En el corazón de la ciudad norteamericana de Orlando, en Florida, la madrugada del doce de junio del año en curso un terrorista radical islámico, Omar Mateen, nacido americano y de ascendencia afgana, ingresó a las dos en punto a la cantina con nombre ‘Pulse’, armado con un rifle de asalto semiautomático SIG Sauer MCX y un arma de fuego corta Glock17 de nueve milímetros; el resultado, cuarenta y nueve muertos –por no decir cincuenta y honrar la memoria del desgraciado asesino– y cincuenta y tres heridos. Un ataque terrorista radical islámico en suelo norteamericano, tal como aquél once de septiembre de dos mil uno en Nueva York. algunos medios de información no se precipitan en declarar el suceso como ‘el peor tiroteo en la historia reciente de los Estados Unidos de América’, ¿y cómo reacciona Barak Husein Obama? Como se esperaba de su laxo carácter en lo que a política exterior se refiere; con una serie de declaraciones políticamente correctas, por supuesto.
Ante un acontecimiento de similar naturaleza al que a principios de este siglo desencadenó la tan conocida ‘guerra contra el terror’ –misma que podría discutirse si ha concluido quince años después–, el presidente de los Estados Unidos, emblema de la libertad e ideales occidentales, no hace más que advertir la inexistencia de evidencia clara para atribuir el ataque al extremismo religioso. Desde luego, el titular del ejecutivo norteamericano, manteniéndose en el tenor de lo políticamente admisible, hizo especial hincapié, por supuesto, antes de que el Daesh (ISIS) se adjudicara el ataque, en que difícilmente podría comprobarse que el suceso fuera parte de una más grande conspiración dirigida por un grupo terrorista.
Lejos de que Obama permitió al enemigo entrar en casa, de que no le preocupó su proliferación por el mundo, de que constantemente ignora las advertencias de las agencias de seguridad nacional estadounidenses o incluso de otros países del mundo, sin importar su falta de liderazgo, pero más que nada, su creciente ausencia de coraje, ha de destacarse que el presidente Obama no logra comprender que la solución al terrorismo no es, ni será, lo políticamente correcto.
Lamentablemente, el siglo XXI ha convertido al mundo en un lugar donde la aceptación de lo distinto, el pluralismo y la incorporación de las sociedades, lejos de servir al desarrollo de la humanidad y al crecimiento de las personas, ha aportado sustancialmente a la construcción del marco idóneo para que terroristas asesinos radicales islámicos, justo como Mateen, sean de entrada ‘protegidos’ de la ‘discriminación’, puesto que la atrofiada brújula moral de la sociedad ya no distingue entre la realidad fáctica y los tan condenados ‘prejuicios’. En reiteradas ocasiones se llega a escuchar: “el hecho de que sea árabe [que no lo era], no lo convierte en un atentado terrorista”; “es improbable que haya sido un verdadero afiliado al ISIS”; “no nos precipitemos a declararlo como un acto de extremismo islámico”, entre muchas otras declaraciones que buscan mantener el panorama ‘libre de prejuicios’, porque actualmente, decir las cosas tal y como son es ‘políticamente incorrecto’.
A medida que el mundo entero no logre comprender que la respuesta al terrorismo debe ser la acción concreta, precisa y poderosa, la lucha estará perdida. Mientras occidente continué sin distinguir entre lo que es la realidad y lo que realmente implican el racismo y la discriminación, se seguirá arando el terreno para que el Daesh (ISIS) y varias otras agrupaciones de terrorismo radical islámico puedan sembrar el ideal islamista terrorista en facilitadores en otros lugares del mundo. Es un hecho que nada, sino es dejar de lado los intereses políticos y llevar a cabo actos de alto impacto y coacción contra el radicalismo islámico, solucionará el problema del terrorismo de raíz.
Díganse las cosas como son, reacciónese adecuadamente y piérdasele el miedo a hacer lo bueno, y no sólo lo correcto. Déjese de lado la visión tan primaria de que adjudicar al islamismo los actos terroristas es discriminatorio, asúmase la realidad de que la respuesta para terminar con el veneno terrorista no se encuentra, ni se encontrará, en el espectro de lo políticamente correcto.
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