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| martes diciembre 24, 2024

Por qué Bibi se ha impuesto a los generales


Ha sido pura casualidad que el largo artículo de Amir Tibon “Netanyahu vs. the Generals” apareciera justo diez días después de la votación sobre el Brexit, pero en uno y otra sobresale el mismo punto ciego de las denominadas “élites”. Tras dedicar miles de palabras a describir la guerra sin cuartel librada durante años por el establishment israelí de Defensa contra el primer ministro Netanyahu, el veredicto de Tibon, compartido por todos aquellos a los que ha entrevistado, es que el premier ha logrado reducir el poder que tenían los mandos de Defensa para frustrar sus políticas. Sin embargo, Tibon parece tener dificultades para explicar por qué el muy odiado Netanyahu ha podido derrotar a la institución más respetada de Israel. En realidad, el motivo es el mismo que dio lugar al triunfo del Brexit: los expertos, por muy respetados que sean, jamás serán capaces de convencer a los votantes de que no tengan en cuenta las lecciones que extraen de sus propias experiencias.

Como admite Tibon, el establishment israelí de Defensa se compone “sobre todo de hombres que crecieron en bastiones del Partido Laborista israelí, de tendencia izquierdista”, y mantiene posiciones propias de palomas. Por lo tanto, se ha sentido comprensiblemente consternado ante muchos de los planteamientos de Netanyahu, como el de que la paz israelo-palestina es inviable en estos momentos o el de que el pacto nuclear con Irán fue un desastre.

Lo que no es ni comprensible ni aceptable, en cambio, es que procediera a no acatar una de las normas fundamentales en democracia: en lugar de respetar el derecho del Gobierno electo a fijar políticas, trataron de socavar las de Netanyahu de todas las maneras concebibles. Así, justo en el momento en que el Gobierno de Netanyahu estaba tratando de persuadir al Congreso norteamericano para que endureciera las sanciones contra Irán, el entonces jefe del Mosad, Tamir Pardo, se reunió con varios senadores estadounidenses e hizo campaña contra unas nuevas sanciones afirmando que iban a causar otra guerra en Oriente Medio. Su predecesor en el cargo, Meir Dagan, “mantuvo un canal directo con el que fuera director de la CIA durante la primera legislatura de Obama, Leon Panetta, puenteando a Netanyahu”, escribe Tibon. Aunque Tibon no especifica de qué hablaron, en mayo el propio Panetta, en una entrevista con el Canal 2 de la televisión israelí, dio a entender que Dagan le pasaba información sobre las discusiones intergubernamentales respecto a un posible ataque a las instalaciones nucleares de Irán. En cualquier democracia normal, tanto Pardo como Dagan habrían sido inmediatamente destituidos por tal insubordinación, y Dagan podría haber sido investigado por espionaje.

Para la mayoría de los israelíes, el principal asunto electoral no son las normas democráticas, sino la seguridad. Y ahí es, sorprendentemente, donde los mandos de Defensa perdieron al público israelí.

Como reconoce Tibon, el establishment de Defensa apoyó de forma abrumadora los Acuerdos de Oslo. Pero la mayoría de los israelíes los consideran un desastre, ya que dieron lugar a un repunte masivo del terrorismo. Los palestinos mataron a más israelíes entre 2000 y 2004 que en los 53 años previos de existencia de Israel.

También reconoce Tibon que los jerarcas de Defensa apoyaron la retirada de Gaza. Pero la mayoría de los israelíes piensan que también eso fue un desastre: dio lugar a que se lanzaran desde la Franja miles de cohetes y morteros contra Israel; en cambio, no se disparó ninguno desde la Margen Occidental, zona controlada por Israel.

Por último, como Tibon documenta con minuciosidad, casi todos los mandos de Defensa que han prestado servicio con Netanyahu han cuestionado públicamente su postura sobre el proceso de paz. Han aducido que un acuerdo con los palestinos debería ser la máxima prioridad de Israel, y que se podría alcanzar si Netanyahu se pusiera a la tarea. Pero la mayoría de los israelíes discrepan. Han visto cómo los palestinos han rechazado las repetidas ofertas israelíes de estatus final durante las dos últimas décadas; han visto el repunte del terrorismo que siguió a cada cesión, la incitación masiva por parte de los “socios para la paz” palestinos y la negación sistemática de cualquier derecho judío sobre la Tierra de Israel. Por consiguiente, como Netanyahu, han llegado de forma apabullante a la conclusión de que no se puede alcanzar la paz en estos momentos.

Esta desconexión entre el establishment de Defensa y el israelí de la calle se hizo aún más evidente en un fascinante texto aparecido enHaaretz tan sólo dos días antes de que se publicara el de Tibon en Politico, consiste en gran parte en entrevistas con numerosos ex altos mandos israelíes a propósito de Marwán Barguti, que se encuentra en la cárcel cumpliendo cinco cadenas perpetuas por el asesinato de cinco israelíes.

Casi sin excepción, los entrevistados coincidían en dos cosas. La primera es que, aunque el tribunal pudo condenarlo sólo por cinco asesinatos, Barguti era, en realidad, quien estaba al mando del brazo armado de Fatah durante la Segunda Intifada, lo que significa que fue el responsable de la muerte de cientos de israelíes asesinados por miembros de Fatah. Y la segunda es que, a pesar de toda la sangre israelí que hay en sus manos, no debería estar en la cárcel: Israel nunca debió arrestarlo, para empezar; pero, una vez que lo hizo, debería haberlo puesto en libertad enseguida; y ya que no lo hizo debería al menos ponerle en libertad enseguida, o muy pronto. ¿Por qué? Porque, según dicen estos expertos, es él quien puede ofrecer un acuerdo de paz palestino.

Ni que decir tiene que la mayoría de los israelíes no comparten ese entusiasmo por poner en libertad a asesinos despiadados. Pero, lo que es aún más importante, no se creen la teoría de que un asesino de masas sea fundamental para lograr un acuerdo de paz, porque Israel ya la puso a prueba hace 23 años y fracasó estrepitosamente. Al fin y al cabo, ese fue precisamente el argumento para firmar los Acuerdos de Oslo con Yaser Arafat: sólo un líder terrorista antiisraelí tendría la credibilidad necesaria para hacer la paz con Israel. Pero resultó que, a pesar de su cháchara en inglés sobre la paz, lo que Arafat quería hacer en realidad era lo que siempre había hecho: matar a más israelíes. Y no hay motivos para pensar que Barguti vaya a ser diferente, porque también él soltó su cháchara sobre la paz en el apogeo de los Acuerdos de Oslo, y sin embargo no vaciló en organizar nuevas matanzas masivas tan sólo siete años después.

Pero parece que hay demasiados funcionarios de Defensa que no han aprendido nada del experimento Arafat, y es obvio que no han aprendido nada de los fracasos de Oslo, de las retiradas y de todas las otras conversaciones de paz israelo-palestinas. Enfrentados a un conflicto entre la realidad y sus prejuicios políticos, han optado mayoritariamente por estos últimos, demostrando que, por muy expertos que sean, son meros seres humanos.

Y esa es la razón por la que, a pesar de tener un enorme respeto por la competencia del establishment de Defensa en el ámbito concreto del contraterrorismo, los israelíes se sitúan sin dudar del lado del despreciado Netanyahu a la hora de hacer juicios políticos más generales, como los relacionados con las perspectivas de paz o la idoneidad de ceder más territorio. Esos juicios se basan en la mera experiencia, y contra eso nada puede hacer el juicio de tanto experto.

© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
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