Existe una rara enfermedad neurológica (llamada síndrome de Gertsmann) que, además de traducirse en dificultades para expresar ideas por escrito, reconocer los dedos de las manos y realizar operaciones aritméticas simples, hace que quienes la sufren no sepan cuál es el lado derecho y el izquierdo de las cosas. A nivel social, no biológico, sin embargo, hay personas que desarrollan sólo alguno de esos síntomas, especialmente cuando la derecha y la izquierda son metáforas de su pensamiento político.
Uno de los casos más sorprendentes (y que justamente nada tiene que ver con la dificultad para expresarse con letras) es el del escritor Mario Vargas Llosa, de actualidad estos días por sus polémicos artículos sobre el conflicto israelo-palestino. En ellos (y en muchas de sus columnas periodísticas precedentes sobre ese tema), el Nóbel de Literatura se declara amante del pueblo y el estado judíos, reivindicando tiempos pasados en que la izquierda de Ben Gurión y sus herederos los lideraban, cuando en su candidatura presidencial al Perú representaba a un liberalismo económico de derechas que abogaba por desarmar al país de las estructuras sociales que tanto añora en Israel. ¿Tendrá algo que ver el haberse convertido en una “celebrity” de la prensa rosa? Recordemos que después de un famoso cantante melódico y de un noble, su actual esposa ya cambió la imagen de lo que un ex ministro socialista era hasta entonces, como en ese “reality” de parejas: izquierdas, derechas y viceversa.
Por supuesto, si entramos ya en el terreno de los políticos profesionales y sus partidos, el desconcierto de la “lateralidad” es aún mayor. Y no hablamos de los habituales tránsfugas del centro-izquierda al centro-derecha o en sentido contrario. Por ejemplo, que un profesor que comenzó siendo neo-fascista en Francia pase luego en España por las filas (y escaños) del PP y PSOE, y termine germinando alumnos que lideran PODEMOS ya ni llama la atención. Y más desconcierto encontramos en las acciones políticas. Sirva de ejemplo que esta misma semana 13 diputados de un partido ultraderechista alemán (al que muchos medios califican directamente de neonazi), incluido su líder, han renunciado porque un compañero de filas expresó unas declaraciones antisemitas y no aceptó renunciar.
¿Alguien se imagina que la plana mayor del consistorio madrileño dejara el cargo porque el concejal Zapata retuiteó chistes judeófobos, o que se rompiera la coalición de izquierdas por el cartel que IU ha publicado con una caricatura de Obama y un judío, digna de la época nazi? Por otra parte, convendría recordar que el ministro de exteriores que propuso abrir un consulado español en la Gaza sojuzgada por el grupo terrorista Hamás es el actual en funciones, del PP. Que disléxicos los hay en todas partes, pero más en los extremos que, más que tocarse, constituyen una identidad.
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com
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