Quisiera abundar en lo que dice Jonathan Tobin en su excelente artículo sobre el alejamiento de Israel por parte del Partido Demócrata, que a su vez es fruto del desplazamiento del propio Partido Demócrata hacia la izquierda.
Como decía el New York Times en un reportaje,
un acre disenso sobre Oriente Medio podría poner en peligro la unidad del Partido Demócrata, pues representantes de Bernie Sanders, senador por Vermont, han prometido poner fin a lo que consideran un apoyo desequilibrado a Israel.
En el origen de esto está la inclusión en el comité de redacción de la plataforma del partido de dos figuras antiisraelíes, Cornel West y James Zogby, quien hace unos días “denunció la ‘ocupación’ israelí de la Margen Occidental y la Franja de Gaza y dijo que consideraba que las bases demócratas ya no se atenían al apoyo incondicional del partido al Gobierno israelí”.
Estos nombramientos pusieron al descubierto el cambio que se está produciendo en el Partido Demócrata, cuyos miembros están menos dispuestos a respaldar al Gobierno de Israel que en años anteriores. Según una encuesta de abril del Centro de Investigación Pew, quienes se describen como demócratas progresistas eran el doble de propensos a simpatizar con los palestinos en vez de con Israel que hace tan solo dos años. El 40% de los progresistas simpatizaban más con los palestinos –la cifra más alta desde 2001–, mientras que el 33% simpatizaba más con Israel.
¿Cómo se explica esta inquietante tendencia? Un amigo mío lo planteaba así: la izquierda piensa en términos de opresores y oprimidos; así, les resulta mucho más fácil ver a los palestinos como los oprimidos, y los debates sobre quién tiene la culpa o quién se niega a sentarse a la mesa de negociaciones no cambian las relaciones básicas de poder entre una sociedad poderosa, rica y exitosa y otra débil y pobre. Esto sugiere que, a menudo, el marco opresor-oprimido con que opera la izquierda suele estar confundido, pero es que es así como tienden a pensar los progresistas.
El problema de este constructo progresista es que es moralmente ofensivo y empíricamente insensato. Uno puede simpatizar con el sufrimiento de los palestinos y a la vez reconocer que son los propios palestinos, y no Israel, quienes se han infligido sus miserias.
Repasemos rápidamente los antecedentes históricos: para quienes culpan a la denominada “ocupación israelí” de las hostilidades palestinas, hay que señalar una vez más que la OLP, organización comprometida con la destrucción de Israel, se fundó en 1964, tres años antes de que Israel controlara la Margen Occidental o Gaza. Todo el movimiento palestino, desde su origen hasta el día de hoy, se basa en derrotar al Estado judío.
Esto se hizo evidente en agosto de 1967, cuando la oferta de Israel de devolver todo el territorio conquistado en la guerra de ese mismo año a cambio de la paz y de una normalización de las relaciones fue rechazada de plano por los líderes árabes reunidos en Jartum. Fue evidente el día en que Yaser Arafat firmó los Acuerdos de Oslo (1993), cuando se dirigió al pueblo palestino y justificó su conducta como el primer paso del “plan de 1974”, en alusión a un plan por fases cuyo objetivo era la erradicación definitiva de Israel. Fue evidente en Camp David en 2000, en Taba en 2001 y de nuevo en 2008, cuando unas generosas ofertas –Estado palestino, división de Jerusalén, devolución de la Margen Occidental y Gaza– fueron rechazadas por los palestinos, que a menudo desataron posteriormente intifadas.
Sumémosle a esto un liderazgo palestino que se ha caracterizado por una estupefaciente corrupción y una constante negativa a impugnar una cultura de antisemitismo incesante y criminal. Pese a los repetidos esfuerzos de Israel por lograr la reconciliación, los palestinos jamás han asumido la existencia de un Estado judío.
Los problemas de los palestinos son auténticos y trágicos, y se deben condenar los abusos que sufran los palestinos inocentes, incluidos los cometidos por israelíes. Pero, tras décadas de rechazos de ofertas y acuerdos que Israel ha estado dispuesto a aceptar, toda esta situación generadora de sufrimiento es, en esencia, creación del liderazgo palestino. Se han infligido esta miseria negándose al compromiso y a aceptar la existencia de un Estado judío. Y lo mejor que podrían hacer quienes dicen preocuparse por la causa palestina es hablar honestamente con los palestinos sobre la responsabilidad de sus líderes en sus sufrimientos. Sin embargo, la izquierda estadounidense no solo no está dispuesta a hacerlo: ha optado por cargar contra el Estado judío,con la pretensión de que Israel es responsable de las tribulaciones del pueblo palestino.
Se trata de una grotesca mentira, una calumnia contra uno de los países más venerables de la historia, un país agotado por la guerra y que ha hecho todo lo que ha estado en su mano para alcanzar la paz. Pero la paz no llegará hasta que los palestinos se deshagan de su ideología maléfica, su mentalidad rechacionista y su ferviente odio hacia Israel y los judíos.
El hecho de que un creciente número de demócratas y progresistas no puedan verlo es la prueba de una corrupción intelectual y moral muy profunda y extendida.
© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
Con los palestinos jamas podrà Israel hacer la paz porque ellos no la quieren, hay que ver como todo el tiempo estan agrediendo al pueblo israelì y lo ùnico que les importa es cometer atentados y agravios. no asi nunca van a ver a los israelies yendo a apuñalar o atacar omnibus escolares dentro de territorio palestino, pero eso el mundo no lo ve porque no le conviene o sea que palestinos en palestina e israelies en Israel, no hay otra forma de hacer la paz y lamentablemente nunca se van a superar y siempre seguiran viviendo a los tumbos