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| miércoles noviembre 6, 2024

Corrimiento hacia el rojo


Se llama, en física y astronomía, corrimiento hacia el rojo o al rojo a las galaxias que se van alejando, distanciando a nuestra observación en una fuga gradual pero continua, tal un globo que al inflarse fuese separando las motas de polvo que lo cubren aumentando así la distancia entre ellas. Pues eso mismo ocurre en las filas del partido demócrata en Estados Unidos y entre los laboristas en el Reino Unido: se alejan de la realidad hacia el rojo, sus utopías son de más en más ardientes y la ingenuidad política les entorpece los reflejos. Una de las pruebas de ese hecho es el antisemitismo en sus filas. Corbyn y Sanders encarnan esa rojez y ambos tienen prejuicios contra Israel, por lo que creen que siendo más pro-palestinos están ayudando a la causa de la paz. No sólo eso no es cierto sino que ocurre lo contrario: cuanto más se ayuda a Israel más se ayuda a los árabes, por eso el boicot, contra todo pronóstico, está condenado al fracaso luego de haber causado, es cierto, mucho, mucho daño. Israel da trabajo, Israel cura sus males, Israel les hace prosperar, mientras que la Autoridad Palestina los encalla, empantana y envenena y Hamás les obliga, año tras año, al suicidio colectivo y la inoperancia. Promueve túneles y cohetes en lugar de escuelas y hospitales.

Tal es la causa del desplazamiento de muchos votantes de la izquierda y el centro liberales hacia la derecha, republicanos en Norteamérica y conservadores en Gran Bretaña. Los judíos no somos insensibles a ese movimiento, ni a la irritación o al desprecio, y mucho menos a la vieja plaga que vuelve con otra máscara. Pero lo peor no es el rechazo a lo judío, o para el caso a Israel, lo peor es que desde el punto de vista económico la izquierda lleva años flotando entre naderías y blablablás. Cree que el estado debería volver a ser la nodriza que soluciona todos los problemas, se llena la boca con la palabra progresista y enarbola ideas rancias que han conducido, a tantos países, a la ruina y la desesperación. Venezuela es un caso flagrante de lo que es el socialismo del siglo XXI, ni siquiera una utopía, una flagrante calamidad asentada sobre el orgullo imbécil de unos pocos cuya evidente gordura revela que ellos no pasan hambre.

Lo mismo está sucediendo con el socialismo en España: su ala más dura se ha vuelto podemita y la que no va camino de serlo. Claro que eso no significa, de modo automático, que la ganancia del río revuelto se la lleve la derecha. Ni mucho menos, ya que también ella experimenta ese corrimiento hacia el rojo en la figura política de Ciudadanos, centristas más rosados que naranja. En suma, lo que vemos es más idealismo y menos pragmatismo, más sentimentalismo barato y menos lucidez y creatividad. Si el partido morado o violeta triunfa, con su cohorte de anti sistema y gentes mal gusto, el futuro virará un poco más hacia el negro. Tal vez no sea casual que mientras unas galaxias se alejan hacia el rojo otros cuerpos astrales se acerquen al azul, color frío pero eficaz cuando se trata de respetar al individuo y su espacio íntimo. En la vieja India tal era el tono de los dioses, reservándose el rojo para los demonios. Así, pues, el cielo lejano tiene muchas cosas que enseñarnos sobre la evolución o involución política en la tierra.

También en Israel la izquierda no funciona, y no porque la derecha lo haga mejor ocurre que se ve acorralada en sus aspiraciones . El poder y la organización social no dependan hoy tanto de las ideas como de una viabilidad que se autocorrige, un organigrama cuya regulación se basa en el buen sentido y la circulación permanentes. Como anotó Válery, ´´el mundo seduce por sus extremos pero permanece por el centro. Ese centro no es otro que la ley de la gravedad, que a la vez que sujeción marca también nuestro equilibrio.

 
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