“Tongo” es una expresión muy utilizada en España y definida por la Real Academia de la Lengua como una trampa realizada en competiciones deportivas, en que uno de los contendientes se deja ganar por razones ajenas al juego. Es jugar sucio, engañar, mentir, estafar. Paradójicamente el corazón de la palabra lo constituyen las letras “ong”, que han pasado de ser las siglas de “organización no gubernamental” a convertirse en un concepto popular. Durante las últimas décadas se han presentado como tales instituciones humanitarias, sin fines de lucro y cuya tónica general era abogar por la mejora de la sociedad en distintos aspectos.
Entre las “oenegés” ocupan un lugar cada vez más destacado aquellas de carácter internacional (“Xxx Sin Fronteras”). Sin embargo, bajo estos nombres algunas veces se esconden organizaciones que, aunque no gubernamentales, sí que pretenden serlo o, al menos, influir en los gobiernos y la política. Muchas ostentan nombres que dan pocas pistas respecto a sus verdaderas intenciones. Pongamos por ejemplo a Ecologistas en Acción, una organización muy conocida en España y que, entre otras acciones, fomenta el boicot a Israel, cuna de la “ONG” ecologista más antigua del mundo, el Keren Kayemet leIsrael, que ha conseguido lo que nadie: que hoy haya más árboles y bosques en ese país que hace un siglo.
La lista de ONGs comprometidas con sancionar exclusivamente al único estado democrático de Oriente Próximo es amplia. El problema es de qué viven, o mejor, quién las sustenta económicamente que es como decir, permite que existan en la práctica. Y aquí nos encontramos con la desagradable sorpresa de que muchas de ellas obtienen abundantes subvenciones anuales del gobierno español a costa de nuestros impuestos. En algunos casos, denunciados por expertos internacionales incluso ante los propios miembros de las comisiones parlamentarias que autorizan estas partidas, el dinero se emplea lisa y llanamente para financiar y hacer apología del terrorismo.
Aunque muchos países exigen a estas instituciones un registro de su contabilidad, sólo Israel se ha atrevido a obligar a hacer públicos alguno de esos datos, por ejemplo, si la financiación es mayoritariamente extranjera, como una forma encubierta de intervención. Esta forma de imperialismo invisible corrompe incluso a las democracias occidentales, que son las que han protestado por la medida israelí, pero lo más terrible: sirve de instrumento para vehicular legalmente fondos y recursos destinados a socavar nuestra integridad física, unos objetivos que sería mucho más complicado realizar si no fuera por la connivencia de muchos gobiernos que piensan que las limosnas a los violentos encubiertos les librarán de su furia. Violencia que no alcanzaría las actuales cotas sin esos fondos.
Y es que, parafraseando la famosa frase en inglés, “It takes two to tONGo”: si no hay dos de acuerdo, no hay estafa.
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com
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