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| viernes noviembre 22, 2024

Un pacto en las sombras


RESUMEN: Los crecientes lazos entre Israel y los estados árabes sunitas de la región son el resultado de la inestabilidad alimentada por el creciente poder de Irán, el Estado Islámico y el acortar acciones por parte de Estados Unidos. Pero la inequívoca cooperación pública entre Israel y estos estados árabes requerirá de un acuerdo entre Israel y los palestinos.

Muchas de las naciones del mundo ven con sorpresa y admiración los vínculos cada vez más fortalecidos entre Israel y los países árabes sunitas más importantes de la región – las abiertas relaciones con Egipto y Jordania, con los que Israel mantiene relaciones diplomáticas oficiales, pero también las relaciones informales con Arabia Saudita y los emiratos del Golfo.

Este cambio parece estar impulsado por tres factores principales. Primero, estos países sunitas le temen al creciente poder de Irán a un bloqueo chiita, el cual pone en peligro la seguridad, así como también la unidad de los estados sunitas. Existe un antiguo conflicto religioso entre la mayoría sunita y la minoría chita, pero la minoría disfruta la ventaja de un liderazgo singular que está dispuesto a hacer cualquier cosa que este dentro de su alcance para cambiar el estatus de los chiitas en el Medio Oriente.

Este liderazgo, que se encuentra en Teherán, encabeza esfuerzos orquestados y enfocados con el propósito de liberar a los chiitas en Yemen, Bahréin y Arabia Saudita y defiende a los chiitas en Irak, Siria y el Líbano. El objetivo es crear una distribución ininterrumpida de chiitas desde Teherán a través de Bagdad hacia Beirut.

Mientras tanto, Irán está tratando de socavar el dominio sunita de la parte árabe del Golfo entre la península saudita e Irán: Arabia Saudita, con su minoría chiita, en una región rica en petróleo; Bahréin, que sufrió un intento de golpe de estado chiita; y Yemen, donde Arabia Saudita lucha con su mayoría sunita contra la minoría houthi apoyada por Irán.

El conflicto sunita-chiita también posee un aspecto nacionalista. Es imposible ignorar el hecho de que Irán enfoca sus esfuerzos exclusivamente sobre los países árabes. Esta contienda nacionalista también se manifiesta por sí misma en los conflictos entre chiitas, especialmente en Irak, donde la ciudad de Najaf fue considerada una vez la ciudad chiita más importante, pero desde entonces ha sido reemplazada por la ciudad iraní de Qom.

El segundo factor que alimenta las preocupaciones de los países sunitas es la amenaza del salafismo extremista liderado por el Estado Islámico. Las siglas del grupo en árabe Daesh, leen “el Estado Islámico en Irak y Siria”, pero la organización está activa también en el Sinaí y Libia. Esta también tiene capítulos activos en África y en Europa, tal como indica la reciente ola de ataques terroristas. Por lo tanto, el simple nombre de “Estado Islámico” puede ser el más adecuado.

La expansión de las actividades del grupo supone una amenaza para los estados sunitas, ya que representan un enemigo de primer orden. En Egipto, la amenaza es aún más pronunciada gracias al despliegue del EI en partes del Sinaí y su colaboración con Hamas, el capítulo palestino de la Hermandad Musulmana egipcia – los enemigos mortales de los actuales líderes egipcios.

En Jordania y Arabia Saudita, el Estado Islámico amenaza a los regímenes desde dentro, ya que en ambos países existe una gran simpatía por el grupo entre los diversos sectores de la población. Incluso si la coalición de naciones que actualmente trabaja para combatir al EI logra disminuir drásticamente las áreas bajo su control en Irak y Siria, la ideología propagada por el grupo seguirá constituyendo una amenaza altamente palpable a los estados sunitas. Por otra parte, la coalición está presentando problemas para mantener su impulso en contra del EI tras una serie de victorias importantes.

