En 2007 Aqsa Parvez, una musulmana pakistaní de 16 años residente en Toronto, fue estrangulada hasta la muerte por su padre. Su crimen fue que, siendo una mujer libre en Canadá, eligió no llevar hiyab.
Traducción del texto original: What Is Canada Doing Celebrating Hijab Day?
Este jueves, 25 de febrero de 2016, la ciudad de Ottawa celebrará un acto público en honor del hiyab, símbolo de la represión física de la mujer por el islam.
La organización City for All Women Iniciative (CAWI) organiza, con el apoyo del concejo municipal de Ottawa, el Día de la Solidaridad de Ottawa con el Hiyab, también llamado «Caminemos junto a nuestras hermanas musulmanas», en el Ayuntamiento. Según CAWI, el principal propósito de este evento es animar a las mujeres no musulmanas a llevar un hiyab para que comprendan la vida como mujeres musulmanas.
Lo atroz es que dicho evento se celebrará bajo los auspicios del Ayuntamiento de Ottawa, capital de Canadá. En la ley islámica de la sharia, el hiyab es una expresión de anulación de la mujer y un instrumento para perseguir a las mujeres que utilizan sus homólogos masculinos.
Para muchas mujeres seculares y exmusulmanas, el hiyab es cualquier cosa salvo un símbolo de libertad. El hiyab sirve de recordatorio físico diario de que ellas, las mujeres, son ciudadanas de segunda clase a ojos del islam.
Los defensores del hiyab me arrojaron a una cárcel iraní durante 18 años cuando yo tenía 16 por protestar contra el extremismo islámico. Mi familia y yo nos vimos obligados a huir, y al final encontramos refugio en Canadá.
Desde entonces, he trabajado para denunciar la verdad sobre el régimen de Irán, inspirado por la sharia, así como para defender la emancipación de las minorías y de las mujeres.
A pesar de que, a quienes han criticado a CAWI, incluida yo misma, se nos haya caracterizado erróneamente como «islamófobos», nada se aleja má la verdad. La mujer tiene en Canadá el derecho a vestir como le parezca, pero ¿por qué celebrar el hiyab, y no el crucifijo o la quipa? No le corresponde al gobierno hacer eso.
En Irán, donde nací, las mujeres empiezan poco a poco a luchar contra la represión de un régimen guiado por la sharia. Un grupo, My Stealthy Freedom, se define a sí mismo como «un movimiento social online donde las mujeres iraníes comparten imágenes suyas en las que no llevan el hiyab.»
El hecho de que las mujeres musulmanas en Irán lleguen hasta tal peligroso punto, arriesgándose a la detención e incluso a la muerte, para situarse en contra de la opresión de su propia religión, es por sí solo un acto muy significativo.
Obligar a las mujeres a llevar hiyab no es exclusivo de Irán. En Afganistán y en algunas partes de Arabia Saudí, las mujeres se enfrentan a palizas, multas e incluso cosas peores por mostrar su cabello. En 2002, en Arabia Saudí, «la policía religiosa impidió que unas alumnas abandonaran un edificio en llamas porque no llevaban la ropa islámica correcta (…) los velos y las abayas (ropajes negros) exigidos por la estricta interpretación que hace el reino del islam.» Quince chicas murieron en el incendio y otras 50 personas resultaron heridas.
En una práctica inaugurada por los musulmanes, la purdah, las mujeres son recluidas de la sociedad, y literalmente encarceladas por sus propios familiares.
Aunque una supondría que la persecución de las mujeres musulmanas por los musulmanes no se produciría dentro de las fronteras de Canadá, los datos dicen otra cosa. En 2007, Aqsa Parvez, musulmana paquistaní de 16 años y residente en Toronto, fue estrangulada hasta la muerte por su padre. Su crimen fue que, como mujer libre en Canadá, optó por no llevar hiyab.
En otro caso en Canadá, en 2012, Mohamed Shafia, de origen afgano, su mujer y su hijo fueron hallados culpables del asesinato por honor de las tres hijas de Shafia –Zainab, de 19 años, Sahar, de 17, y Geeti, de 13–, y también de la segunda mujer de Mohamed, Rona Mohamed Amir, de 50 años. Las cuatro mujeres fueron asesinadas por su propia familia por negarse a llevar el hiyab y optar por la ropa occidental.
Cuando esta autora escribió una carta abierta al alcalde de Ottawa, Jim Watson, su portavoz, a modo de respuesta, le dijo al Ottawa Sun que el alcalde no intervendría en esta «diferencia de opiniones entre esta persona y los organizadores del evento», ya que el evento «se ajusta a las correspondientes normas… Mi trabajo no es decirle a la gente lo que tiene que llevar.» Y no es el trabajo de un gobierno democrático celebrar símbolos religiosos o ayudar a otros a hacer proselitismo.Que el gobierno acepte el Día del Hiyab en Ottawa equivale a aceptar un sistema legal radical completamente contrario a los valores democráticos canadienses, y sobrepasa la línea que separa a la Iglesia del Estado. Defender el hiyab es defender el primer paso hacia una ideología extremista que no sólo lleva a los asesinatos por honor, a la mutilación genital femenina (MGF) y a la opresión de la mujer, sino que los aprueba.
¿Quizá al gobierno de Ottawa le gustaría celebrar actos como el «Día de la Solidaridad con el Crucifijo», o el «Día de la Quipa», o el «Día del Turbante Parsi»?
El gobierno de Ottawa, capital de Canadá, tiene que reconsiderar seriamente su apoyo al acto de CAWI.
Es imposible, para aquellos multiculturalistas, entender que el objeto en sí, el hiyab, además de ser un pañuelo puesto sobre la cabeza, como un sombrero, un par de anteojos de moda, es mucho más que eso. En realidad, lo que importa y vale, es el significado. Y ese significado es lo que no entienden, básicamente porque no conocen o no quieren conocer, la realidad que sufren las mujeres en el mundo islámico.
El hiyab es la síntesis de la opresión hacia la mujer. Maltratada, recluída, basureada, negado hasta su derecho a disponer de sus propias vidas.