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| viernes noviembre 22, 2024

Obama al servicio de los extremistas


La indiferencia a la hora de calificar al “radicalismo islámico” por parte del presidente estadounidense Obama, ayuda a los extremistas: coopera con el silencio forzado de la mayoría musulmana. Esta posición permite la propagación del mal en el mundo musulmán.

  1. “¿Alguien piensa que estamos confundidos sobre la pregunta quiénes son nuestros enemigos?” se preguntó el presidente Obama esta semana al justificar su negativa a llamar claramente por su nombre al “Islam radical”. Al parecer, los soldados estadounidenses saben contra quién están luchando: Al Qaeda, ISIS y otras organizaciones similares. “El nombramiento del peligro con diferentes nombres no hace que desaparezca”, declaró el presidente, por lo que se trata de una “esta desviación política”. Es importante hacer hincapié en el discurso. Es un resumen de la visión del mundo político y de la ideología de Obama. Más aún, su concepción idealista.

En su discurso, Obama dijo que la razón por la que no habla de “Islam radical” no es por ser políticamente correcto sino por su deseo de “derrotar el extremismo”. Grupos como ISIS y Al-Qaeda reivindican representar el mundo musulmán, y si los ligamos al Islam, dijo, le “daremos fuerza” a sus ideas acerca de una guerra entre el Islam y Occidente.

La premisa básica del discurso es que se trata de una guerra de imágenes, y que para el Islam principal, ISIS o Al Qaeda son grupos marginales. Pero estos grupos no tienen en cuenta el reconocimiento de Occidente hacia ellos, y no es desde Occidente donde proviene su poder. Sus actividades se basan en motivos ideológicos profundos cuyos origenes reivindican en el Corán, en los Hadices, en la Shaarya islámica y la interpretación de esa misma religión.

  1. Al igual que otros liberales, Obama habla de la “distorsión” y la “farsa” del islam central por parte de estos otros grupos extremistas. ¿En serio? He aquí una fatwa (una de muchas) del que actualmente se le considera el juez más importante en el Islam suníta, Yusuf Al-Qardawi: “El Islam volverá a Europa como conquistador y vencedor, después de haber sido deportado dos veces de allí. Esta vez, la ocupación no será por la espada, sino por la predicación y la ideología (Dawa)… el futuro pertenece al Islam y la religión de Allah va a derrotar a todas las religiones … la propagación del Islam, para conquistar el mundo todo, incluirá el este y el oeste, y es el comienzo del regreso del Califato islámico… la que merece dirigir la nación musulmana hacia la victoria”. No se trata de las márgenes; se trata de la corriente principal. Al-Qardawi proporciona la justificación para el regreso del Califato islámico, ISIS, Al-Qaeda y muchos otros combatientes de la Yihad que ejecutan sus principios de la forma que prefieren.

Otra conclusión a la que llegó Obama: “Si caemos en la trampa de pintar a todos los musulmanes con la brocha gorda, y decimos que estamos en guerra con toda una religión – haremos exactamente lo que los terroristas han buscado”. Muy por el contrario. Al no diferenciar entre los extremistas y los moderados, al negarnos a distinguir entre ese tipo de Islam que pone en peligro a Occidente y a los musulmanes en general, estamos jugando en las manos de estos grupos y ayudamos a “blanquear a todo el mundo musulmán”. La opinión mundial no es ciega. Observan que se trata de un terror en nombre del Islam – no sólo sociológicamente (los autores de terrorismo son musulmanes), pero principalmente teológicamente hablando (en este sentido el islam justifica y motiva la actividad violenta). No se puede descartar este fenómeno generalizado diciendo que se trata de una “farsa”, ya que se basa en una base sólida y profunda del pensamiento islámico. La Yihad no es una distorsión, tampoco la Shaada. El Paraiso creado por Mahoma para sus luchadores no es una distorsión. Estas son las leyes de la guerra del Islam.

