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| martes diciembre 24, 2024

Historia de dos ejecuciones


No es de extrañar que los israelíes sigan debatiendo acerca del soldado que disparó a un terrorista herido en Hebrón hace tres semanas; la propia rareza del caso hace que se hable de él. Lo que sorprende, en cambio, es la cantidad de analistas de izquierda que lo han comparado con el famoso caso del Bus 300 (1984) para acusar a Israel de degeneración moral (dos ejemplos, aquí  y aquí). Bajo cualquier estándar moral razonable, lo que esa comparación demuestra realmente es lo mucho que se ha elevado el listón moral en Israel en los últimos 32 años.

El caso del Bus 300 empezó cuando unos terroristas palestinos secuestraron un autocar civil y amenazaron con matar a todos los pasajeros. Los soldados israelíes atacaron finalmente el vehículo, matando a dos terroristas y capturando a otros dos. El servicio de seguridad, Shin Bet, se llevó a estos últimos a un lugar apartado y los mató. Dijeron que habían muerto en el ataque al autobús, pero esa afirmación fue desmentida pocos días después, cuando un diario israelí publicó en su portada la foto de uno de los terroristas capturados cuando lo sacaban del autobús, perfectamente vivo. Así acabó el Acto I; más tarde pasaremos al Acto II.

El incidente del mes pasado en Hebrón, en el que un soldado mató a un terrorista que yacía herido en el suelo, guarda algunas semejanzas obvias. Pero veamos las diferencias:

En primer lugar, en el caso del Bus 300 la ejecución extrajudicial fue perpetrada desde los más altos niveles del establishment de la defensa israelí: fue ordenada por el entonces director del Shin Bet, Absalón Shalom –posteriormente idolatrado por la izquierda por denunciar la presencia de Israel en la Margen Occidental en el documental Los guardianes– y ejecutada por el entonces director de operaciones de la agencia, Ehud Yatom. En cambio, la ejecución de Hebrón fue una iniciativa individual de un militar de rango relativamente bajo, un sargento.

En segundo lugar, el establishment de defensa se afanó para encubrir los asesinatos del Bus 300, y probablemente lo habría logrado de no ser por la fotografía del periódico. En cambio, según lo que han contado todos los medios sobre el incidente de Hebrón hasta la fecha, el sargento informó in situ a su superior en la cadena de mando menos de diez minutos después de producirse el incidente, y sus superiores decidieron de inmediato que la Policía Militar abriera una investigación. Esa decisión se tomó antes, incluso, de que B’Tselem publicara su famoso vídeo del incidente.

En tercer lugar, después de que se publicara la foto del Bus 300, el Shin Bet intentó incriminar a un inocente. Ese hombre, el oficial del Ejército Isaac Mordejai, fue juzgado y finalmente absuelto. Que sepamos, no ha ocurrido nada remotamente comparable en el caso de Hebrón.

Pero las diferencias se ven más claras si consideramos el Acto II del caso del Bus 300. Comenzó dos años después, cuando tres altos cargos del Shin Bet le dijeron al entonces primer ministro, Simón Peres, que Shalom había ordenado las ejecuciones. Peres, que también se convirtió en un icono de la izquierda (y que fue galardonado con el Premio Nobel) por su papel en los Acuerdos de Oslo, no sólo se negó a ordenar que se investigara, sino que expulsó a los tres del Shin Bet. A continuación, los tres fueron con su información al fiscal general, Isaac Zamir, que sí mandó abrir una investigación criminal. Pero el Gobierno le dijo que la abandonara, y cuando se negó fue destituido.

En el incidente de Hebrón, por el contrario, no sólo nadie ha sido destituido por pretender llevar a cabo una investigación criminal, sino que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y el ministro de Defensa, Moshé Yaalón, ambos del partido centroderechista Likud, han exigido públicamente una investigación completa y exhaustiva. Esa investigación está ya en marcha, y se espera en breve una formulación de cargos.

El colofón del caso del Bus 300 se produjo poco después de la destitución de Zamir, cuando el presidente Jaím Herzog –miembro, como Peres, del Partido Laborista, liderado en la actualidad por su hijo, Isaac Herzog– impidió los nuevos intentos de investigar cuando concedió un indulto preventivo a Shalom y a los otros cuatro agentes del Shin Bet. Este es el único indulto preventivo de la historia de Israel; normalmente, los indultos son concedidos después de que alguien haya sido inculpado y condenado. No obstante, la Corte Suprema lo ratificó, así quenadie fue a juicio por las ejecuciones, excepto el inocente que había sido incriminado.