El tercer factor se deriva de la sensación general de que los Estados Unidos han abandonado a sus aliados cuando estos más les necesitaban, con el objeto de ampliar de nuevo su participación en la región. En Egipto, este sentimiento se basa en el abandono de Estados Unidos al depuesto Presidente Hosni Mubarak y su consecuente apariencia de apoyar a la Hermandad Musulmana. Los países en la región estaban muy decepcionados con la conducta de Estados Unidos hacia ambos Mubarak y el Presidente sirio Bashar Assad, quien continúa masacrando a los desinhibidos sunitas.

En Arabia Saudita y el Golfo Pérsico, la frustración parte del hecho de que ven el acuerdo histórico entre Occidente e Irán, encabezado por los Estados Unidos, como una capitulación estadounidense. Estos se dan cuenta de que no sólo los Estados Unidos ya no están de su lado en la lucha contra Irán, sino que Estados Unidos espera que estos realicen concesiones con Irán. Ha quedado claro que los estados sunitas, que una vez vieron a los Estados Unidos como una superpotencia cuya sola existencia era suficiente para detener cualquier amenaza que estos enfrentaron, esas cosas han cambiado profundamente.

Incluso si los Estados Unidos continua siendo una superpotencia, esta ha perdido la voluntad de utilizar su poder en el Medio Oriente. Por otra parte, cuando si ejerce su poder, como líder de la coalición anti-EI, reacciona con moderación y extrema cautela. Y ahora, los Estados Unidos se están comprometiendo con sus adversarios, tal como lo indica la débil respuesta estadounidense al aumento de la participación rusa en Siria.

Estos países están buscando a alguien que los ayude en este momento de necesidad. Israel es el único país en la zona cuya estabilidad no es cuestionada. Es un país fuerte, tanto económica como militarmente y posee la capacidad y la voluntad de defender sus intereses esenciales. Esta es la base de las florecientes relaciones entre Israel y estos países sunitas – países de estatus-quo clásicos en una región en constante cambio que están en la búsqueda de un ancla con el cual estabilizarse por sí mismos.

Israel puede servir de ancla. Es un matrimonio de conveniencia y no por amor, pero es uno de creciente importancia. La cooperación es clave para mejorar realmente estas relaciones, tal como me fue dicho por un príncipe saudí quien compartió un escenario conmigo recientemente en una conferencia en Washington. “La combinación de dinero israelí y talento árabe puede tener un impacto positivo sobre cualquier región”, este dijo jocosamente. Pero detrás de esta línea había una gran verdad. Israel puede proveerle a esos países precisamente lo que les falta: seguridad, tecnología y enormes mejoras en las áreas de agua, agricultura y salud.

Sin embargo, una seria colaboración – una cooperación pública sin obstáculos – entre Israel y los estados árabes requiere de un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos. No porque este tema es altamente apreciado en los corazones de los líderes sunitas, sino porque sin ello, estos líderes perderán el apoyo de la calle, lo cual es imperativo si la relación se hace pública.

Lamentablemente, los palestinos no tienen prisa en avanzar un acuerdo de paz o sus relaciones con Israel. Al contrario: su reconocimiento de que son la clave para mejorar las relaciones de Israel con las naciones de la región sólo les hace pensar muy superiormente en sí mismos y los alientan a incrementar progresivamente sus demandas.

La única manera de superar este obstáculo es cambiar el orden de los pasos. Primero, construir una relación que servirá como un paraguas integrador para los israelíes y los árabes sunitas y luego conducir a los palestinos hacia esta acción a fin de que se acoplen en negociar la paz.

A diferencia del pasado, la mejora en las relaciones no es menos importante para los sunitas de lo que es para los israelíes. Pero el obstáculo palestino se interpone en el camino. No está claro si las naciones árabes serán capaces de superar este obstáculo, a pesar de sus intereses. Israel necesita pensar en la forma en que puede ayudarlos a superarlo, ya que esta pudiera ser una oportunidad histórica y sería una pena desperdiciarla.

El Mayor General (ret.) Yaakov Amidror es Investigador Académico de Anne y Greg Rosshandler en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Es también miembro distinguido en el Centro Gemunder JINSA de Defensa y Estrategia. Fue antiguo Asesor de Seguridad Nacional del Primer Ministro, Secretario Militar del Ministro de Defensa y Director de la División de Investigación en Inteligencia Militar.

 
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