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| domingo diciembre 22, 2024

La amenaza islamista va más allá del ISIS


Esta semana visité el Colegio Universitario Lewis y Clark de Portland (Oregón) para participar en un simposio internacional organizado por los estudiantes: intervine en un debate sobre el futuro inmediato de la lucha contra el ISIS. Es un tema lógico, y los estudiantes llevaron a cabo un gran trabajo de organización del evento, que celebra este año su 54ª edición. Actualmente los expertos en seguridad nacional, entre los que me cuento, pasamos buena parte de nuestro tiempo opinando sobre el futuro del ISIS, que también es una cuestión candente en los medios de comunicación y en los pasillos del poder en Washington. Pero me temo que, entretanto, estamos perdiendo visión de conjunto.

No me malinterpreten, el ISIS es importante. Es el grupo terrorista número uno del mundo, y supone una amenaza inmediata para Estados Unidos y para nuestros aliados. Debe ser derrotado y hemos de hacer más de lo que estamos haciendo para destruir su sedicente califato. Deberíamos enviar más fuerzas armadas a Irak y flexibilizar las reglas de combate de las mismas. Pero derrotar al ISIS no es el único interés de la política exterior estadounidense.

Consideremos lo siguiente: hace tres años, antes de que cayeran Mosul y Ramadi, no había casi nadie que hablara del ISIS. Apenas hace dos años el presidente Obama despreciaba a la organización, a la que calificaba de “equipo de instituto”, lo que significa que no la consideraba una amenaza de la categoría de Al Qaeda, el grupo con el que ha estado (comprensiblemente) obsesionado desde 2001. Incluso mientras el presidente pronunciaba esas desacertadas palabras a comienzos de 2015, el ISIS usurpaba el puesto de Al Qaeda como grupo terrorista más temido del planeta.

Pero igual que en ninguna parte estaba escrito que Al Qaeda tuviera que seguir siendo el principal grupo terrorista, no hay nada que determine que el ISIS siga estando en cabeza. No estoy sugiriendo que la organización vaya a desaparecer en un futuro inmediato; aunque haya sido expulsada de Ramadi y de Palmira, conserva el control de un semi-Estado que se extiende entre Raqa y Mosul, y que sigue ampliándose en el extranjero, especialmente en Libia.

Pero aun en pleno auge del ISIS hay otros grupos terroristas suníes que no es que hayan desaparecido precisamente: formaciones como el Frente Al Nusra (Siria), Al Shabaab (Somalia), Boko Haram (Nigeria), Al Qaeda en la Península Arábiga (Yemen), Al Qaeda en el Magreb Islámico (Libia y Argelia), los talibanes de Pakistán, los de Afganistán, la Red Haqani, y muchos más siguen activos. De momento se ven eclipsados por el auge del ISIS, pero cualquiera de ellos –o incluso un grupo completamente nuevo– podría perfectamente captar más atención si el ISIS iniciara su declive.

Y no olvidemos que además hay todo un universo de grupos radicales chiíes respaldados por Iránque, en algunos aspectos, resultan más amenazadores. Grupos como el libanés Hezbolá, las milicias alauitas de Siria, las Brigadas Badr, Jataib Hezbolá, las Fuerzas de Movilización Popular, los huzis del Yemen, etc. Irán incluso tiene vínculos con el PKK kurdo en Turquía y con sus filiales sirias. Todos ellos están dirigidos y organizados por la Fuerza Quds iraní, y se están volviendo más poderosos que nunca merced a la llegada de fondos y armamento que Irán está recibiendo como consecuencia del acuerdo nuclear.

El ISIS está perdiendo territorio en Irak y Siria, pero en su mayor parte es en beneficio de los aliados iraníes. A fin de cuentas, Palmira fue recobrada recientemente por las fuerzas de Bashar al Asad con ayuda de la fuerza aérea y las fuerzas especiales rusas, así como de un contingente yihadista chií internacional organizado por Irán. En Irak, si bien Ramadi cayó en manos del Ejército iraquí, el retroceso del ISIS ha permitido el avance de milicias respaldadas por Irán en zonas como la provincia de Diyala, al norte de Bagdad, donde se libra una campaña de limpieza étnica contra los suníes.

De hecho, la estrategia del presidente Obama para combatir al ISIS parece estar basada en unatácita cooperación con Irán. Por ejemplo, en el norte de Siria estamos brindando apoyo aéreo y Fuerzas Especiales en ayuda de la milicia kurda YPG, respaldada por la República Islámica. En Irak hemos bombardeado en apoyo de las Fuerzas de Movilización Popular, también patrocinadas por Teherán.

Como he sostenido en el pasado, es una apuesta equivocada por nuestra parte; se basa en la idea errónea de que el ISIS es la única amenaza que afrontamos. Lo cierto es que el régimen revolucionario iraní sigue empeñado en el “Muerte a América”, y permitir que sus fuerzas establezcan un nuevo Imperio Persa que se extienda de Teherán a Beirut supone un duro golpe a los intereses estadounidenses. A diferencia del ISIS, Irán posee un programa nuclear, misiles balísticos y demás material militar puntero, y va a comprar muchas más armas con los ingresos procedentes del acuerdo nuclear. No beneficia a nuestra seguridad que Irán avance a costa del ISIS.

Mientras Irán siga librando esta lucha de poder, los suníes de los países implicados seguirán retrocediendo. En cierto sentido, el ISIS ha sido un instrumento de resistencia suní a la dominación iraní. Si es derrotado, otro grupo terrorista, como Al Nusra, podría perfectamente ocupar ese vacío, a menos que Estados Unidos y sus aliados puedan establecer unas condiciones políticas más duraderas que protejan los derechos de los principales grupos locales, incluidos chiíes, suníes, alauitas, kurdos y turcomanos.

Es uno de los principales defectos de la política estadounidense: parece que sólo somos capaces de ocuparnos de una amenaza a la vez. Así, durante la Segunda Guerra Mundial estuvimos tan centrados en vencer a nazis y japoneses que no prestamos la suficiente atención a cómo evitar que la Unión Soviética y sus aliados ocuparan el vacío de poder surgido con la retirada de las fuerzas del Eje. El resultado fue el dominio comunista de Europa Oriental, China, Vietnam del Norte y Corea del Norte, y nuevas guerras que se cobraron decenas de miles de vidas estadounidenses. Me temo que estemos repitiendo ese error al centrarnos excesivamente en el ISIS mientras prestamos insuficiente atención a otras amenazas procedentes de grupos tanto suníes como chiíes.

Aunque estoy encantado de hablar sobre el ISIS (un tema sobre el que también he pasado mucho tiempo escribiendo), estaría aún más contento si se prestara más atención a la amenaza de los grupos radicales islamistas en general. El ISIS no es más que una marca dentro de una amenaza subyacente mucho mayor que ha ido ganando importancia desde 1979 y que seguirá atormentándonos mucho después de que el Estado Islámico esté en ruinas.

© Versión original (en inglés): Commentary 
© Versión en español: Revista El Medio

 
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