Y nuevamente Al-Qardawi en su libro “Las Leyes de la Yihad”: “El encuentro con el enemigo debe llegar a su fin cuando el enemigo adopte el Islam y declare su fidelidad a los pilares de cumplimiento del Islam, sus costumbres y las leyes”. Por lo que la pregunta es quién distorsiona al Islam, ¿Al-Qardawi u Obama?

La tradición judía habla de una visión universal de los profetas de Israel, pero los los judíos no pusieron su fe en los principios de la dominación política del mundo (esos son los principios difundidos por los Protocolos de los Sabios de Sión, pero no la realidad). El cristianismo que le siguió ya pidió difundir la fe en el mundo. Sin embargo, las cosas siguieron quedando en la redención del alma del hombre individual. Los reyes gobernaban protegidos por la cruz pero en realidad la utilizaban para justificar su dominio. El cristianismo separó al emperador de Dios. No así el Islam que contuvo desde el comienzo ambiciones territoriales y vio en el poder político sobre el mundo el cumplimiento de la visión teológica. Así, la división dicotómica entre Dar Al-Islam (mundo islámico) de los seguidores de la religión, y Dar Al-Harb (el mundo de la guerra) de los infieles; es decir entre el mundo que ya ha caído en manos del Islam y el que caerá en el futuro. La transferencia de control del mundo de los infieles al mundo islámico siempre ha sido parte de la corriente principal, el sector “moderado”.

  1. No como afirman las palabras del presidente de Estados Unidos, la colocación del nombre exacto del fenómeno es, en efecto, un indicativo del conocer al enemigo que está ante nosotros: no son “grupos extremistas”, no son simples “terroristas”, sino que se trata de una ideología global. “Los grupos extremistas” sólo son agentes temporales de la idea. Si ellos fuesen eliminados, otros vendrían a reemplazarlos. ¿Nos imaginamos a Occidente luchado contra la Alemania nazi sin entender la ideología, sin comprender la visión global, independientemente de entender lo que motivó a la poderosa maquinaria de guerra nazi? ¿Se la podría haber derrotado sin llamarla por su nombre? Es cierto que hay una diferencia entre los fenómenos, pero las diferencias son en primer lugar en sus métodos. Los Nazis tenían más medios tecnológicos y un enrolamiento en su ejército. ¿Hay que esperar a que las dimensiones del Islam radical se hinchen en un imperio?

La decisión de Obama, como líder del mundo libre, de especificar el nombre explícitamente – con el pretexto que esto ayuda a los musulmanes y que moralmente esto ofende los valores básicos de América – logra exactamente lo contrario. Haciendo caso omiso al tema ayuda a los extremistas: coopera con el silencio forzado de la mayoría musulmana. Por lo tanto es una clara decisión inmoral, ya que permite la propagación del mal dentro del mundo musulmán, ya que los “grupos extremistas” no son lo principal, ¡sino su motivación ideológica!

Al final de la retórica, resulta que Obama si se refiere al fenómeno con el nombre de “grupos extremistas”. Este apodo es peor, porque se refiere al cuerpo y no al espíritu, no al motor ideológico que sustenta su infraestructura: el Islam. Puesto que no hay una referencia exacta, el fenómeno se expandirá, incluso si los grupos son eliminados. Los que van a sufrir son, principalmente, las masas musulmanas que no se atreven a ponerse de pie contra de este fenómeno. El mundo musulmán no puede actuar solo, necesita la ayuda occidental para separarse y diferenciarse de este mal.

La ayuda empieza, en primer lugar, colocando un nombre exacto al fenómeno. La Biblia habla de la lepra. El leproso debe reconocer las heridas, se retira de la sociedad para sanar y declararse a sí mismo “impuro impuro” (Levítico 13). Pero no puede hacerlo por su propia cuenta únicamente; necesita de un Cohen que denuncie su lepra. Pensad en el Cohen Aarón, por ejemplo, un hombre espíritual “amante de la paz y búscador de paz” – justamente él, dentro de su responsabilidad por la paz y la pureza pública, anuncia la enfermedad y envia fuera de la sociedad al leproso. El no se desentiende de la maldad ni tiene miedo de darle validez, la reconoce y pelea para eliminarla.

 
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