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| lunes diciembre 23, 2024

El Líbano, ‘Estado de la Resistencia’


A lo largo de la última década, el vicesecretario general de Hezbolá, Naím Qasem, ha hecho campaña por un único asunto: transformar el Líbano en un Estado y una sociedad de la Resistencia.

Pocos dieron crédito a las declaraciones del segundo al mando de Hezbolá. Después de todo, lo que cuentan son las declaraciones de su jefe, Hasán Nasrala, cuyos discursos son tan frecuentes como los boletines de noticias.

Los padres fundadores del país –un puñado de empresarios, abogados, periodistas y poetas cristianos– veían el Líbano como un «mensaje» y un «nexo entre Oriente y Occidente». Al margen de lo que esos confusos conceptos significaran, dieron al Líbano una época dorada en las décadas de 1950 y 1960.

Pero, tras perder la guerra en 1990, los cristianos cedieron, y la Primera República y el país con «rostro árabe» dieron paso a la Segunda (o República de Taif) y el país plenamente árabe. Ahora, Hezbolá quiere transformarlo una vez más. Tal vez la propuesta de Qasem no era una simple sugerencia.

Según Qasem, la resistencia debería transformarse para no ser únicamente una resistencia contra Israel, sino un rasgo permanente que redefina el país. El Líbano debería «resistirse a la opresión» a escala global. Es decir, que el Líbano debería estar indefinidamente en pie de guerra, y Hezbolá librar guerras en un territorio que se extiende desde Basora, en el sudeste de Irak, hasta Latakia, en el noroeste de Siria.

Los libaneses ya han soportado un enorme sufrimiento a causa de Hezbolá y sus interminables guerras. Primero fue la guerra para liberar el sur del Líbano, a pesar de que Israel estaba dispuesto a retirarse de acuerdo a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, cosa que al final hizo. Luego, la implicación de Hezbolá en la lucha contra las tropas estadounidenses en Irak y su conflicto global de inteligencia con Israel. Finalmente, la lucha de Hezbolá junto a Asad para sofocar la revuelta siria.

De vez en cuando, algún agente de los servicios secretos de algún país arresta a miembros de Hezbolá. En Egipto cayeron varios de ellos, lo que generó turbulencias en tiempos del presidente Hosni Mubarak. En Jordania, algunos de sus operativos fueron sorprendidos mientras trataban de pasar armas a los palestinos por la frontera. En Bulgaria, varios agentes de Hezbolá fueron condenados por atentar contra un autobús con pasajeros judíos. Chipre también ha capturado a miembros de Hezbolá, al igual que Alemania.

En su lucha contra Israel, Hezbolá tenía una baza. Israel estaba violando las resoluciones de la ONU y ocupando territorio libanés. Pero al optar por la guerra en vez de por la diplomacia, Hezbolá duplicó el coste de reconstruir el país tras la guerra civil. Israel atacó repetidas veces instalaciones libanesas como castigo colectivo. Y el Gobierno libanés tuvo que pedir prestado dinero a un coste mayor, dado que el país estaba librando una guerra activa contra Israel.

Pero tras la retirada de Israel, en 2000, Hezbolá perdió su raison d’être. Mantuvo como tapadera las granjas de la Shebá, desde donde lanzaba ataques dispersos. Pero incluso eso cesó después de 2006. Como Israel convirtió su guerra activa contra Hezbolá en una guerra pasiva, el partido tuvo que redefinir cada vez más su propósito y ampliar el alcance de sus intereses.

Desde 2004, los libaneses han consentido que Hezbolá mantenga su milicia indefinidamente. En 2008 el Gobierno libanés accedió a que Hezbolá tuviese su propia red telefónica, lo que sirve a los formidables servicios de inteligencia del partido. En 2011 los libaneses dieron a Hezbolá la llave del Gabinete, mientras que Saad Hariri era amedrentado y expulsado de él. En 2014 los libaneses dieron a Hezbolá las llaves del palacio presidencial en Baabda, que desde entonces está bloqueado, sin presidente.

Al convivir con Hezbolá, los libaneses han aprendido a ceder y a mantenerse alejados del partido. Si éste quiere luchar en Siria, a pocos libaneses les importará. Si quiere cerrar con candado la Presidencia, el Parlamento y el Gabinete, los libaneses pueden seguir con su vida, sin el Estado y sus servicios.

Pero ahora Hezbolá está exigiendo un peaje más alto. Tras convertir el pasaporte libanés en el peor documento para viajar por el mundo, gracias a su control sobre la impresión de los mismos, Hezbolá quiere ahora juguetear con la industria bancaria del país.

Según el modelo de Estado de la Resistencia, que Qasem ha copiado claramente de Irán, nadie se libra de la llama de la resistencia frente a los opresores del mundo, sean estos quienes sean. Por lo tanto, Hezbolá está armando a los bancos libaneses para que se nieguen a asumir los dictados de transparencia estadounidenses y sigan sirviendo al partido y a sus líderes, muchos de los cuales están en la lista negra económica de Washington.

¿Por qué importa Washington? Ahora que las economías de los países BRIC –incluido China, la segunda mayor economía del mundo– se están viniendo abajo, el dólar va camino de convertirse en la única divisa mundial. El euro y la libra esterlina siguen teniendo una amplia circulación, pero como la economía de EEUU sigue suponiendo más del 15% de la economía mundial, y como el dólar es la divisa con mayor circulación internacional, Washington lleva las riendas del sistema financiero. Si países como el Líbano ignoran las instrucciones de Washington, el sector bancario libanés se autoexcluirá del sistema financiero internacional.

Antes que el Líbano, Irán –el modelo de Estado de Resistencia– se enfrentó a un problema similar. Incluso después del levantamiento de las sanciones nucleares y de que Teherán recibiera 100.000 millones de sus activos congelados, la economía iraní siguió atravesando problemas. Washington ha mantenido sus sanciones relacionadas con el terrorismo sobre algunos líderes iraníes. Estas sanciones han hecho que Irán siguiese siendo tóxico para los inversores mundiales, que temen que cualquier desaprobación de EEUU pueda impedirles acceder al sistema internacional.

Quizás los mulás de Teherán no entienden la importancia de mantener a las instituciones alejadas de los tejemanejes de la resistencia. Y quizá los mulás de Beirut, que siguen el ejemplo de sus jefes iraníes, tampoco entiendan que si Estados Unidos veta al Líbano en el sistema internacional, las cuentas bancarias de los libaneses se verán afectadas, igual que se ve afectado cualquier poseedor de un pasaporte libanés en los aeropuertos de todo el mundo.

Hezbolá podría considerar que una amenazadora bomba para los bancos libaneses entra dentro de lo normal para lograr sus objetivos. Lo que no entiende es que esta vez no está robando la leche, sino que está matando a la vaca.

© Versión original (inglés): NOW Lebanon
© Versión en español: Revista El Medio

 
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