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| martes diciembre 24, 2024

El Parlamento Europeo recompensa el odio


Me quito el sombrero ante los británicos. Aparte de todas las demás razones para aplaudir su decisión de abandonar la Unión Europea (la democracia, la soberanía nacional…), han votado para separarse de una facilitadora del terror y la educación en el odio palestina.

Si esa acusación suena dura, veamos qué ocurrió en el Parlamento de la UE el mismísimo día del referéndum sobre el Brexit.

Mientras los británicos estaban votando, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, se dirigía al Parlamento de la UE en Bruselas. Según cualquier parámetro objetivo, la visita no empezó bien: a su llegada, Abás rechazó inmediatamente la petición personal del presidente del Parlamento, Martin Schulz, de que se reuniera con el presidente israelí, Reuven Rivlin, que casualmente estaba en Bruselas en ese momento. Pero las cosas fueron rápidamente a peor cuando Abás empezó a hablar.

Los discursos de Abás siempre están plagados de calumnias contra Israel, y este no fue una excepción. Acusó a Israel de “masacrar la historia, el patrimonio, la identidad y la entidad geopolítica de Palestina”. Estableció que la “ocupación” israelí había sido la más larga de la historia y la tachó de singularmente malvada, “como nada que le haya pasado a otro pueblo en cualquier lugar del mundo”, según citaba un reportero que tuiteaba en directo sobre el discurso(no he logrado encontrar el manuscrito); lo cierto es que, por supuesto, no solo ha habido ocupaciones más largas, sino que pocos conflictos han acarreado tan poco derramamiento de sangreAbás acusó a Israel de “fascista” y “racista”, de llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales y de convertir “nuestro país en una prisión al aire libre”. Todo esto entraba bastante dentro de lo habitual, al igual que su conclusión: vacua palabrería sobre su voluntad de lograr la paz con el país monstruosamente malvado que acababa de describir.

Pero incluso para los estándares de Abás, este discurso fue excepcionalmente vil en dos aspectos. Primero, por cargar a Israel con la responsabilidad del terrorismo mundial al afirmar ridículamente: “Una vez que termine la ocupación, el terrorismo desaparecerá, no habrá más terrorismo en Oriente Medio ni en ninguna otra parte del mundo”. Después de todo, Israel es claramente el motivo por el que los musulmanes están matando a otros musulmanes, bombardeando mezquitas, escuelas y hospitales en países musulmanes como Siria, Irak y Pakistán, ¿verdad?

Después, resucitó un libelo de sangre medieval y acusó a Israel de envenenar los pozos palestinos. Por supuesto, estaba hablando en árabe, y esta acusación no figuraba en la traducción al inglés que se había preparado; pero el traductor simultáneo lo transmitió en inglés. A los periodistas israelíes no les costó escucharlo, y por lo tanto hay que asumir que los miembros del Parlamento de la UE también pudieron oírlo.

¿Cómo respondieron, pues, estos parlamentarios? Dedicándole una ovación en pie. Es decir: le dijeron que lanzar libelos de sangre contra Israel y negarse a mantener una reunión con su presidente no sería penalizado, sino recompensado.

Naturalmente, esto no tiene nada de sorprendente. Como escribí hace unos días, la Autoridad Palestina ha estado difundiendo el odio contra Israel a través de sus escuelas y medios de comunicación desde hace más de veinte años, y a lo largo de todo este tiempo la UE y sus Estados miembros han sido los principales donantes a la AP; por lo tanto, la UE ha estado subvencionando directamente la educación palestina en el odio durante más de dos décadas. La UE y sus Estados miembros también son los principales financiadores de varias ONG antiisraelíes, así que también de este modo han estado financiando la propaganda antiisraelí durante décadas. Y no ha sido por azar que la UE haya dedicado tanto dinero a este propósito; está obsesionada con Israel hasta el punto de prácticamente desentenderse de otros asuntos de la política internacional, como demostraba un estudio de 2010 acerca de los temas que los ministros de Exteriores de la UE se dedicaban a debatir. Ese estudio reveló que los referidos ministros habían mantenido una sola reunión en China, una potencia emergente, en los cuatro años anteriores, pero que hablaron del “proceso de paz en Oriente Medio” doce veces diferentes sólo en 2009 y la primera mitad de 2010.

Después de que Abás rechazara reunirse con él, Rivlin dijo ingenuamente que le había “sorprendido” su negativa. Pero no tiene nada de sorprendente, puesto que Abás puede ser recompensado por ello con una ovación en pie de la institución cuyo presidente le había pedido personalmente que mantuviese dicha reunión. Igual que no sorprende que Abás rechazara de forma similar una petición personal de Laurent Fabius, por entonces ministro de Exteriores de Francia, para que se reuniera con Benjamín Netanyahu en París en octubre de 2015. ¿Y por qué iba a aceptar, cuando Fabius se apresuró a premiar su negativa anunciando un plan para convocar una conferencia internacional a fin de obligar a Israel a acceder a las exigencias palestinas, y le prometió que Francia reconocería unilateralmente a Palestina como Estado si Israel se negaba a capitular? Ni sorprende, tampoco, que la AP siga vertiendo odio antisraelí, ya que eso le hace ganar espléndidos fondos europeos y ovaciones en pie del Parlamento Europeo.

Al recompensar económica y diplomáticamente el rechazo y el adoctrinamiento en el odio palestinos, la UE alienta el terrorismo islamista y aleja la paz. Ningún país que se respete a sí mismo querría ser asociado con esa terrible conducta. Gran Bretaña hace muy bien yéndose de ahí.

© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
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