Lo que está sucediendo en Irak y Siria se debe a décadas de conflicto entre los dos ejes principales del islam, el Irán chiíta y la suna Saudita.
Más allá de siglos de conflictos entre estas dos corrientes, el nuevo escenario tuvo su reverdecer al inicio de la revolución iraní de 1979 y continuó con los intentos de Teherán de derrocar y cambiar regímenes de varios países de la región a través de la fuerza y bajo el eslogan de exportar la revolución islámica luego de ocho años de guerra entre Irán e Irak.
El final de esa guerra abrió un breve periodo de calma que no fue más allá de los dos años y que culminó con la invasión de Kuwait por parte de Irak. Ello acabó provocando la intervención internacional que condujo a la aparición de Al Qaeda y sus grupos terroristas satelitales que pivotearon en torno a su ideología, para, finalmente, dar lugar a la aparición del pretendido nuevo califato del grupo terrorista ISIS (por sus siglas en ingles).
En esta anomalía interconectada -que ha estado presente desde 1979 hasta hoy- la agitación siempre ha estado presente porque las potencias regionales mostraron incapacidad en mantener un equilibrio político-militar a través de acuerdos. Allí se debe entender la lógica y los motivos detrás del deseo de Teherán por mantener vivo el conflicto en Irak, el Golfo, Siria y Palestina.
Irán quiere y necesita expandirse y observa que en sus fronteras occidentales se sitúan los países mundialmente más ricos en petróleo, como Irak y los estados del Golfo.
El hecho es que Occidente no aceptará fácilmente abandonar estos países que son importantes fuentes de energía. Es por esto que el régimen de Teherán ha tratado de dominar de diferentes formas, aunque viendo el escenario actual no ha logrado mucho hasta el presente más allá de las guerras y la desestabilización regional constante.
El nuevo califato de ISIS, sin duda, está sirviendo a Irán. La prueba de ello es que Teherán se unió a la coalición occidental y rusa bajo la bandera de la lucha contra el terrorismo.
Irak es el país más importante para Irán, es la puerta occidental a la posibilidad de comercialización de la riqueza energética regional. Sin embargo, Irán no ha sido capaz de controlar y dominar Irak más que de forma parcial e indirecta.
Teherán ha desempeñado distintos roles y jugó una ficha política en distintas direcciones para convencer a los Estados Unidos de que sería un socio beneficioso prestando ayuda para fortalecer y solidificar la seguridad en Irak. Durante la administración del presidente Barack Obama, la diplomacia persa hizo que Washington creyera que era el único país, tal vez a excepción de Jordania, que cooperó con Obama, quien cayó varias veces en esa trampa. La gravedad o no de ello que la juzgue el lector, pero cierto es que al final del día, Teherán no ha sido un socio beneficioso para el presidente estadounidense.
Es justo decir que este escenario no fue propiciado absolutamente por Irán. Cuando Obama se convirtió en presidente y retiró las tropas norteamericanas de Irak, dejó el camino abierto a la intervención de Teherán. Ese fue el momento en que los grupos armados como ISIS irrumpieron en la escena regional y se generó el resurgir de Al Qaeda.
Hoy en día, Irán está en Irak con el pretexto de protegerlo de ISIS, que aún controla Mosul y un importante número de ciudades iraquíes manteniendo así la amenaza que da aire al régimen de los mullah.
El diario libanes An Nahar -en su edición en lengua árabe- publicó un editorial muy descriptivo y real sobre Irak. En su título se efectuaba una pregunta central: ¿Es Irán parte de la agitación en Irak para quedarse en el país? El diario beirutí respondía a ese interrogante de modo categórico: «No hay duda que lo es». «Teherán está apoyando ciertos grupos chiítas contra sunitas e incluso contra otros chiitas. También está detrás de la creación de la milicia de las Fuerzas de Movilización Popular que compite con el ejército regular de Irak, lo cual genera el debilitamiento del gobierno central».
No son pocos en la región los que creen que Irán es uno de los cerebros detrás de ISIS, pero no es fácil para la comunidad internacional probar que Irán es el único que toma partido y se beneficia de la existencia del ISIS, cuyas amenazas a la República Islámica dieron la excusa perfecta a la Guardia Revolucionaria Iraní para entrar en Irak y encabezar la batalla contra la organización terrorista, Así, Irán mostró que si sus fuerzas militares no ingresaban, Irak estaría hoy totalmente bajo gobierno del ISIS.
El diario egipcio Al Watan publicó el jueves pasado un completo informe de la crisis regional en el que indica que «ISIS es un reflejo de Al Qaeda, que surgió durante la presencia de EEUU en Irak. En aquel entonces, Al Qaeda tuvo éxito en sabotear el proyecto político iraquí permitiendo que los grupos pro-iraníes puedan dominar militar y políticamente en Bagdad».
El embajador saudita en Irak, Thamer Al Sabhan, recientemente declaró a la cadena televisiva Al Arabiya lo que se considera claramente una expresión en referencia a los iraníes. Sabhan dijo:«Alguien, desde el propio Islam, está tratando de crear una grieta irreconciliable en las relaciones entre Arabia Saudita y los diferentes componentes del pueblo iraquí». Esta es la primera vez que una declaración oficial refleja tan claramente la lucha saudita-iraní en Irak.
La confrontación entre los dos países pasa por diferentes razones, pero básicamente por cómo Teherán quiere dominar Irak y sus recursos energéticos. A los sauditas no les interesa el petróleo iraquí, ellos son más ricos que Irán e Irak juntos. Sin embargo, lo que sí cuenta para Arabia Saudita es la protección de sus fronteras y detener la expansión del Irán chiita.
El error estratégico político saudita en Irak es que retrasó durante años su presencia allí debido a que Riad rechazó participar en lo que era visto como una ocupación dirigida por EEUU y se negó a influir en el establecimiento del nuevo gobierno iraquí.
Teherán, sin embargo, cooperó con los norteamericanos y a cambio ganó influencia que dio lugar a la situación actual.
Aun así, el interés de Arabia Saudita coincide con el de la población iraquí, cuya aspiración es tener un país libre de cualquier dominación extranjera y controlar sus propios recursos de agua y petróleo. Arabia Saudita y otros países del Golfo son ricos y no necesitan controlar Irak. En su lugar, quieren un régimen que no se parezca al de Saddam Hussein y no sea un títere de Irán.
Los países del Golfo ahora son conscientes que la propagación de ISIS, Al Nusra y Al Qaeda en Irak, Siria y Yemen los tiene también a ellos como objetivos. Del igual modo, han comprendido que el único país que se beneficia de estos grupos terroristas es Irán, quien, directa o indirectamente los utiliza para debilitar los poderes regionales, interferir en sus asuntos, sostener la dictadura Siria e intentar anexionar tanto a Yemen como al Líbano, al tiempo que construye alianzas internacionales para servir a sus objetivos.
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.