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| lunes diciembre 23, 2024

Tres deseos (no políticamente correctos) para festejar los 68 años de Israel


 

Se ha puesto de moda expresar las cosas sin tapujos ni vueltas. Una especie de post-political-correct que, en casos como en el de Donald Trump, disimula un franco deseo de provocar e insultar para justificar posiciones. Tratemos de expresar un deseo sincero para este proximo año en la vida del Estado de Israel.

Primero, deseo, de corazón, que continue la inestabilidad en el Medio Oriente. Dos aclaraciones para éste deseo. Ruego que la violencia saltee a los civiles no implicados en los conflictos armados y que, de paso, excluya tanto a los israelíes como a los palestinos. El terremoto en el Medio Oriente ha revelado el duro enfrentamiento entre sunitas y chiitas pero también entre musulmanes radicales y los que no lo son (o los que lo son menos). Las tensiones en Siria, en Líbano, en Irak y en Yemen son los escenarios para que fundamentalistas sunitas y chiitas, es decir, Irán y Arabia Saudita, se desgasten mutuamente. Israel puede observar desde un relativo costado cómo los sauditas hierven sulfurantes preocupados por el empoderamiento y la amenaza militar-nuclear de Irán y, a la par, los radicales sunitas de ISIS desgastan a Hezbollah y a la Fuerza Revolucionaria iraní reduciendo (momentáneamente) el interés para volcar esa ira contra los judíos. Reconozcamos que nos gustaría disfrutar otro año viendo cómo Arabia Saudita y los países del Golfo nos cortejan casi a gritos mientras Abed El-Fatah A-Sissi, presidente de Egipto, persigue desde el sur de Gaza a Hamás, combatiendo abiertamente contra la sucursal de ISIS en el Sinaí.

Durante años nos taladraron el cerebro que “el problema palestino” es el más importante en el Medio Oriente. La mal llamada Primavera Árabe demostró la falacia de tal afirmación. El conflicto palestino deberíamos tratar de solucionarlo porque es un interés israelí el hacerlo. En el último discurso de Barack Obama en la ONU, no se nombró el tema palestino, ni de pasada. Esa fue una de las razones que motivaron al Presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas a abrir la llave de la incitación religiosa (y posterior incitación loando a los terroristas y motivando así que su ejemplo fuese imitado por decenas) y que llevó a la ola de acuchillamientos y otro tipo de atentados en Israel. Los palestinos saben perfectamente que la comunidad internacional y, en especial, la prensa, siempre van a eximirlos de toda culpa ya que son “el eterno inocente” (y la víctima suprema). Deseo que durante este año los dirigentes palestinos comprendan, de una vez, que no hay alternativas a las negociaciones con Israel, que deben reconocer a Israel como cuna nacional del pueblo judío y que la incitación a la violencia es una triste receta para el futuro de ambos pueblos.

Segundo, deseo, de corazón, que los israelíes recibamos, masivamente, una buena dosis de tolerancia y mesura. No es un secreto que el votante israelí se ha inclinado profundamente hacia la derecha. Existe un escepticismo generalizado sobre la posibilidad de dialogar con un socio palestino y una profundización de la sensación de “encierro en un guetto” ante las amenazas que nos rodean. Las redes sociales han endurecido la violencia verbal y la intolerancia hacia los planteamientos de otros. En algunas actitudes, la sociedad israelí parece haber perdido un poco el norte.

Deseo que ningún político israeli vuelva a decir que los inmigrantes ilegales que llegaron a Israel son un cáncer para nuestra sociedad. Somos un país de inmigrantes, de personas que escaparon de persecuciones y matanzas. La decision del gobierno israelí de vallar las fronteras del sur para bloquear el flujo de emigrantes fue correcta. A los inmigrantes que han escapado de peligros similares y que han quedado dentro de Israel hay que tratarlos con mayor humanidad protegiéndolos. ¿Por qué? Porque actuar de esa forma es digno de nuestros valores.

Deseo que los que se expresan de forma extremista comprendan, durante este año, que nuestras palabras confeccionan nuestra identidad. Se pueden sopesar atenuantes para la conducta de un soldado de Israel, como el caso de Elor Azaria, de 20 años, el soldado que disparó contra un terrorista que, aparentemente, ya había sido neutralizado. Resulta incomprensible el ver felicitar, incondicionalmente, la violación del código ético de Tzahal como leímos “alegremente” en las redes sociales. Deseo que mis hijos sirvan en el ejército más moral del mundo ya que cuando culmine el conflicto con nuestros vecinos deberemos seguir viviendo con nosotros mismos (siendo capaces de vernos orgullosamente en el espejo). La extremización e irresponsabilidad verbal no es monopolio de un sector de la sociedad israelí. Los que se apresuran a calificar como “perdida de los valores democráticos en Israel” porque el gobierno decidió impulsar una Ley Básica (cuasi-constitucional) formalizando que Israel es la cuna nacional del pueblo judío, son muchas veces los mismos que impulsaron un proyecto de ley para cerrar el diario “Israel Hayom” porque es gratis y, especialmente, porque apoya claramente al Primer Ministro Netanyahu. Censurar lo que no nos gusta no es justamente una actitud democrática.

