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| domingo diciembre 22, 2024

Ekev


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Moshé continúa su discurso final a los Hijos de Israel, prometiéndoles que si cumplen los preceptos de la Torá, van a ser prósperos en la tierra que están a punto de conquistar y de establecerse, cumpliendo así la promesa de Di-s a sus Patriarcas.

Moshé también los reprende por los fallos en su primera generación como pueblo, recordando la idolatría del Becerro de Oro, la rebelión de Koraj, el pecado de los espías, su incitación de Di-s en Taveeirá, Masá y Kivrot Hataavá; «Tú has sido rebelde contra Di-s» les dice, «desde el día en que te conocí».

Sin embargo, también habla del perdón Divino y de las Segundas Tablas de la Ley que Di-s escribió y les dio luego de haberse arrepentido.

Los 40 años en el desierto, les dice Moshé, durante los cuales Di-s los alimentó con el diario maná del cielo, fueron para enseñarles que «el hombre no vive solo de pan, sino de la palabra de Di-s vive el hombre».

Moshé describe la tierra a la que van a ingresar como una tierra que «fluye leche y miel», una tierra bendecida por las siete especies (trigo, cebada, uva, higo, granada, aceite de oliva y dátiles), como el lugar que es el foco de la Providencia Divina en el universo. Les ordena destruir los ídolos de los habitantes anteriores de la tierra, y ser cuidadosos de no volverse soberbios y pensar que «mi poder y la fuerza de mi mano me dieron esta riqueza».

Un pasaje clave de esta sección es el segundo capítulo del Shemá, que repite los preceptos fundamentales enumerados en el primer capitulo del Shemá y describe la recompensa por observar los preceptos de Di-s y el resultado adverso (hambruna y exilio) por no cumplirlos. También es la fuente del precepto de orar e incluye una referencia a la resurrección de los muertos en la Era Mesiánica.

DESPERTAR DE ARRIBA, DESPERTAR DE ABAJO

“Pues esta tierra no es como la tierra de Egipto donde arrojaban la semilla y sacaban agua con el pie, como un jardín… sino que bebe agua de la lluvia del cielo” (11:10-11)

La lluvia representa la relación recíproca entre la tierra y el cielo “Un vapor se elevaba de la tierra” y el cielo lo devuelve como lluvia “que empapaba la tierra” (Génesis 2:6). Esto representa la verdad espiritual de que “un despertar desde abajo provoca un despertar desde arriba” —o sea que Di-s responde los hechos, plegarias y anhelos con nutrición de lo Alto.

Esta es la doctrina del riego por la lluvia. La tierra de Egipto no se nutría de las lluvias que caían, sino por las inundaciones periódicas del Nilo. El “Egipcio” espiritual no reconoce la fuente Celestial de las bendiciones de la vida. Cree que todo es generado desde abajo —todo lo que tiene y ha logrado es por su propio trabajo. El pueblo de Israel estuvo sujeto a la mentalidad egipcia durante cuatro generaciones. Por lo tanto tuvieron que pasar 40 años en el desierto, durante los cuales estuvieron sujetos a circunstancias diametralmente opuestas, en las que el pan diario descendía del cielo y los esfuerzos que uno realizara no tenían efecto en el resultado. Luego que aprendieran esta lección acerca de la verdad de la vida, ellos pudieron entrar a la Tierra de Israel, que “bebe agua de la lluvia de los cielos” —donde los esfuerzos del hombre son cruciales y significativos, aunque están permeados con el reconocimiento y la dependencia de la verdadera Fuente de Todo. (De los Maestros Jasídicos)

Yo, Tú y Nosotros

Por Yossy Goldman

¿Quién es más importante, el judío o el pueblo judío? ¿Es Reb Israel o am Israel?

