La revista Mosaic ha publicado una fascinante serie sobre por qué los judíos americanos se están distanciando de Israel. Todos sus autores atribuyeron (correctamente) esta tendencia a, sobre todo, la disolución de la identidad de los judíos estadounidenses debido a la proliferación de los matrimonios mixtos generalizados y a los intentos de “universalizar todos los aspectos del judaísmo”, como refirió uno de los autores, Jack Wertheimer. Pero entre los factores secundarios que contribuyen a este fenómeno hay uno muy soslayado: la diferencia entre la experiencia vital de los judíos israelíes, que siguen rodeados de enemigos que quieren matarlos, y la de los judíos estadounidenses, que disfrutan de una época (posiblemente efímera) de seguridad casi sin precedentes en la Diáspora. Para entender la importancia de este factor, merece la pena comparar la actitud de los judíos estadounidenses con la de las comunidades judías en Europa.
Anshel Pfeffer, periodista de Haaretz que cubre a fondo las comunidades judías europeas para su periódico, resumió una vez así la actitud hacia Israel:
Cuanto más se avanza hacia el este, hacia el Cáucaso, los judíos se vuelven cada vez más de derechas, más estridentemente proisraelíes y menos preparados a aceptar cualquier forma de concesión o compromiso hacia los enemigos y rivales de Israel.
Tampoco es difícil hallar la causa: en los lugares donde el antisemitismo y la persecución se viven de manera real, o están frescos en la memoria, los judíos consideran que Israel es un gran activo.
Pfeffer contó que los judíos rusos y ucranianos le habían dicho: “Cuando Israel bombardea Gaza y mata a palestinos, nuestros vecinos nos temen y respetan”. Pero hay una razón más simple por la que los judíos que se sienten amenazados quieren que Israel sea fuerte: porque seguirá ahí y les acogerá si llega el día en que necesiten un lugar al que huir. Y para muchos judíos europeos se trata de una posibilidad real.
Daniel Ben-Simon, autor de un libro sobre la reacción de los judíos franceses al antisemitismo,calculó ya en 2012 que casi uno de cada dos judíos franceses tiene una casa en Israel. “Es una especie de póliza de seguros, por si la situación en Francia empeora aún más”. Hoy, algunos de esos judíos han empezado a mudarse: en 2015 la inmigración a Israel fue la más alta de los últimos quince años, con los judíos franceses a la cabeza, con un máximo histórico de 7.900 inmigrantes.
A Francia le siguen de cerca Ucrania y Rusia (7.000 y 6.000, respectivamente), de donde los judíos han huido por la inestabilidad política, la crisis económica y el conflicto en el este de Ucrania. Esto es especialmente reseñable, ya que las tasas de matrimonios mixtos en Ucrania y Rusia son aún mayores que en Estados Unidos, y muchos inmigrantes de esos países han contraído matrimonios mixtos o son hijos o nietos de matrimonios mixtos. Dicho de otro modo, el apartamiento de Israel provocado por los matrimonios mixtos en Estados Unidos no se ha reproducido en Europa del Este, por la simple razón de que ahí, a diferencia de en Estados Unidos, los matrimonios mixtos siguen pensando en el necesario refugio que provee Israel.
La anomalía de la percepción de los judíos estadounidenses sobre su seguridad también se refleja en los patrones de voto. No hace mucho, los judíos de otros países occidentales apoyaban a los partidos de inclinación izquierdista con la misma solidez que los de EEUU. Pero hoy su apoyo está virando hacia los partidos de centroderecha; en Gran Bretaña, Francia, Canadá y Australia, por ejemplo, la mayoría de los judíos votan ahora a los conservadores. Esto no se debe a que se hayan vuelto menos izquierdistas económica o socialmente que sus homólogos estadounidenses; se debe a que el fantasma del antisemitismo (al principio enmascarado como antisionismo) ha salido de repente de su poco profunda tumba y se ha manifestado sobre todo en dos comunidades: los musulmanes y la extrema izquierda. Un buen ejemplo es la reciente ola de escándalos antisemitas en el Partido Laborista británico, que ha llevado al exdirector de la BBC Danny Cohen a declarar que no podía concebir que ningún judío votara hoy al Partido Laborista: “Sería como ser musulmán y votar a Donald Trump, ¿cómo es posible?”. Fuera de Estados Unidos, los judíos vuelven cada vez más a la antigua costumbre de votar por el partido que creen que les protegerá.
Y esto nos lleva a la tercera razón por la que los judíos que se sienten menos seguros son más proclives a simpatizar con Israel: cualquiera que haya experimentado inseguridad comprende que a veces no se tienen demasiadas alternativas; se trata de elegir entre dos males. ¿A quién votará, por ejemplo, un judío británico reacio a las políticas económicas y sociales de los conservadores, pero que aborrece igualmente el cada vez más rampante antisemitismo de los laboristas? Para él, ambas opciones son malas; sólo puede tratar de elegir el mal menor.
Y, habiéndose enfrentado a esa situación, es más propenso a entender que también Israel se enfrenta a amargas decisiones cuando tiene que abordar amenazas reales. Claramente, el statu quo en la Margen Occidental no es el ideal, pero una retirada empeoraría probablemente la situación, como ocurrió en Gaza. Bombardear Gaza como respuesta a los misiles de Hamás no es lo ideal, pero dejar que Hamás bombardee impunemente el sur de Israel podría ser peor.
Los judíos estadounidenses nunca han experimentado el antisemitismo como sus correligionarios europeos; pero incluso para ellos el temor a la persecución fue, como mínimo, un recuerdo vívido hasta hace poco. Han tenido padres o abuelos que huyeron de la persecución en Europa, o han experimentado el antisemitismo gentil del pacto entre caballeros, por el cual los judíos eran discretamente excluidos de muchas empresas, hoteles, clubes e incluso facultades estadounidenses.
Esos judíos estadounidenses aún podían concebir Israel como refugio, si no para ellos, sí al menos para sus hermanos de Europa. Podían sentir, como sienten hoy los judíos ucranianos y rusos, que las victorias militares de Israel les hacían ganarse el respeto de sus vecinos (no por casualidad, el aprecio de los judíos estadounidenses por Israel creció tras su impresionante victoria en la Guerra de los Seis Días de 1967). Y podían seguir entendiendo que Israel, que ha de enfrentarse a enemigos que buscan su destrucción, no dispone de soluciones ideales, sino que debe elegir entre múltiples males.
A la luz de lo que está ocurriendo en los campus estadounidenses hoy en día, no estoy segura de que no vayan a regresar los viejos malos tiempos. Pero, por ahora, disfrutar de seguridad ha hecho que demasiados judíos estadounidenses olviden las lecciones de milenios de historia judía. Y en el proceso también han olvidado uno de los valores universales clave que tanto se enorgullecen de defender, el de la compasión por los no bendecidos con una seguridad similar, es decir, por todos los judíos que puedan seguir necesitando el refugio que provee Israel y por los judíos que se ocupan de garantizar que ese refugio seguirá existiendo cuando sea necesario.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
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