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| viernes noviembre 22, 2024

El Antisionismo es el nuevo antisemitismo, dice el ex gran rabino de Gran Bretaña


 

Lápidas profanadas EN el cementerio judío de Sarre-Union en Francia el 17 de febrero de 2015. «En toda Europa, los judíos se van».

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

El 27 de marzo, hablando con el Sunday Times, el ex arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, expresó su preocupación por el aumento del nivel de antisemitismo en los campus universitarios británicos. Hay, dijo, «preocupantes ecos” de la Alemania de la década de 1930. Dos días más tarde, en The Times, Chris Bryant, el Líder en la Sombra de la Cámara de los Comunes y un miembro de alto rango del partido Laborista británico, advirtió que la izquierda política estaba cuestionando cada vez más el derecho del Estado de Israel a existir, una visión que llamó «una forma no demasiado sutil de antisemitismo».

 

En toda Europa, los judíos se están yendo. Una encuesta realizada en 2013 por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales mostró que casi un tercio de los judíos de Europa han considerado emigrar a causa del antisemitismo, con números de hasta el 46 por ciento en Francia y 48 por ciento en Hungría.

Y esto no es un problema sólo en Europa. Una encuesta de 2015 de la Brandeis University de los estudiantes universitarios judíos estadounidenses encontró que tres cuartas partes de los encuestados habían estado expuestos a la retórica antisemita. Un tercio había informado de incidentes de acoso porque eran judíos. Gran parte de la intimidación en las universidades es provocada por las semanas de «Apartheid Israelí» y la campaña de BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) contra Israel. Estos se han convertido en lo que era el Pesaj en la Edad Media, una época de ataques contra judíos.

Claramente algo está pasando, pero ¿Qué? Muchos en la izquierda argumentan que están siendo acusados ​​injustamente. Ellos no están en contra los judíos, dicen, sólo se oponen a las políticas del Estado de Israel. Aquí hay que decir lo obvio. La crítica al gobierno de Israel no es antisemita. Tampoco el movimiento BDS es inherentemente antisemita. Muchos de sus seguidores tienen una preocupación genuina por los derechos humanos. Es, sin embargo, un frente para el nuevo antisemitismo, una alianza profana entre el islamismo radical y la izquierda política.

¿Qué es, entonces, antisemitismo? No es un conjunto coherente de creencias sino un conjunto de contradicciones. Antes del Holocausto, los judíos eran odiados porque eran pobres y porque eran ricos; porque eran comunistas y porque eran capitalistas; porque se mantenían aislados y porque se infiltraban en todas partes; porque se aferraban tenazmente a viejas creencias religiosas y porque eran cosmopolitas desarraigados que no creían en nada.

El antisemitismo es un virus que sobrevive mediante la mutación. En la Edad Media, los judíos eran odiados por su religión. En los siglos XIX y XX eran odiados por su raza. Hoy en día son odiados por su estado-nación, Israel. El antisionismo es el nuevo antisemitismo.

La legitimación también ha cambiado. A lo largo de la historia, cuando la gente ha tratado de justificar el antisemitismo, lo ha hecho recurriendo a la más alta fuente de autoridad disponible dentro de la cultura. En la Edad Media, era la religión. En la Europa posterior a la Ilustración era la ciencia. Hoy en día son los derechos humanos. Es la razón por la que Israel – la única democracia en pleno funcionamiento en Medio Oriente con una prensa libre y poder judicial independiente – es acusado regularmente de los cinco delitos contra los derechos humanos: racismo, apartheid, crímenes contra la humanidad, limpieza étnica e intento de genocidio. Este es el libelo de sangre de nuestro tiempo.

El antisemitismo es un ejemplo clásico de lo que el antropólogo René Girard ve como la forma primaria de violencia humana: un chivo expiatorio. Cuando a un grupo le suceden cosas malas, sus miembros pueden formular dos preguntas diferentes: «¿Qué hemos hecho mal?» O «¿Quién hizo esto?» Toda la suerte del grupo dependerá de cuál elija.

Si pregunta: «¿Qué hemos hecho mal?» ha iniciado la autocrítica esencial para una sociedad libre. Si pregunta: «¿Quién hizo esto?», se ha definido a sí mismo como víctima. Entonces buscará un chivo expiatorio para culparlo de todos sus problemas. Clásicamente lo han sido los judíos.

Hoy en día el argumento es el siguiente. Después del Holocausto, cada ser humano bien pensante debía oponerse al nazismo. Los palestinos son los nuevos judíos. Los judíos son los nuevos nazis. Israel es el nuevo crimen contra la humanidad. Por lo tanto cada persona bien pensante debe oponerse al estado de Israel, y puesto que todo judío es un sionista, debe oponerse a los judíos. Este argumento es totalmente equivocado. Fueron judíos, no israelíes, los que fueron asesinados en ataques terroristas en Toulouse, París, Bruselas y Copenhague.

El antisemitismo es una forma de insuficiencia cognitiva. Reduce problemas complejos a simplicidades. Divide el mundo en blanco y negro, viendo toda la culpa en un lado y todo el victimismo en el otro. Singulariza a un grupo para culparlo de entre un centenar de delincuentes. Silencia el disenso y nunca se involucra en la autocrítica. El argumento es siempre el mismo. Somos inocentes; ellos son culpables. De ello se desprende que si nosotros ​​- cristianos, miembros de la raza aria o musulmanes – hemos de ser libres, ellos, los judíos, o el estado de Israel, deben ser destruidos. Así es como comienzan los grandes crímenes.

Los judíos han sido odiados porque eran diferentes. Eran la minoría no cristiana más conspicua en la Europa cristiana antes de la Primera Guerra Mundial. Hoy en día son la presencia no musulmana más conspicua en un Medio Oriente islámico. El antisemitismo siempre ha tenido que ver con la incapacidad de un grupo para hacer espacio para la diferencia. Ningún grupo que sea incapaz de hacerlo creará una sociedad libre.

El odio que comienza con los judíos nunca termina con los judíos. En un mundo inundado de odio por divisiones religiosas, las personas de todas las creencias, o ninguna, deben estar unidas, no sólo para derrotar al antisemitismo, sino para garantizar que los derechos de las minorías religiosas sean defendidos en todas partes.

La historia nos juzgará por cómo hacemos frente a este desafío. No debemos fallar.

Jonathan Sacks sirvió como Gran Rabino de Gran Bretaña de 1991 a 2013. Recientemente se le otorgó el Premio Templeton 2016. Su último libro es No en el Nombre de Dios: Confrontando la Violencia Religiosa.

 

http://europe.newsweek.com/jonathan-sacks-anti-semitism-anti-zionism-bds-israel-labour-442978?rm=eu

 
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