En la parashá de la semana pasada leímos el primer capítulo del Shemá. Esta semana leemos el segundo. Sin embargo hay muchas similitudes entre los dos. En efecto, determinadas frases son virtualmente idénticas. ¿Por qué la Torá, normalmente tan críptica, es tan repetitiva? Si uno examina detenidamente el texto, se discierne inmediatamente una significativa distinción entre los dos capítulos. El primer capítulo está en singular y el segundo en plural. Enseña la Torá a tu hijo en el primero y a sus hijos en el segundo. Pon tefilín en tu mano en el primero, y en sus manos en el segundo.

¿Pero por qué se necesitan ambos? ¿Por qué no usar uno u otro? ¿Por qué un párrafo para cada expresión? La respuesta es que Di-s habla al individuo, pero Di-s también habla a la comunidad. Se dirige al judío, y también al pueblo judío. El primer párrafo del Shemá nos enseña que cada individuo es importante, aun crítico, y Di-s se dirige a cada individuo personalmente. El segundo párrafo nos recuerda que también hay una suma de todas las partes; que unidos los individuos forman una comunidad. Y las comunidades también son muy importantes. En ocasiones reconocemos la supremacía del individuo; en otras, la comunidad es suprema.

Si, hay tensiones aquí. El Talmud refleja estas aparentemente conflictivas nociones cuando examina por qué la humanidad fue creada en forma diferente que el reino animal. Como es descripto en el primer capítulo de Génesis, los animales fueron creados en manadas, mientras que inicialmente fueron creados un solo hombre y una sola mujer. Dice el Talmud: Es para enseñarnos que a) vale la pena para el Todopoderoso crear el mundo para un solo individuo y b) así ningún ser humano puede enorgullecerse de que su linaje es mejor que el de cualquier otro. Todos venimos de Adán y Eva, así que tú no eres mejor que yo, ni yo que tú.

Así, del mismo evento, la Torá nos enseña esta paradójica lección: por un lado, el ser humano individual es rey; mientras que por el otro lado, la humanidad reina. La paradoja es expresada en la Halajá (ley de la Torá) también. Por un lado, la ley de la Torá dictamina que no debemos pagar una cantidad exorbitante si un individuo es tomado como rehén; esto es para evitar recompensar y animar el tomar rehenes, para de este modo proteger a la comunidad como un todo; debemos salvar a ese individuo, pero al hacerlo aumentamos el peligro para la comunidad. Por el otro lado, la ley de la Torá dictamina que si un enemigo peligroso demanda que los líderes judíos les entreguen un individuo en particular, sino atacarán a toda la comunidad, no está permitido sacrificar ni siquiera a un individuo en defensa de la comunidad. Por lo tanto necesitamos las dos secciones del Shemá. En la Torá ambos son importantes, el individuo y la comunidad.

¿Por qué me ocupo hoy de este tema? Porque aproximadamente en cinco semanas entraremos en el Nuevo Año, y la actual tensión entre singular y plural se manifiesta en forma evidente. «¿Por qué debemos pagar para orar?» Demandarán algunos. Criticarán el desvergonzado comercio de la religión organizada. Y, si, un shul tiene corazón. Y no se puede permitir que nuestras casas de oración se conviertan en mercantilistas y mercenarias, no sea que perdamos a los jóvenes, los pobres y los idealistas. Al mismo tiempo, los individuos deben simpatizar con los duros hechos de la vida en congregación. No debemos tomar por seguro ni tomar ventaja de nuestras establecidas —y costosas de mantener —infraestructuras. La tensión a veces es tangible mientras luchamos por equilibrar esos dos aparentemente exclusivos imperativos de la vida judía. Las estadísticas varían. En algunas comunidades, no más del 30 % de los judíos están afiliados. En otras el número es mucho más alto. La comunidad debe ser sensible, dando la bienvenida y abrazando a cada individuo que desee pertenecer. Pero los individuos deben ser también correctos. Si todos demandan un viaje gratis, ¿cómo se mantendrá la congregación?

Sigamos recitando los dos capítulos del Shemá. Entonces podremos ver judíos saludables y comunidades judías sanas. (www.es.chabad.org)

 
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