, algunos grupos de la Asamblea tendrán un solo candidato.
Inicialmente, las elecciones de este año atraen mayor interés debido a que son vistas como una prueba de la estrategia de ayuda a los «moderados» por parte del presidente estadounidense Barack Obama, para obtener mayor poder en Irán, inventando una «solución» al problema de las sanciones y la aceptación de la posición de Teherán en una serie de temas, incluyendo el futuro de Siria.
La facción apoyada por Obama está dirigida por el ex presidente Hashemi Rafsanjani e incluye al ex presidente Muhamad Khatami, así como al actual mandatario Hassan Rouhani y su entorno conocido como «The New York Boys.»
Este escenario, basado en la buena voluntad del presidente Obama, es para que Rafsanjani promueva a Hassan Khomeini (nieto del fallecido ayatollah) como el próximo «Guía Supremo», asegurando un asiento para él en la Asamblea de Expertos.
El problema para Obama es que el joven Hassan simplemente fue descalificado por el Consejo de Mullah’s debido a su insuficiente conocimiento del Islam y ya no corre en tal carrera.
Otros 41 mullah’s, todos líderes religiosos, también fueron descalificados debido a su falta de compromiso suficiente con el Islam, según se informo desde el cuerpo de los Guardianes.
¿Cuáles son entonces las opciones para los votantes iraníes?
Una encuesta sobre los candidatos aprobados muestra que proceden de un estrato social estrecho. Casi todos son ex o actuales empleados del sector público, incluyendo el gobierno. En la lista aprobada por Teherán, que tiene 30 bancas disponibles, sólo un puñado podrían ser considerados como ciudadanos de a pie.
En el caso del Majlis islámico, casi el 30 por ciento de los candidatos aprobados son mullah’s de diferentes sectores. Esa cifra se eleva al 98 por ciento en el caso de la Asamblea de Expertos y son antiguos miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica, de la Organización de los Desposeídos (Basij Mustadhafin) y de los servicios de seguridad que representan un 20 por ciento de los candidatos aprobados para el Majlis. Otros candidatos, aproximadamente un 10 por ciento, se compone de tecnócratas que han pasado prácticamente la totalidad de su carrera en el servicio público.
El sector público emplea a unas 6 millones de personas y está en exceso representado en estas elecciones. Por lo tanto, cualquiera sea la formación de las dos asambleas, una cosa es cierta:no representarán plenamente la sociedad iraní de forma amplia. Y esto es así desde el principio de los postulados de Khomeini y sus aliados, incluidos los estalinistas y los islámicos-marxistas que sabían que en un sistema basado en el principio de «Walayat un Faqih» o «Ley del gobierno del clero» no hay lugar ni hay necesidad para un auténtico parlamento.
En consecuencia y pesar de sus evidentes limitaciones, las elecciones de este mes serán implícitamente importantes en dos cuestiones en relación con el futuro del país. La primera es la sucesión de Khamenei. Pero Rafsanjani tiene 82 años, dos más que el actual Guía Supremo, por tanto no pareciera que sea elegido por ese detalle. Encontrar un sucesor no será fácil. Los mullah’s que participan en la política activa han perdido gran parte de la legitimidad que pudieran haber tenido al convertirse en políticos disfrazados de clérigos.
Los ancianos que están entre ellos, dicen que el ayatollah Mesbah Yazdi o el ayatollah Ahmad Khannati también son mayores que Khamenei y por tanto poco probable como candidatos a su sucesión.
Los más jóvenes, como el ayatollah Ahmad Khatami o ayatollah Hussein al-Alam Hoda, son más luchadores callejeros que estudiosos de la jurisprudencia como exige la Republica Islámica y el ayatollah que pudiera ser electo como Muhammad Jawad de la ciudad sagrada de Qom, no está interesado en convertirse en «Guía Supremo» porque cree que un mullah debe dedicarse a la religión en lugar de la política.
El propio Khamenei ha aconsejado a sus seguidores a promover «cuatro o cinco posibles guías supremos» dentro de la Asamblea de Expertos. El consejo ha dado lugar nada más que a la intensificación de rivalidades personales entre una docena de mullah’s ambiciosos que carecen de cualquier circunscripción creíble fuera del régimen.
La cuestión de la sucesión es probable que siga sin resolverse y puede ser una bomba de tiempo en el corazón del sistema khomeinista.
La razón y creencia de que la facción de Rafsanjani son «reformistas moderados» es tan ingenua como fantasiosa, por decir lo menos. Rafsanjani gobernó durante 16 años y no ofreció una sola reforma.
Su sucesor Rouhani ha tenido más de dos años para demostrar que sigue exactamente el mismo camino. Durante su presidencia Irán se ha convertido en el país líder en el mundo en el número de ejecuciones y presos políticos, y la censura y la represión cultural sobre los iraníes se ha intensificado.
Sin embargo, la política de esa facción puede abrir a Irán al comercio, especialmente con las potencias occidentales y podría dar a la economía iraní un impulso muy necesario y positivo para su pueblo, eso piensa el presidente Obama.
Sin embargo, para contrarrestar la facción Rafsanjani hacia los EEUU es que Khamenei lanzó su estrategia de «acercarse a Rusia», invitando al presidente Vladimir Putin a Teherán y, a continuación, enviar su Asesor Ali-Akbar Velayati a Moscú para desarrollar un «estratégica asociación con Moscú».
Khamenei cree que acercarse a Occidente puede mejorar los niveles de vida de los iraníes, pero también podría conducir a un debilitamiento del poder del régimen y su colapso final y su posición es inflexible hacia Occidente en general y Estados Unidos e Israel en particular.
Así, todo está servido para que las próximas elecciones iraníes marquen el inicio oficial de lo que puede ser una «nueva guerra fría».
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