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Di-s llama a Moshe a la Tienda del Encuentro y le comunica las leyes de los Korbanot, ofrendas de animales y vegetales traídas al Santuario. Estas incluyen: La “ofrenda de elevación” (olá) que es totalmente incinerada para Di-s en el fuego del Altar; Cinco variedades de “ofrendas vegetales” (minjá) preparadas con harina fina, aceite de oliva y olíbano; La “ofrenda de paz” (shlamím), cuya carne era comida por aquél que traía la ofrenda, mientras que ciertas partes eran quemadas en el Altar y otras entregadas a los Kohaním (sacerdotes);Los diferentes tipos de “ofrendas de pecado” (jatat) traídas para expiar por transgresiones cometidas erróneamente por el Sumo Sacerdote, la comunidad entera, el rey o un judío ordinario; La “ofrenda de culpa” (asham) traída por una persona que obtuvo beneficio de la propiedad del Santuario, o por quien tiene duda de si transgredió una prohibición divina, o por quien “traicionó a Di-s” jurando en falso para defraudar.
Silenciando las Dudas Internas
(El Shabat anterior a Purim se lee la segunda de las cuatro parshiot especiales, Parashá Zajor, que relata el ataque de Amalek contra los Hijos de Israel. El motivo es porque Haman era descendiente de Amalek. De acuerdo al valor numérico de las letras hebreas, Amalek equivale a 240, el mismo valor numérico de la palabra safek=duda).
“Vino Amalek y peleó contra Israel en Refidim” (Éxodo 17:8)
El ataque físico de la nación de Amalek fue la manifestación externa del ataque espiritual del Amalek interno del pueblo, su duda con respecto al cuidado e intervención de Di-s en sus vidas. Este Amalek interno continúa asediándonos hoy en día, intentando sembrar dudas y enfriar nuestro fervor religioso. Reconoce que Di-s existe pero intenta convencernos que Di-s es demasiado grande como para preocuparse por los detalles de nuestra observancia judía. Una duda lleva a la otra y eventualmente nuestro Amalek interno nos convence que Di-s no está involucrado para nada en la vida humana. Esto, a su vez, causa que abandonemos nuestra búsqueda de Divinidad y espiritualidad.
De este modo, así como el Éxodo de Egipto ocurre nuevamente en cada generación y en cada día, también lo hace la guerra con Amalek. Todos los días, debemos silenciar la voz de duda que busca detener nuestro progreso espiritual. Una vez que dejamos nuestro Egipto interno exitosamente y nos sobreponemos a nuestro Amalek interno, estamos prontos para recibir la Torá nuevamente y entrar en nuestra Tierra Prometida.
Implementar exitosamente este proceso de crecimiento espiritual a nivel individual acelerará su implementación colectiva, llevando al mundo a su Redención Mesiánica. (www.es.chabad.org).
Pequeños compromisos, grandes batallas
Por Levi Avtzon
Tras observarme atentamente y al mundo que me rodea, he llegado a darme cuenta que es mucho más fácil hacer grandes cambios en la forma de vida que pequeños.
La gente regularmente se ocupa primero de grandes compromisos, tales como el matrimonio, traer un hijo al mundo, o dedicar voluntariamente tiempo para obras de caridad. Algunos hasta vuelan a algún país del tercer mundo y dedican sus vidas a ayudar a almas desafortunadas.
Sin embargo, cuando se trata de pequeños sacrificios, tales como pasar unos cinco minutos con el mismo niño o esposa que tan incondicionalmente elegimos cuidar y alimentar por el resto de nuestras vidas, tiene lugar una guerra mundial.
El mismo fenómeno se puede encontrar en nuestra relación con Di-s. Muchos de nosotros, especialmente aquellos que han crecido en hogares observantes de la Torá, de buena gana nos comprometemos a comer sólo comida kosher toda nuestra vida, a abstenernos de trabajar un día a la semana, y orar tres veces cada día… ¡Para siempre!
Pero pequeñas batallas, tales como orar con un poco más de concentración, infundir nuestros Shabat, no sólo con no hagas, sino, y mucho más importante, con haz, tales como estudiar Torá y cantar más alto, ¡parece tan insuperable como el Monte Suribachi!
¿Por qué? ¿Por qué el santo individuo “entrego mi vida” encuentra tan difícil ganar las pequeñas batallas?
Los sacrificios son el tema de la lectura de la Torá de esta semana, Vaikra. Los maestros jasídicos han enseñado que en nuestra era post-Templo, nosotros no sacrificamos animales de cuatro patas, en cambio sacrificamos animales de tentación e instintos naturales —el animal en nuestro interior.
No es por menospreciar las cosas grandes que están en la base de lo que somos y lo que hacemos, pero puedo aventurarme a decir que la verdadera batalla, los sacrificios reales que se sacrifican diariamente en nuestro altar, son las pequeñas cosas, aquellas que cuando ganamos no nos hacen sentir como un «príncipe de brillante armadura», y por desgracia, no nos causa demasiada culpa el evitarlas o perderlas.
Como el tiempo que nos abstenemos de dar esa reacción refleja a nuestro cónyuge/hijo/jefe/nudnikim locales.
El tiempo que oramos a Di-s no sólo con nuestra boca, sino con el corazón y la mente también.
Los dos minutos que pasamos haciendo los deberes con nuestro hijo.
Estas no son victorias que construyen el yo, pero son las victorias que Di-s quiere de nosotros. Las batallas que hacen de cada día un Día-D. (www.es.chabad.org)
«El Alter Rebe, al principio de su liderazgo, enseñó: “Di-s dispone los pasos del hombre”. Cuando un judío llega a un determinado lugar, ello obedece a un objetivo: cumplir una mitzvá, ya sea entre el hombre y Di-s, o entre el hombre y su semejante. El judío es un emisario del Altísimo. Un emisario, dondequiera esté, representa el poder de quien lo enviara. La superioridad de las almas frente a los ángeles (que también son “emisarios”) es que en las almas ello es en virtud de la Torá.»
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