Cuenta un viejo chiste que un judío encuentra en el tren a un correligionario leyendo un periódico antisemita y le pregunta el por qué, a lo que le responde que en la prensa judía sólo halla motivos de alarma y tristeza, mientras que la prensa judeófoba lo describe como un ser poderoso e influyente, lo que eleva su moral. Afortunadamente, aunque muchos medios conservan una mirada desconfiada y agresiva (ahora disfrazada de anti-sionista o anti-israelí), los tiempos han cambiado (y mucho), así como lo que podemos contar de nosotros mismos.
Es indudable que Israel sigue sometida, 68 años después de su creación, a la agresión física contra sus habitantes, pero si en la Guerra de Independencia de 1948-9 murieron unos 4000 soldados y casi 2400 civiles judíos, en la Operación Margen Protector de 2014 se produjeron sólo 66 bajas militares y 5 civiles. Y en el último enfrentamiento contra ejércitos estatales (la Guerra de Yom Kipur de 1973) la cifra no llegó a los 2800. Esta disminución también es aplicable a las acciones terroristas, especialmente en comparación a la Segunda Intifada, con más de un millar de personas (entre civiles y personal militar) asesinadas en poco más de cuatro años, cifra muy superior a la última ola de atentados desde octubre de 2015, con 30 muertos en medio año.
También si observamos el antisemitismo en la diáspora, y aunque persisten muchos de los prejuicios, la cantidad de ataques físicos ha disminuido en las últimas décadas, aunque con repuntes locales, generalmente asociados a otros fenómenos como el terrorismo yihadista, ataques xenófobos o situaciones revolucionarias. El propio concepto de antisemitismo es rechazado de forma casi unánime y sólo se expresa lícitamente a través de formas de “sustitución”, como el negacionismo del holocausto o la deslegitimación de Israel. Pero, incluso en ese caso, iniciativas tan poderosas como el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) han perdido fuelle y muchas de sus acciones acaban en los tribunales o en retractaciones.
Por otra parte, y a pesar de la impresión que solemos tener, Israel nunca ha tenido como ahora tanto respaldo y países con los que mantiene relaciones diplomáticas (o soterradas, como gran parte del mundo árabe) y comerciales. En España, por su parte, nunca antes las comunidades judías habíamos gozado de la protección legal de la que disfrutamos ahora, o de la unanimidad con que el Congreso aprobó el año pasado la Ley de Nacionalidad para Sefardíes. Evidentemente queda muchísimo camino aún por recorrer pero, a diferencia de los tiempos del amargo chiste con el que abríamos, ya podemos volver a leer la prensa judía, para conocer más lo que somos y hemos sido capaces de superar, y sentirnos más orgullosos que nunca de mostrarnos.
Director de Radio Sefarad
Es absolutamente cierto lo que JR escribe en su artículo. Ya no se ve ni escucha a gente despotricar contra los judíos o contra Israel. Al contrario, se escucha a quien relata los grandes progresos hechos por Israel. Esto es resultado de la perseverancia en mostrar el progreso del pueblo Judío en su tierra. Y también, ¿Porqué no decirlo? Hoy hay quien defienda a los judíos en todas partes. En 1962 en la Escuela de Ingeniería, donde estudiábamos, un compañero judío me dijo: La existencia del Estado de Israel, previene que no habrá abusos o asesinatos impunes, sin castigo, como fue en la Europa de 1939-45. En la última aventura árabe a fines de 2015, murieron casi todos los jóvenes apedreadores y cuchilleros, lo cual es un fuerte mensaje a sus padres y parientes. No es gratis y no lo será ya más.