Tras haber sufrido una cierta crisis en su liderazgo, sobre todo por las sanciones impuestas por la Unión Europea(UE) a raíz del contencioso de Ucrania y su posición con respecto a la defensa del régimen sirio, Rusia parece salir reforzada en la escena internacional a merced de una serie de elementos fortuitos y cambios en la escena internacional. El golpe de Estado (¿?) militar en Turquía, que ha llevado al máximo líder de este país, RecepTayyip Erdogan, a buscar nuevos aliados y recelar de Europa, el giro en la crisis siria, en que el régimen de Bashar al-Asad sale cada día que pasa más reforzado y consolidado, y la situación de Ucrania, cada día más volátil y de impredecibles consecuencias en el corto plazo, han llevado a Rusia a un papel determinante en estos tres escenarios y, quizá, a jugar un papel en el futuro mucho más protagónico.
Además, por ahora, todo le sonríe a Vladimir Putin. Su principal enemigo en la UE,el Reino Unido, ha votado recientemente a favor del Brexit, con lo cual es de suponer que en un futuro se suavizarán las sanciones contra Moscú, y toda la oleada ultra del continente, desde Marine Le Pen en Francia hasta Silvio Berlusconi en Italia, simpatizan con el presidente Putin. También en Estados Unidos, en plena campaña electoral para elegir el próximo inquilino de la Casa Blanca, las cosas le pintan a bien a Putin, pues el candidato de los republicanos, el circense Donald Trump, no oculta sus simpatías por el actual poder ruso y aprueba de una forma rotunda sus formas de hacer de política y sus demostraciones de fuerza, para gran enfado de los demócratas y muchos republicanos.
Rusia vive en uno de sus mejores momentos en la escena internacional. A pesar de que la OTAN está armando sus batallones de defensa en los países bálticos y ya se han desplegado los famosos escudos antimisiles en Bulgaria y Rumania, para gran enojo de Rusia, tres importantes aliados de los Estados Unidos en la OTAN se muestran cada vez más condescendientes hacia Moscú y claros partidarios de un acercamiento de la Alianza Atlántica hacia el gigante eurasiático. Se trata de Grecia, Hungría y Turquía, tres naciones que en un futuro pueden jugar un papel de «puente» entre la OTAN y Rusia, aunque en el caso turco hay más de oportunismo que de apuesta estratégica en su acercamiento a Putin.
CAMBIOS ESTRATÉGICOS SIGNIFICATIVOS PARA EUROPA, ASIA Y EL CÁUCASO
Para Europa, la presión a la que somete Rusia a Ucrania se hace cada vez más presente y requerirá de respuestas en un futuro cercano. La anexión de Crimea y la amenaza territorial a Kiev a través de las regiones del Este segregadas con la ayuda de Rusia a los ucranianos, junto con una serie de provocaciones rusas en la «frontera» entre la península anexionada y Ucrania, han vuelto a elevar la tensión entre las partes y casi todas las iniciativas internacionales, tras la negativa de Rusia a sentarse con las autoridades de Kiev, parecen condenadas al fracaso. Sin Putin no hay solución a la crisis ucraniana.
Putin se está comportando en la crisis con Ucrania como Hitler, inventándose supuestos incidentes fronterizos de «terroristas ucranianos» que intentarían cruzar hacia Crimea para cometer actos violentos y desestabilizar a la nueva colonia rusa. Su actuación solo tiene parangón con las invenciones alemanas previas al ataque militar a Polonia. Los nazis, en agosto de 1939, apenas unos días antes de la ocupación de toda Polonia, intentaron hacer creer al mundo que los polacos estaban invadiendo Alemania; disfrazaron a unos soldados alemanes con uniformes polacos y prepararon una farsa destinada a engañar a la comunidad internacional y justificar su posterior agresión. Evidentemente, dadas las experiencias y los engaños de Hitler a los dirigentes europeos de la época, nadie creyó a Alemania y comenzó la Segunda Guerra Mundial.
El líder ruso desea una Ucrania débil, inestable, a merced de sus influencias, tullida territorialmente -algo que ya ha conseguido- y alejada de la UE y la OTAN. Intenta evitar a toda costa lo que pasó con la antigua Europa comunista y los países bálticos, que una vez liberados de la tutela soviética pasaron a engrosar la lista de miembros de la Alianza Atlántica en estrecha ligazón con los Estados Unidos. No cabe duda de que Ucrania es una línea roja desplegada por Moscú y que, por ahora, Putin tiene todo ganar en esa afrenta, mientras que Europa todo que perder.
Luego está Asia, donde Rusia se mueve lentamente pero sin pausa. El reciente acercamiento de Rusia a China, uno más en la larga lista de encuentros y desencuentros históricos entre las dos naciones, busca romper el aislamiento de Moscú, encontrar nuevos socios comerciales distintos a los que hasta ahora habían sido los tradicionales, como los europeos, y posicionarse como un actor de peso en una región donde los Estados Unidos tuvieron un rol determinante y numerosos intereses estratégicos, comerciales y políticos todavía.
Finalmente, también se detectan cambios en el Cáucaso y en las relaciones con Irán. La reciente cumbre entre Rusia, Irán y Azerbayán en la capital de este último país, Bakú, hacen presagiar grandes cambios. Aparte de intereses económicos y comerciales, Rusia buscar ahora mejorar sus relaciones con los países del Cáucaso, algo que ya ha conseguido en cierta medida con Georgia, pese a que tropas rusas siguen ocupando los enclaves de Osetia del Sur y Abjasia, y trata de hacer lo mismo con Azerbayán, país con quien mantenía ciertas tensiones a raíz del apoyo ruso a Armenia en el contencioso de Naogorno Karabah.
Al parecer, Rusia, contra todo pronóstico, presionará a Armenia para que devuelva a Azerbayán los 7.000 kilómetros de territorio azerí que ocupa desde los años noventa, cuando comenzó la guerra de Nagorno Karabah, y busca una solución política a este contencioso que dura ya un cuarto de siglo. ¿Qué podrá hacer la hasta ahora fiel aliada de Moscú, Armenia? Pues más bien poco y, seguramente, si la presión es intensa, tendrá que acceder a esa pretensión. El margen de maniobra es poco; la dependencia frente al gigante ruso, muy grande. Sobre todo en armas y en apoyo político en una región donde a Armenia le sobran enemigos y le faltan amigos. Veremos qué pasa.
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