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| sábado noviembre 23, 2024

El viejo rencor antisemita


Recibo, cada dos o tres días y en mi correo electrónico, un mensaje de un cobarde antisemita llamado Mario Ceva a quien intenté vanamente responder y no pude. El miserable no responde, su dirección no existe o bien tiene, como yo ahora, un cortafuegos que, no obstante, no puede evitar que  yo reciba los títulos de sus mensajes. El tipo insiste e insiste en enviarme su despreciable mierda que, a la luz de su abundancia, debe de sobrarle. Ya no me molesta, en realidad, es como una luz roja, un semáforo que anuncia que uno debe pararse y meditar. Como él hay cientos de miles que destilan un viejo y reconocible veneno. Tienen la lengua bífida de las serpientes y están tan cargados de sus propias toxinas que uno se pregunta cómo alguien puede ser tan paranoico todo el tiempo. Parece como si no hubiese otro tema en el mundo, el escándalo y misterio de la supervivencia judía los aterra y se protegen segregando su pócima letal.  No hay manera de refutar a una mente así, como no hubo, en su momento, más que emprender una guerra contra el nazismo y hoy contra el Daesh. La cabeza del tal Mario Ceva está llena de conspiraciones y engaños, amenazas y delirios sin cuento, que  a cualquiera que la tuviese sobre los hombros le pesaría tanto que no podría ni caminar. Abreva, este redomado antisemita,  tanto en las viejas revistas fascistas como en las nuevas. No le es necesario apelar al crimen ritual, ni siguiera a la crucifixión o el deicidio, hoy Israel es-a su juicio-mucho peor. Resume todas las acusaciones anteriores y acrecienta su culpa por los cuatro costados.

Innecesario es decir que es un negacionista: todo lo que cuentan y demuestran con hechos los israelíes y los judíos ciudadanos del mundo, todos los bienes que aportamos a la Humanidad son para él un mero  cuento chino, pura mentira. No hubo Holocausto, no es necesario indemnizar a nadie ni restituir ninguna propiedad u objeto de arte robado. Suena tan pesado este viejo rencor que suelo preguntarme qué espera el desgraciado de mi. ¿Acaso quiere convencerme? ¿Maltratarme? ¿Hacerme ver cosas para las que estoy ciego? No, nada de eso: no quiere hablar conmigo, escucharme. Lo que quiere es oler sus propias y espantosas miserias, necesita decirse en voz alta que odia pues eso le hace creer que piensa y ha descubierto secretos de alto valor estratégico. Por lo tanto, imagino,  pierde su tiempo porque para él el tiempo no vale nada, en realidad nada vale nada. Su idea de que el calamar sionista impregna todo con su oscura tinta no sólo no tiene ningún asidero,  sino que me ha hecho pensar en que el tal Mario Ceva es una entelequia creada bien por los Hermanos Musulmanes, bien por los partidos de extrema derecha europea que afilan los cuchillos que venden a los jóvenes y desesperados palestinos. La máscara de un rostro más vasto y cuarteado por las arrugas de la desesperación, ya que no pueden ni podrán con nosotros, ni siquiera con la inestimable ayuda de la Unesco, ese circo de animales apócrifos y monstruos ilustrados que viven del dinero árabe.

Dondequiera que se halle el tal Mario Ceva le deseo lo peor a él y a los que piensan como él. Ya les llegará su Dresde, ya le caerán encima los mismos escupitajos que lanzan al vacío con mala puntería. El pueblo judío, el pueblo de Israel, ha venido al mundo para servir al mundo y tiene la longevidad está asegurada. Ahora más que nunca.

 
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