Decía el general norteamericano Douglas MacArthur que “la historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde. Demasiado tarde en la comprensión del letal propósito del enemigo; demasiado tarde en tener conciencia del mortal peligro; demasiado tarde en lo tocante a la preparación; demasiado tarde en la unión de todas las fuerzas posibles para resistir; demasiado tarde en ponernos al lado de nuestros amigos.” ¿Será demasiado tarde para vencer al terrorismo islamista? ¿Estamos realmente preparados para hacer frente a esa amenaza? ¿Hay una verdadera estrategia occidental para luchar contra este auténtico flagelo que ya golpea a nivel global?
Los atentados de Bélgica vuelven a revelar que estamos ante una nueva forma de guerra. Tenemos ante nosotros nuevas amenazas y desafíos que también implicarán respuestas novedosas. Se trata de una guerra diferente a todas las anteriores y requerirá una contestación muy alejada de los esquemas tradicionales que utilizábamos en los conflictos clásicos. Los análisis de librillo ya no sirven.
Estos brutales e indiscriminados ataques terroristas de Bruselas, seguramente perpetrados por miembros del Estado Islámico llegados a Europa en la oleada migratoria tolerada y alentada por algunos ejecutivos europeos, implicarán el desarrollo de un nuevo sistema de seguridad que provocará molestias a los ciudadanos, un deterioro de nuestro ya de por sí maltrecho Estado de Derecho, un mayor control policial y una acción más coordinada de nuestros servicios de inteligencia. Las respuestas convencionales que hasta ahora trataban de dar a este problema nuestras fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas a nivel local no sirven para contener y vencer al terrorismo.
Bruselas no ha sido elegida al azar, es la capital del proyecto europeo y la sede de todas las instituciones de la Unión Europea (UE). También se encuentra la sede de la OTAN y es un centro neurálgico en el continente. Han querido golpear un símbolo, un emblema del poder occidental y humillar a los europeos, demostrarles que pueden atacarles en el centro del poder mismo y causar el terror y la muerte sin miramientos, de una forma cruel y despiadada. Al igual que en la mística fascista aquí no cabe espacio para la negociación y el diálogo, sino que son grupos, los yihadistas, que han nacido para vencer o morir, no hay una tercera vía para estos elementos que componen las células terroristas. ¿Y frente a estos ataques de Bruselas qué podemos hacer?
1. DERROTAR AL ESTADO ISLÁMICO POR LA VÍA MILITAR
En primer lugar, el elemento geoestratético, que se vio alterado en su conjunto con la destrucción del Estado en Irak, está generando convulsiones, conflictos y amenazas para otros Estados, como Egipto, Jordania, Siria, Turquía y el mismo Irak. Pero, desgraciadamente, la respuesta al Estado Islámico, que creció a merced del caos en Irak y Siria, principalmente, solo puede ser militar. Occidente debe ponerse al lado de sus aliados en esta zona del mundo y contribuir a la derrota total del Estado Islámico. No hay ninguna posibilidad de reconducir por la vía política a este flagelo que recurre a la barbarie mediática para aterrorizar al mundo y que se está revelando, más allá de sus actuales limites territoriales, como una amenaza global, capaz de golpear y matar hasta en el centro de Bruselas, tal como hemos visto.
2. LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL, ABSOLUTAMENTE NECESARIA
Como segundo elemento para combatir esta maldición habrá que intensificar la cooperación internacional entre todos los Estados que estamos juntos en esta batalla contra el terrorismo yihadista. La crisis de Oriente Medio no se puede resolver dejando de lado a aliados como Turquía o a países que hasta hace muy poco tiempo considerábamos como aliados en la lucha, como es el caso de Rusia.
No hay otro camino que volver a un marco de responsabilidad compartida, de estar con nuestros amigos y aliados, de conformar una gran alianza que nos permita resolver las crisis juntos y aplicando recetas realistas y prácticas, tal como se hizo con el reciente acuerdo sobre el contencioso nuclear con Irán. Pero, que le quede claro a Occidente, sin Rusia no habrá paz nunca en Siria y hasta me atrevería decir en Oriente Medio.
3. SCHENGEN DEBE SER REVISADO
Otro aspecto fundamental, y ya como tercer elemento a desarrollar, habrá que hacer una revisión objetiva, rigurosa y seria de nuestras políticas migratorias. La aparición de un pasaporte sirio en los escenarios de los atentados de París mostró a las claras que el descontrol reinante en nuestras fronteras es parte del problema. La política de Alemania, en el sentido de abrir las mismas a todos los ciudadanos sirios sin distinción, ha sido uno de las más graves errores en política migratoria de la UE en décadas. Se calcula en más de un millón de personas las que han entrado en Europa sin que nadie comprobará de dónde venía, quién era y qué hacía antes de venir al viejo continente.
