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| viernes noviembre 22, 2024

La hora de la verdad


Es aberrante que la felicidad palestina celebre la muerte de los israelíes asesinados en Tel Aviv, aberrante y significativo. Son, gran parte de los habitantes de Gaza y Cisjordania,  auténtica carroña humana, calaña sin remedio con la que no sólo no hay que hacer la paz sino que Israel debe pensar en empujarlos de una vez y para siempre fuera del país, incluso si es, en parte, también el suyo.  Mientras el mundo observa indiferente la  huída de los sirios ¡ lo será aún más con los primeros miles de palestinos que tengan que marcharse! Sencillamente porque, como se ve y constata en estilo tanguero, ´´el mundo fue y será un porquería´´. No cambiarán. Que se enteren Francia y los países de buena voluntad que les hacen el trabajo de propaganda y les nutren el ego: no les interesa, a los palestinos,  la convivencia, no les interesa nada más allá del goteo de muertes ajenas. También celebraron los misiles de Sadam en su momento y festejarían, llegado el caso, su propia destrucción si, por una de esas casualidades, les cae algún regalo de Irán. Israel debe dejar de pensar en el qué dirán, no importa si norteamericano o europeo, tiene que acabar de una vez y para siempre con aquellos que siembran odio y destrucción. Hay que dejar el hedonismo de lado, aparcar el orgullo gay con el que ciertas elites del mismo color se llenan la boca y proceder a blindar a los judíos con corazas impenetrables,  todos merecen vivir y disfrutar de la vida.

            Ha llegado la hora de la verdad: no ceder en nada, ni en permisos laborales, ayudas médicas o traspaso de bienes. Que se transformen en caníbales y se coman a sí mismos, finalmente es lo que más les gusta: fagocitar su futuro, arruinar su mañana, destrozar su destino. Ignoran que Israel les prepara un postre muy amargo para el día después del reparto de dulces. Ha llegado la hora tomar, en la tierra de los judíos, decisiones drásticas. Tal vez irreversibles. No hay por qué ofrecer la segunda mejilla ni cultivar el masoquismo. No hay razón alguna para emplear el empalagoso lenguaje de dos estados para dos pueblos cuando estamos ante hordas bárbaras, jaurías siniestras, cardúmenes de necios. Unos pocos matan y todos lo celebran, una generación  joven está dispuesta a inmolarse y sus familias cuentan en silencio los dólares que recibirán por su martirio. Santo cielo, ¡qué vecinos! Está visto que no importa lo bien que se porte Israel con ellos, sus reiterados gestos de buena voluntad, su contención. Para gran parte del mundo ya es culpable. Y eso no tiene nada que ver con los ´´territorios ocupados´´, pues el odio es previo a la declaración del estado, palpita aún y se prepara para incrementar su veneno.

Es tan fácil odiar, menospreciar, y tan difícil tratar de entender. Lo vemos todos los días cerca de Jerusalén. En Damasco y en Sana, en Bagdad y en Estambul. La geografía del Islam está cavando su propia, gigantesca tumba y quienes esgrimen la pala son ellos mismos, los terroristas de tal o cual facción. Ojalá el azufre del infierno llegue a sus aldeas y ciudades y ahogue su persiste voluntad de matar. Entretanto, nosotros, continuemos proyectando los bienes del paraíso. Perdieron todas sus guerras y no lograrán, por más que se empeñen, destruir a Israel. El mal que hacen les será devuelto multiplicado por mil.

 
Comentarios

Comparto la rabia que siente el autor de este artículo. No obstante, pierde de vista el hecho de que hay muchos judíos israelíes que, en una vocación suicida, vincula ó explica el último atentado en Tel Aviv con una supuesta ocupación judía de territorios supuestamente árabe-palestinos. Tal el caso del alcalde de esa ciudad, a quien le sugiero que ejerza su coherencia ideológica y ceda la propiedad en la que vive a algún habitante israelí de origen árabe que la merezca más que él. O es que el alcalde cree que la ocupación judía a la que él se refiere se limita solo a Judea y Samaria?

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