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| lunes noviembre 18, 2024

Locura y muerte al acecho


Que en lugar de tres haya sido uno el asesino de Munich demuestra lo desorientada que está la sociedad occidental en medio de sus frondosos parques veraniegos y heladerías de lujo, su multiculturalidad y su aparente tolerancia. Si no hay más muertes se debe a que, al revés que en Estados Unidos, las armas no son fáciles de conseguir en estos lares. A la locura o depresión del joven iraní habría que agregar que procedía, originariamente, de una cultura en la que la violencia, expresa o soterrada, es moneda corriente. Ninguna sociedad es más coercitiva que la iraní, tal vez aún más que saudí. Es dudoso que el modelo del asesino haya sido otro asesino, el ultraderechista nórdico y supremacista blanco Breivik. Por otra parte, no todos los inadaptados son criminales en potencia. Cientos sino miles de recién llegados a Alemania siguen un camino meritorio y acaban por germanizarse, a pesar de que su piel y color no los salva del desprecio nazi. Tras Niza y Munich hay que evitar las fiestas públicas y las aglomeraciones, y también aceptar que nuestra existencia es cada día más frágil, pues la realidad se ha vuelto explosiva, dudosa, siniestra en sus bases y siniestra en su cúspide. Sabe más sobre estrategia un jugador de pokémon que un político.

La pregunta del millón es cómo, de qué manera la libertad atenta contra sí misma, por qué la involución nos acecha en el momento más espléndido de la evolución informática, genética y hasta médica. O faltan leyes o las que existen no son en absoluto efectivas. El poder se divorcia a pasos agigantados del saber. Turquía y Venezuela son dos ejemplos, diferentes y sin embargo con el mismo desprecio por la sociedad abierta y el respeto al individuo. Lo monolítico y torpe va ocupando más y más el sitio de lo sutil y polifónico. Crece la policía, pública y secreta, y decrece la calidad de los estudios universitarios. Aumentan la devoción ciega y la furia tribal y descienden el discernimiento y la crítica. Todo eso en medio de una constante asombrosa: los útiles y vehículos de la comunicación crecen, se dilatan y vuelven de más en más nítidos en tanto que el diálogo se reduce y la pobreza verbal de los jóvenes es deprimente. La velocidad atenta contra la calidad, en sanidad y otros tantos ámbitos. Sería interesante saber lo que Irán piensa de lo ocurrido en Munich, aunque es más que probable que señale con su dedo oscurantista al culpable de todo, Occidente y sus tendencias satánicas.

El ardid más brillante del demonio, suele decirse, es hacernos creer que no existe, pero lo cierto es que el mal no retrocede ni desaparece, está agazapado aquí y allá para hacerse visible en las mentes más débiles y desorientadas. Incontables locos a lo largo de la Historia han creído oír voces que les impelían a cometer crímenes. Es probable que el joven germano-iraní haya oído varias a la vez y no supiera a cual someterse, si a la más o menos dañina. De nuevo me viene a la mente la frase de Paul Celan respecto que la muerte es un maestro en Alemania.

 
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