Deseo que esa pequeña parte de la población en Israel que considera que recibir fondos de gobiernos extranjeros para sus actividades políticas comprenda que tiene lógica que conozcamos de dónde provienen esos mismos capitales. Organizaciones como “Shovrim Shtika” (Rompiendo el Silencio) nacieron de buenas intenciones y deben seguir existiendo. Ellos pueden criticar duramente a Israel en el mundo y también deben aceptar que sean criticados por el grueso de la población que así lo considere necesario. Eso si, no es lo mismo las donaciones realizadas por individuos que recibir millones de las arcas de estados (principalmente europeos como muestran los informes de ONG Monitor). Por ejemplo, las universidades de Israel reciben fondos de filántropos judíos, que son ciudadanos potenciales del Estado de Israel, y esas donaciones nos han ayudado a desarrollarnos como nación. Demasiados israelíes observan enojados cómo ONG israelíes publican sus informes en Europa y Estados Unidos para que dichos gobiernos presionen al gobierno electo y democrático de Israel pretendiendo de este modo modificar las políticas a su gusto. Lo que no han logrado en las urnas pretenden conseguir con ayuda extranjera. ¿No suena muy democrático, verdad? Este tipo de actitudes extremizan a los del otro polo, sin importar quién comenzó primero, ya que las consecuencias se traducen en una escalada verbal que corroe esos mayores valores que nos cohesionan como sociedad.

 

Tercero, deseo, de corazón, que los que nunca se curaron de su judeofobia, comprendan, de una vez por todas, que las circunstancias han cambiado. Tras 70 años de vacaciones, parece que el antiguo antisemitismo originario de Europa, regresa y muta en movimientos como el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones contra un solo estado, Israel). El iluminismo nos ofreció unos años de sensación de igualdad. La primavera de las naciones en Europa también nos ofreció otros años de sensación de igualdad. Tras el genocidio que sufrimos en Europa parecía que el remordimiento nos aseguraría siglos de tranquilidad. Para demasidados europeos Israel no es otra cosa que el “judío entre las naciones del mundo”. Sus productos pueden ser marcados, el judío no tiene derecho a su defensa propia y el estado hebreo no se diferencia del régimen nazi-apartheid, nos aseguran desde el viejo continente. No es fenómeno únicamente europeo. También los vemos en universidades de Estados Unidos y en países “muy europeos” del continente de habla hispana (por ejemplo, en Chile). Una parte de la humanidad no se ha curado de sus enfermedades crónicas. Otros, simplemente, creen que sacrificando a los judíos lograrán que ISIS no los señale como un objetivo para sus atentados islamistas.

Deseo que durante estas fiestas por nuestro 68 aniversario, aquellos que adolecen de las enfermedades conocidas comprendan que el pueblo judío nunca estuvo en mejor situación en su historia. Nunca. Hoy somos una potencia tecnológica, militar, democrática y cultural. Mientras que otros destruyen, en Israel se construye. No puedo ser tan ambicioso de anhelar que el antisemitismo tan enraizado en los países árabe-islámicos desaparezca por arte de magia. La judeofobía de corte nazi está demasiado extendida por aquellos lares. Sin embargo, tengo motivos para sentirme esperanzado con nuestros hermanos cristianos. Las relaciones entre judíos y cristianos nunca han sido más estrechas, los cristianos comienzan a comprender que son ellos los que están siendo asesinados en el Medio Oriente y analizan un poco mejor las amenazas que estamos enfrentando. En muchos países, las voces que aman al pueblo de Israel se reproducen y crecen. En este año seguiremos abrazando a quienes nos aman y desenmascarando a los que nunca se han curado.

Ah… si me permiten, quiero dos deseos más. Anhelo que cada israelí sienta que estamos justamente en la mitad de nuestro camino y que debemos reducir nuestras desigualdades sociales y crear una sociedad que sea luz antes las naciones del mundo. El pueblo judío debe aportar ese grano indispensable para mejorar el mundo (Tikun Olam).

Por último… deseo que nunca nos olvidemos de reir. ¿De qué vale festejar nuestra independencia si no lo hacemos?

Gabriel Ben-Tasgal (Israel) – es analista del Medio Oriente y dirige el proyecto de Diplomacia Púlica Hatzad Hasheni (La Cara de la Verdad) – www.hatzadhasheni.comwww.Hasbarapp.org

 
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