En cambio, y salvo que se produzca algún desenlace inesperado, es casi seguro que el soldado de Hebrón irá juicio, muy probablemente por homicidio.

¿Cómo es posible, entonces, que quien compare estos dos incidentes pueda ver una prueba de deterioro moral? La clave es ésta: la sociedad israelí quedó impactada por el caso del Bus 300, mientras que el soldado de Hebrón goza de un fuerte apoyo popular.

Esta afirmación, sin embargo, ignora dos hechos importantes. El primero es que las redes sociales no existían en 1984; de haber existido, también habrían revelado mucho racismo antiárabe. Esto no es una mera especulación: 1984 fue el año en que el partido Kaj, posteriormente ilegalizado, entró por primera vez en la Knéset; sus seguidores solían corear proclamas racistas en las calles. Sin embargo, lo más importante es que la mayor parte del apoyo al soldado de Hebrón no emana del racismo antiárabe, sino de tres elementos que no existían en el caso del Bus 300.

El primero es que, mientras que los terroristas del Bus 300 ya estaban inmovilizados y eran inofensivos, el terrorista de Hebrón no había sido aún esposado y podía mover libremente las manos. Puesto que otros terroristas heridos en situaciones parecidas han utilizado esa libertad para matar –por ejemplo, detonando un chaleco con explosivos–, muchos israelíes creen que podría haber estado perfectamente justificado que el soldado abriera fuego si, como él alega, vio un movimiento sospechoso de la mano.

El segundo es que la prueba inicial contra el soldado –antes de que sus compañeros prestaran testimonio– consistía únicamente en un vídeo difundido por B’Tselem. Puesto que todo el mundo sabe que los palestinos editan los vídeos de forma que distorsionen la verdad (por ejemplo, mostrando la respuesta de un soldado a la acción de un palestino pero no la acción del palestino, haciendo parecer así que la primera no fue provocada), muchos israelíes no estaban dispuestos a condenar al soldado basándose únicamente en el vídeo.

El tercero es que muchos israelíes consideraron que el soldado fue tratado injustamente cuando el ministro de Defensa, Yaalón, y el jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, Gadi Eisenkot, lo condenaron inmediatamente, sin esperar a que se investigaran los hechos. Y, francamente, cualquier progresista que se precie debería estar de acuerdo. Dado que Yaalón y Eisenkot son los responsables de aprobar cualquier promoción de oficiales de alto rango, fue una flagrante interferencia en el curso de la justicia. Los fiscales militares ya han decidido que no van a poder lograr una sentencia por asesinato, pero como sus superiores ya han declarado públicamente que el incidente ha sido un crimen, podrían verse obligados a presentar una determinada acusación contra el soldado, aunque en otra situación se hubiese considerado una injustificada.

En resumen, las diferentes reacciones del público surgieron de las diferencias sustanciales entre ambos casos, y no de un cambio significativo en los valores morales de Israel. Por el contrario, la manera de proceder del sistema ha reflejado un verdadero cambio en los valores morales, y que ese cambio ha sido completamente positivo.

Hace tres décadas, las ejecuciones extrajudiciales eran ordenadas por los escalafones más altos del aparato de defensa, encubiertas por los escalafones más altos del Gobierno y, finalmente, jamás investigadas o juzgadas. El mes pasado, un militar de bajo rango cometió un homicidio (como máximo), actuó en solitario y fue inmediatamente investigado por el propio Ejército, con pleno respaldo de los más altos niveles del Gobierno.

¿Cómo puede cualquier persona en sus cabales decir que eso es una prueba de degeneración moral? Me resulta incomprensible. Como ya he demostrado, las afirmaciones sobre el deterioro moral de Israel difícilmente resisten ser sometidas a escrutinio.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 

 
Comentarios

Es casi cómico ver cómo los israelíes están siempre disculpándose y justificándose, aun en situaciones en que ningún otro país lo haría, y ver cómo los árabes todos los días cometen los más atroces asesinatos en todo el mundo y ningún árabe y ningún izquierdista critica eso. Hay dos mundos totalmente diferentes…
A todos los izquierdo-fascistas de Occidente habría que mandarlos a vivir al mundo árabe, así ven lo que es bueno.

Alejandro Mandil

Hasta cuando va Israel a disculparse por matar un terrorista?Como decían de los indios en Estados Unidos a good indian is a death indian aqui se debe aplicar lo mismo :el único terrorista bueno es el terrorista muerto.

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