4. UN NUEVO CONCEPTO DE SEGURIDAD
Por último, como cuarto elemento a desarrollar, habrá que proyectar unos nuevos esquemas de seguridad, que implicarán, con toda certeza, un recorte en nuestras libertades y una merma en nuestro endeble Estado de Derecho. Los atentados de los años noventa en Israel, sobre todo contra objetivos civiles sin ningún valor militar, provocaron la aplicación de estrictas medidas de seguridad en todos los lugares, incluyendo bares y restaurantes, el desarrollo de una estrategia policial para hacer frente a los nuevos riesgos y el impulso a una cultura ciudadana que aunaba la colaboración de todos en la lucha contra el terrorismo y en la percepción de las potenciales amenazas en las calles israelíes.
Al igual que ocurrió el 11 de septiembre de 2001, con el atentado contra las Torres Gemelas y otros objetivos, los atentados de París y ahora de Bruselas van a marcar un antes y un después, ya que se ha demostrado que los terroristas tratan de atemorizar de una forma indiscriminada y que los objetivos militares son para ellos secundarios. Quieren, simple y llanamente, sembrar el terror y causar el mayor impacto mediático, tal como ha hecho hasta ahora el Estado Islámico en todas sus acciones. Tenemos que cambiar nuestra forma de encauzar esta guerra, tomar medidas extremas, reconsiderar nuestro concepto de seguridad actual y evaluar las potenciales amenazas.
Es más que seguro que en los próximos meses va a haber más atentados terroristas en Occidente, no hace falta ser un genio para predecirlo, pero la historia demuestra que si tomamos las medidas oportunas, controlamos nuestras fronteras -tal como hacen los Estados Unidos desde el 11 de septiembre-, intensificamos los controles aduaneros, desarrollamos nuevos esquemas de seguridad y generamos una cultura policial y ciudadana, junto con el desarrollo intensivo de los trabajos de los servicios de inteligencia, es más que seguro que reduciremos la capacidad de los terroristas para cometer acciones violentas y, a la larga, les acabaremos derrotando. No hay otro camino, tenemos que hacer algo.
http://www.las2orillas.co/demasiado-tarde-para-vencer-el-terrorismo/
Derrotar al ISIS es una necesidad, pero no el remedio. El ISIS solo lleva existiendo media docena de años, pero desde el año 2000 el islamismo ha llevado a cabo en el mundo más de 25 mil ataques terroristas. Así que después del ISIS vendrán otros con diferentes nombres y en diferentes partes. Esa no es la solución.
Lo primero es saber que el Islam lleva atacando a los no islamistas la friolera de 13 siglos, en los cuales ha asesinado a más de 600 millones de personas. Y que los objetivos expansionistas del Islam para conquistar el mundo con la violencia sobre quienes se nieguen a someterse por las buenas, siguen constituyendo la base de la ideología islámica. El Islám pacifico, si existiera, es uno que no ha renunciado a ese principio ideológico, solo que está en unas condiciones en las que utiliza una táctica diferente al enfrentamiento directo, bien porque está en minoría o en inferioridad de condiciones. Además las personas que se manifiestan por esa via, que son muy pocas dentro de la enorme marea de seguidores del Islam en el mundo, carecen del apoyo ideológico de la base del Islám, que es el «profeta» y su «libro». Así que con mucha facilidad pueden ser derrotados desde adentro invocando su condición de apóstatas, y ser atacados por «los más fieles seguidores del profeta», donde la mayoría tomará partido por estos antes que por aquellos.
Que el Islám no es una religión, sino un sistema político que usa conceptos religiosos como correa de transmisión para conseguir su inmovilismo y el sometimiento de las personas, y como medio para su expansionismo político y militar en el objetivo escatológico de un «mundo debajo de Alá» (bueno, no de Alá, sino de sus «representantes», es decir, sus ayatolás, sus mullahs, sus califas, emires, imames, etc. , lo cual hace que independiemente de la secta islámica de que se trate (sunitas, chiitas, alauitas, etc.), y de que se maten sin piedad entre ellos (al fin y al cabo es el ejércicio de la violencia que constituye la principal atracción hacia el Islám), la base de unos y otros está en la teología política ejercida por el profeta en el siglo VII, y su testamento, el Corán. Para unos y otros, matar a los apóstatas, y a los infieles en el nombre del Islám (incluidos los de las otras sectas islámicas, a quienes también considerán igualmente infieles) no es un acto deleznable ni criminal, sino justo, y hasta obligado. Y morir en el curso de esa «loable misión» se considera un martirio que tiene recompensa en el paraíso de Alá.
Por lo tanto el Islám no es una religión comparable al catolicismo, al protestantismo, al hinduismo, al judaísmo, a los mormones, testigos de Jehová, cienciología, sintoísmo, confucianismo, bahaismo, etc. etc. y por lo tanto no puede aplicárse los términos de derechos y libertades que la carta de derechos humanos y las libertades de las legislaciones más avanzadas otorgar a las religiones, porque ninguna de estas tiene como objetivo la conquista territorial y política de los países en los que disfrutan de libertades a través de la violencia y el asesinato.
Así pues, a mi humilde modo de ver, lo más urgente es aislar conceptualmente al Islám de lo que supone admitirlo como una religión más, y tratarlo como una ideología política.