En estos días mi familia ampliada está de luto, al igual que demasiadas familias en Israel. Hace tan solo dos días el cuchillo asesino hirió de muerte a David, el esposo de nuestra muy querida sobrina Susi. Una vez más se cumple el viejo adagio de que el destino siempre golpea más duro a los mejores. David era la bondad personificada. Como lo dijo en la ceremonia previa al entierro con la voz entrecortada por el llanto, el mayor de sus sobrinos, era un esposo, padre, amigo y ciudadano ejemplar. La noticia impactó tremendamente en Paysandú. El velorio reunió un gentío que se asemejó a una verdadera manifestación de masas. El sentimiento más generalizado era el asombro. Justamente le tocó ser víctima a David, un hombre querido y respetado por todos, que no sabía tener enemigos.
Quizás nada lo defina mejor que una vieja expresión en Yidish, el idioma de sus antepasados: balabatish. Es un calificativo que se aplica a personas cordiales, hospitalarias, generosas, delicadas y modestas.
En el velorio la familia misma estuvo muy sorprendida de la repercusión del asesinato en el país y fuera de él. La propia Susi, su esposa (no me resigno a utilizar la palabra viuda) estaba aturdida. ¿Cómo nosotros que siempre tuvimos un perfil muy bajo nos convertimos en centro de la atención de tanta gente? La explicación lamentablemente es demasiado sencilla. David fue la primera víctima de la intifada de los cuchillos fuera de Israel. Es un claro acto terrorista y la extensión de una guerra implacable contra los judíos de todo el mundo, como primera etapa. La segunda etapa será la batalla contra los infieles, es decir todos los que no son musulmanes, o no son considerados musulmanes por otros más fanáticos.
El proceso fue exactamente el mismo que en los ataques en Cisjordania y en las ciudades israelíes. Fue un lobo solitario (o no tan solitario), incitado por alguien. Quizás con órdenes superiores, quizás simplemente por autosugestión. Fue alguien (previamente convertido al Islam, por supuesto) que se radicalizó con el estímulo de las noticias de un mundo globalizado, en el que los más sensibles a los actos dramáticos y los que tienen la mayor inclinación a imitarlos, suelen ser los frustrados, los resentidos, los que odian su vida y por ello odian también a quienes la aman y saben vivirla. No es casual que el asesino haya abrazado una ideología totalitaria disfrazada de religión. Para él, cumplió un designio superior, que le fue ordenado por Alá. Realmente hay que ser muy distraído para ver en este asesinato un aislado y excéntrico atentado antisemita. Tampoco tuvo una relación real con el conflicto árabe-israelí o los territorios ocupados. Éste no es el quid del problema, aunque constituye un notable pretexto para la justificación del terrorismo.
El verdadero gran tema está en los titulares de los diarios de todos los días. Es la Jihad, la Guerra Santa, que se libra contra los infieles, con la particularidad de que para los sunnitas los shiítas son infieles, al igual que lo son para ambos, otros grupos musulmanes minoritarios.
En la pacífica Paysandú, la tercera ciudad del Uruguay pero que aún conserva las hermosas características de una ciudad-pueblo en la que la palabra vecino es casi un título honorífico, el asesinato causó un terrible impacto. Pero obviamente en un mundo acosado por el Islam radical no es nada nuevo.
Según especialistas en lo podríamos llamar la contabilidad del espanto, desde el atentado a las Torres Gemelas en el año 2001, hubo 27.969 actos terroristas en el mundo en los escenarios más variados. Tan solo en los últimos 30 días hubo 157 ataques, 1397 muertos, 1778 heridos, todo lo que afectó a 25 países.
Es doloroso pero no hay islas en el mundo globalizado. Tampoco hay lugares que puedan mantenerse al margen de la gran guerra del siglo XXI entre la modernidad y el retorno al tribalismo más primitivo, entre la civilización y la barbarie. Nuestro querido e inolvidable David Fremd solo fue una víctima más de esta guerra interminable que aún causará muchísimo dolor.
Frente al razonamiento, se alza la visceralidad, frente al dialogo, la intransigencia, frente al respecto a la vida, su conculcacion por via criminal … conocemos por desgracia demasiado bien los contornos de esta historia, que lleva a los de siempre a segar la vida de aquellos que percibe como contrarios a sus tésis, y como tales suceptibles de ser «eliminados» … fascismo en estado puro, que el Furher en persona subscribiriá sin pestañear … éste es pues el «percal» con el que tenemos que lidiar, amen de soportar el ultraje de escuchar y leer a diario, sandeces en las cuales las victimas son criminalizadas y los verdugos absueltos, por parte de personajes indecorosos que ni siquiera merecen el calificativo de ciudadanos …